verdad es que no me preocupaba nuestro destino, tan seguro estaba de que la suerte nos sonreiria en cualquier parte, siempre y cuando no nos separaramos. A medida que se consumia la vela, el establo se iba sumiendo en la oscuridad, pero a pesar de la poca luz pude ver la sonrisa de Dominique, que estaba contando que en un espectaculo que habia visto una vez en Paris las chicas no llevaban ropa interior y los hombres tenian que ser atados a los asientos para evitar un motin; me entraron ganas de abrazarla y sentir su cuerpo junto al mio. La deseaba como nunca y me parecio que no podria soportar pasar una noche mas sin besarla. Me pregunte si nuestra amistad no se basaria unicamente en mi deseo de acariciarla y de que ella me acariciara, y de pronto me di cuenta de que no estaba escuchandola, pues me habia quedado embobado contemplando su rostro y su figura, imaginando nuestros cuerpos unidos. Me moria por expresarle lo que sentia, pero no encontraba las palabras. Mi boca se abria y cerraba y, a pesar de la presencia de Tomas y Furlong, estaba a punto de arrojarme sobre ella protegido por las sombras que habian invadido el granero, y por unos segundos hasta llegue a pensar que estabamos los dos solos. Dominique y Matthieu. Nadie mas.

– Matthieu. -Ella me dio un suave codazo en el brazo que me saco de mi aturdimiento-. Vas a caerte al suelo; pareces agotado.

Sonrei y mire alrededor, parpadeando para fijar la vista en los demas. Tomas dormia en un rincon hecho un ovillo y envuelto de cualquier manera en su abrigo. Furlong siguio con la mirada a Dominique mientras ella salia del granero y se alejaba un poco, pero no lo suficiente para impedir que la oyesemos orinar sobre la hierba, un sonido que me incomodo estando sentado junto a Furlong, ambos en silencio. Cuando volvio a entrar, los dos varones salimos a aliviar nuestra vejiga; intente alejarme un poco, pero el no se aparto mucho.

– Tienes suerte de tener una hermana como esta -afirmo, y solto una carcajada-. Es guapa, ?eh? ?Y esas historias que cuenta! ?Que chica mas descarada! Seguro que tiene una fila de pretendientes de aqui a Paris.

Algo en su tono me ofendio, y lo mire con severidad mientras se sacudia y abrochaba el pantalon.

– Dominique debe protegerse y cuidar de Tomas y de mi -dije con aspereza-. Aun queda mucho camino por recorrer y no tenemos tiempo para pretendientes ni nada por el estilo -conclui, y decidi que por la manana tomariamos la carretera que conducia a Londres y no pensariamos en ningun otro lugar.

– No queria ofender -se disculpo Furlong al entrar en el granero, antes de acomodarnos en los dos rincones que quedaban libres para pasar la noche-. Hay cosas que uno no puede callarse, ?sabes? -me susurro al oido; el aliento le apestaba a pollo asado-. Como existen actos que parecen pedir a gritos que alguien los consume, ?tengo o no tengo razon?

Me dormi enseguida, pues no habia tenido un momento de soledad en todo el dia, y despues de un viaje tan largo, acompanado por los grunidos de mi estomago vacio, no deseaba otra cosa que dar por terminada la jornada de una vez por todas.

Primero sone que estaba en Paris con mi madre; aun era un nino y sostenia una enorme alfombra de colores vivos por un extremo mientras mi madre la golpeaba con un sacudidor. El polvo que salia de la alfombra me entraba por la garganta y me hacia toser y lagrimear, casi igual que unas horas antes me habia ocurrido con el tabaco. De pronto Paris se convertia en una ciudad desconocida, donde un hombre me llevaba de la mano por un bazar y me pasaba una vela que encendia con un mechero de oro. «Aqui tienes una luz que solo tu puedes ver», me decia en mitad de una conversacion. Mientras la vela se consumia, el mercado se convertia en una feria de caballos, donde se oian los gritos de hombres que trataban de pujar cada vez mas alto. De pronto se desencadenaba una pelea. Un hombre de rostro furioso se acercaba a mi con el puno levantado y cuando iba a golpearme desperte dando patadas en el aire; por un instante no supe donde me encontraba.

