que me asesoraba sobre algunas de las vias que podria tomar para volver al mundo de los negocios. Por entonces ya me habia presentado a P.W. y a Alan, quienes me habian expresado su intencion de fundar un canal de television por satelite, una idea que me atrajo desde el primer momento. Mi anterior experiencia en la television habia sido como productor, y si bien habia acabado mal, guardaba muy buenos recuerdos de esa epoca; ahora me interesaba el papel de directivo desvinculado de la gestion, algo parecido a lo que era Rusty Wilson en la Peacock. El concepto de transmision via satelite estaba a la orden del dia y representaba un factor determinante a la hora de decidirme por apoyar algun proyecto. No obstante, tanto P. W. como Alan carecian de experiencia en dirigir un gran negocio, y yo rehuia ese tipo de responsabilidad y deseaba mantenerme al margen en la medida de lo posible. Tras consultarlo con mis socios, resolvi, despues de una pesima cena en San Paolo's, ofrecer el puesto a James.

– Vayamos al grano, James. -Al acabar de cenar, los cuatro nos habiamos desplazado al bar exterior, y en ese momento estabamos sentados en unos sofas de cuero junto a un fuego de lena con sendos puros y copas de brandy-. Tenemos una propuesta que hacerte.

– Ya lo imaginaba, caballeros. -Esbozo una sonrisa y se arrellano en el sofa al tiempo que daba una chupada al puro, como una estrella de cine a punto de firmar un contrato multimillonario-. No pensaba que me hubieran traido aqui solo para ver como me ponia morado.

Alan se estremecio, y carraspee para no reirme.

– Los tres -dije senalando a P. W., a Alan y a mi mismo- estamos pensando en emprender un negocio y creemos que tal vez te interesaria participar.

– No tengo dinero -se apresuro a declarar, y una vez mas ataco su tema favorito-: No entiendo como pueden pensar en mi para invertir cuando esas sanguijuelas me estan…

– Espera, James -lo interrumpi-. Escucha primero nuestra oferta, es lo unico que te pido. No estamos buscando inversores.

– He puesto los ahorros de toda mi vida en este negocio -declaro P. W., nervioso. Le dirigi una mirada de furia, pues odio perder el hilo de la conversacion, sobre todo cuando pretendo obtener un resultado-. De modo que tiene que funcionar como sea -anadio al reparar en mi expresion, y guardo silencio.

– Estamos pensando en emprender un negocio -repeti, alzando la voz para evitar mas interrupciones-. El asunto de la financiacion ya esta resuelto; de hecho, hemos empezado a contratar a gente. Se trata de un canal de television via satelite, especializado en noticias y programas de variedades, con alguna serie estadounidense. De calidad, y para abonados, por supuesto. Y buscamos a un director gerente. Alguien que gestione el dia a dia, que aporte experiencia al negocio y tome decisiones en la produccion, por asi decirlo. Los tres queremos mantenernos al margen, aunque no desentendernos por completo, y necesitamos a alguien en quien confiar y que conozca el mundo de la comunicacion actual. Alguien capaz de lograr que el canal funcione. Resumiendo, James, nos gustaria que aceptaras ese puesto.

Me recline en el sofa sonriendo, satisfecho con mi sencilla exposicion y feliz al ver la reaccion de James. A medida que yo hablaba iba entusiasmandose, sobre todo al oir expresiones como «director gerente», «tome decisiones» y «mantenernos al margen». Se produjo un silencio mientras James se inclinaba con una sonrisa en los labios y se sacaba el puro de la boca.

– Caballeros -dijo al tiempo que se le iluminaban los ojos de pura dicha-, hablemos de numeros.

Al final, tras un ligero retoque, llegamos a un acuerdo satisfactorio para todos. James hizo una inesperada peticion del cinco por ciento de los beneficios brutos en lugar de las primas, cosa que le concedi encantado por un periodo inicial de tres anos. Al cabo de un mes llegaba al trabajo antes que las mujeres de la limpieza y se iba despues que los conserjes nocturnos. A lo largo de los dos anos siguientes tomo decisiones de enorme trascendencia para el canal. Aprobe varias de esas medidas, otras me produjeron algun quebradero de cabeza; pero en todos los casos se demostro que no me habia equivocado al contratar a mi amigo. Incorporo un solido equipo de presentadores y locutores, entre los que destacaba Tara Morrison -que debe muchisimo a James-, y reorganizo los horarios una y otra vez a fin de promocionar a un presentador u otro poniendolos y sacandolos de la programacion, planeada hasta el ultimo detalle. La cuota de mercado crecio considerablemente, y todos ganamos dinero. Juntos, alcanzamos el exito.