Todavia era de noche -a pesar del largo sueno, solo habia dormido unos quince minutos-, estaba helado y me dolia el estomago. Oi unos fuertes golpes procedentes del extremo opuesto del granero y confie en que no me impidieran conciliar el sueno de nuevo. A continuacion me llegaron otros sonidos: una respiracion agitada y una queja apagada, como si alguien intentase gritar y unas manos le apretaran la boca para impedirselo. Me incorpore y aguce el oido; al comprender lo que estaba ocurriendo, di un brinco y parpadee para acostumbrarme a la oscuridad. En un rincon estaba Tomas, que se agitaba un poco en suenos; se habia metido un dedo en la boca y suspiraba de satisfaccion. El rincon contiguo, el de Furlong, se hallaba vacio. Y frente a mi se desarrollaba un forcejeo entre una figura masculina tendida sobre otra femenina: el estaba vestido, pero una de sus manos se abria paso, al parecer con exito, entre la ropa de la mujer. Me arroje sobre Furlong, que jadeo pero se recobro enseguida y de un manotazo me lanzo por tierra. Era un hombre robusto y mas fuerte de lo que parecia; por un instante permaneci en el suelo, aturdido e intentando recuperar las fuerzas para volver al ataque. Dominique solto un grito desgarrador y una vez mas el carrero le tapo la boca para amortiguar sus sollozos, mientras le susurraba algo al oido y continuaba hurgando bajo su vestido. Consegui ponerme en pie y vacile; no sabia que hacer. Cualquier intento de quitarselo de encima podia costarme la vida, y posiblemente tambien a Dominique y Tomas. De modo que cambie de idea y sali a toda prisa a la noche fria; la luna arrojaba un delgado prisma de luz sobre el carro. Corri hasta este y cogi el cuchillo; a continuacion regrese al granero y me detuve detras de Furlong, quien, a juzgar por los movimientos relajados de una mano y el hecho de que ya no tapaba la boca de Dominique con la otra, parecia estar mas cerca de su objetivo. Se separo un poco de ella y se echo atras, dispuesto a penetrarla. En ese momento deje caer las dos manos a la vez. El filo dentado del cuchillo que Furlong me habia ensenado unas horas antes se hundio entre sus omoplatos igual que en mantequilla tierna. Solto un jadeo profundo, como el de una bestia, dio una tremenda sacudida y agito los hombros mientras manoteaba en el aire intentando en vano arrancarse el cuchillo. Retrocedi hasta la pared del granero, consciente de que la suerte estaba echada, que la unica oportunidad para acabar con Furlong habia pasado y que si no surtia efecto lo pagariamos en breve. Dominique se deslizo trabajosamente de debajo de su agresor y tambien se pego a la pared del granero. Furlong se levanto despacio y empezo a girar sobre si mismo, mirandonos con los ojos muy abiertos, y en ese instante cayo de espaldas; el cuchillo emitio un ruido espeluznante al penetrar en la carne unos centimetros mas.

Se hizo el silencio. Instantes despues nos acercamos temblando al cuerpo sin vida; de sus labios brotaba un hilo de sangre y sus ojos nos miraban con rabia congelada. Me estremeci y vomite; de algun modo, mi estomago vacio encontro algo que arrojar encima de la cara de Furlong, cubriendo aquellos ojos espantosos para siempre. Di un paso atras, horrorizado, y mire a Dominique.

– Lo siento -dije tontamente.

8

El teatro de la opera

En 1847, unas semanas antes de cumplir ciento cuatro anos, recibi una carta sorprendente que me indujo a abandonar mi casa de entonces en Paris -adonde habia vuelto un par de anos antes tras una breve temporada en los paises escandinavos- y viajar a Roma, ciudad que no conocia. Estaba pasando por una epoca especialmente tranquila de mi vida. Carla habia muerto por fin de tisis, librandome del tormento que nuestro tortuoso y duradero matrimonio me habia infligido. Mi sobrino Thomas (IV) se habia reunido conmigo unas semanas despues del funeral -dando pie a un alegre reencuentro en el que me emborrache con brandy y me deshice en elogios a La feria de las vanidades, de Thackeray, que ese ano aparecia por entregas mensuales- y yo habia aceptado que permaneciese un tiempo en casa, ya que su aprendizaje de tramoyista en un teatro local apenas le daba para comer y el cuchitril que alquilaba era indigno de un ser humano. Su compania no era del todo desagradable; con diecinueve anos cumplidos, era el primer Thomas rubio de la saga, un rasgo heredado de la familia de su madre. Algunas noches volvia a casa tarde con amigos y se quedaban hablando sobre las ultimas obras de teatro. Se servian alegremente de mis provisiones de alcohol, y, aunque no se me escapaba la atraccion que Thomas ejercia sobre un par de actrices del grupo, me parecia que sus jovenes companeros se arrimaban a el mas por la riqueza de su pariente que por el placer de su compania.

Durante anos yo habia trabajado como administrador de fondos municipales, un cargo muy bien retribuido. Habia existido un proyecto de construir unos teatros en los alrededores de Paris, y sobre mi habia recaido la

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