Ademas, James y yo nos hicimos buenos amigos. Aunque eramos muy diferentes, nos respetabamos y disfrutabamos de nuestra mutua compania. Sentados en la sala de juntas, nos enzarzabamos en largas discusiones, pero nunca dejamos de apreciar el punto de vista del otro y de priorizar el bien de la empresa. Una vez al mes quedabamos, a solas, para comer y tomar unas copas; en esas ocasiones conversabamos sobre politica, historia y arte, pues establecimos la norma de no mencionar ningun asunto relacionado con el canal de television. Tambien hablabamos de nuestras respectivas vidas. (El era mas sincero que yo, claro, pero asi son la mayoria de las relaciones humanas aceptables; aparte de eso, uno tiende a ser un poco economicocon la verdad, en especial cuando no se gana nada con revelarlo todo.) James se llevaba bastante bien con P. W. y Alan, aunque no eran amigos; y era precisamente ese hecho el que me confundia mas cuando me dirigia en taxi a su casa a traves de la fria y brumosa madrugada de marzo. ?Que diablos hacia P. W. alli? ?En que circunstancias habia muerto James? Deberia haber esperado lo peor, pero no tenia ni idea de en que podia consistir. Tras pagar al taxista y bajar del coche, me detuve unos instantes en la calle, desierta y silenciosa. La mayor parte de las casas estaban a oscuras, pero las farolas brillaban con intensidad. El piso de James tambien permanecia envuelto en sombras, a excepcion de las ventanas del salon delantero, pues las pesadas cortinas no estaban echadas del todo y dejaban pasar un resquicio de luz. Respire hondo y subi corriendo las escaleras.

Dos dias mas tarde, cuando los agotadores acontecimientos de las ultimas cuarenta y ocho horas habian quedado atras, me sente a mi escritorio y marque el numero desconocido con cuidado. Me parecio que tardaban una eternidad en contestar, hasta que por fin alguien lo hizo a viva voz; sonaba como una joven de clase trabajadora que sostuviera alfileres entre los dientes.

– ?Doce! -chillo al auricular; enarque una ceja sorprendido. ?Me habria equivocado de numero? ?Se llamaba «Doce» mi interlocutora? ?Se trataba de la grabacion de un contestador automatico?-. ?Plato doce!

– ?Plato doce! -repeti, y extranamente sono como si diera una orden.

– ?Plato doce! -confirmo la muchacha-. ?Quien es?

– Perdon -repuse al darme cuenta de que habia una persona al otro lado de la linea-. Me gustaria hablar con Tommy DuMarque, por favor.

– ?Quien es? -pregunto de nuevo, esta vez con desconfianza-. ?Como ha conseguido este numero?

– Me lo dio el, por supuesto -respondi, asombrado por su agresividad-. ?Como quiere que…?

– No estara acosando a DuMarque, ?verdad?

Me quede sin habla. No sabia que decir.

– ?O es un periodista? -escupio la palabra con la aversion de quien sabe que jamas vera aparecer su propio nombre en un periodico-. En este momento Tommy esta rodando -anadio con un tono menos suspicaz, como si de pronto temiera que yo fuese alguien con poder para despedirla-. No acabara hasta dentro de… ah, espere, no… aqui esta. Aunque no se si podra ponerse al telefono. ?Quien es usted?

– Digale que soy su tio Matthieu -conteste, y de pronto me senti agotado-. Si es usted tan amable.

La joven dejo de golpe el auricular sobre una mesa y oi un murmullo de fondo y la voz de Tommy destacandose sobre las demas cuando dijo: «De verdad, no pasa nada», y luego, antes de coger el auricular: «Cinco minutos, ?de acuerdo?»

– ?Tio Matt?

Suspire aliviado.

– Por fin. Que chica mas desagradable. ?Quien es?

– Nadie, una auxiliar. Olvidala. Debe de creerse que es la directora. A saber. Ademas, es el numero privado.

– Bien, no pasa nada. Solo queria darte las gracias por lo que hiciste la otra noche. Estoy en deuda contigo.

Tommy rio como si fuera una nimiedad, como si esa clase de cosas le ocurrieran continuamente, lo que me preocupo.

– No faltaba mas, tio Matt; me has ayudado en muchas ocasiones, ?no? Me alegro de haber podido recompensarte un poco todos tus favores.

– Admito que me remuerde la conciencia. ?No crees que hicimos algo inmoral?

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