– Tonterias. -Hizo una pausa y espere a que fuera el quien rompiera el silencio.

Me habria gustado que me tranquilizara, que me dijese que mi actuacion habia sido correcta y responsable. He vivido mucho tiempo y, aunque tal vez no siempre haya sido un santo, desearia pensar que, desde Dominique, jamas he hecho dano a nadie de forma intencionada, y menos a un amigo.

– Tal como yo lo veo, el tipo ya estaba muerto, de modo que no hicimos mas que solucionar un problema. Nadie podia mejorar o empeorar la situacion: ni tu ni yo ni cualquiera de tus siniestros amigos. Te metieron en un lio que no tenia nada que ver contigo. Deberias escoger mejor a tus amigos, tio Matt.

– No son amigos mios exactamente -senale.

– No dejes que te remuerda la conciencia. Tu no lo mataste.

– No, supongo que tienes razon.

– Asi que calmate; ya ha pasado todo. Hemos solucionado un problema, no le des mas vueltas. Olvidalo y sigamos adelante, ?de acuerdo?

Hablaba como un personaje de su serie de television. Asenti, aunque no del todo convencido.

– Gracias, Tommy -conclui, consciente de que no habia nada que anadir sobre ese tema. A partir de entonces me guardaria mis escrupulos para mi-. Hablamos pronto, ?vale?

– Espero que si. Supongo que te alegrara saber que el cancer de testiculos esta en fase de remision. Dentro de poco me daran el alta. De modo que por lo que parece no tendre que buscar otro trabajo durante un tiempo, y menos mal, pues solo me faltaba un problema de falta de liquidez.

– ?Que dices? -pregunte incorporandome de un salto-. ?Cancer de testiculos…? ?Ah! -Solte una carcajada de alivio y me deje caer en la silla de nuevo-. Te refieres al tipo de la serie.

– Sam.

– ?Y dale! No deberias identificarte con tu personaje.

– ?Por que? Toda Inglaterra piensa que soy el. Ayer me ataco una loca en el supermercado y me dijo que me lo tenia merecido por ligar con Tina a espaldas de Carl. Anadio que mi problema en los cojones era un castigo de Dios.

– Un castigo de Dios, caray. -Suspire-. La verdad es que no se nada de esa gente. Deberia ver tu serie.

– No te molestes -dijo como si diera una respuesta preparada a un periodista-. Cierto, hay en ella un retrato crudo de los barrios bajos que refleja el deterioro del tradicional entorno familiar londinense, es decir, de la memoria historica compartida, a favor de una busqueda de placeres y gratificaciones personales propia de la epoca contemporanea; asi que los temas universales para explorar no escasean, pero el argumento es una mierda y en general las interpretaciones son apresuradas y repetitivas, porque no hay tiempo para ensayar y la produccion exige que se hagan las menores tomas posibles. Todo el mundo lo sabe.

Me quede en silencio, impresionado.

– ?Que has dicho? -pregunte al fin; no podia creer que mi sobrino drogadicto y juerguista hubiera sido capaz de soltar toda esa parrafada-. ?Que acabas de decir?

– Olvidalo. No es mas que una serie de television -adujo entre risas-. Solo es ficcion; pura invencion. -Vacilo un instante y espero por si yo tenia algo que anadir. Pero ?que podia decir despues de eso?-. Nos vemos, tio Matt -anadio, y acto seguido colgo.

Permaneci unos instantes con el auricular en la mano, escuchando el tono, y despues lo coloque en su base; cerre los ojos e hice memoria. No habia duda: esa era la primera vez que un Thomas me ayudaba. Y habia que admitir que no era desagradable del todo.

P. W. abrio la puerta y me agarro por los hombros con dramatismo. El cabello, que normalmente llevaba peinado y pegado al craneo para tapar la calva, le caia en mechones como una cortina por encima de la oreja izquierda. No estaba muy atractivo que digamos. Llevaba una camisa azul palido, con sendas manchas de sudor en las axilas, e iba descalzo.

– ?Gracias a Dios! -exclamo con ansiedad; me arrastro hacia el interior y se apresuro a cerrar la puerta-. No se como ha podido ocurrir una cosa asi. Estabamos… solo estabamos…

– Calmate. -Me llego una tufarada de alcohol, y retrocedi-. Dios santo, ?cuanto has bebido esta noche?

– Mucho. Demasiado. Pero ahora estoy sobrio, te lo juro.

Era verdad. Parecia el hombre mas sobrio del pais, pero estaba muy palido y temblaba. Me dirigi hacia la puerta del salon e iba a accionar el pomo cuando me cogio la mano y me detuvo. Lo mire.

– Antes de entrar -dijo atropelladamente- quiero que sepas que no ha sido culpa mia. Te lo juro.

Asenti, sobrecogido. Me aterraba lo que podia haber al otro lado de la puerta. Cuando al fin entre, la escena que encontre, aunque era tan terrible como habia imaginado, poseia al mismo tiempo un aspecto familiar. James se hallaba sentado en el suelo, completamente vestido, con la espalda apoyada contra el sillon, las piernas ligeramente separadas y una gran copa de whisky entre ellas. Tenia los brazos extendidos a los costados con las palmas hacia arriba; los ojos, abiertos como platos, miraban a la pared de enfrente. Aunque enseguida supe que estaba muerto, instintivamente eche un vistazo al otro lado de la habitacion, para ver a quien estaba mirando. Alli, envuelta en sombras, acurrucada en un sofa y con una copa de whisky como unica compania, habia una joven que no tendria mas de dieciocho anos. Tiritaba con violencia y se abrazaba el cuerpo con los ojos fijos en James; sus miradas se cruzaban como si estuvieran enzarzados en una lucha sin sentido.

– Ve a buscar una manta -dije a P. W., que se habia quedado detras de mi y esperaba mi reaccion con los nervios a flor de piel-. Mejor trae dos.

Al cabo de unos segundos aparecio con dos gruesas mantas; cubri el cuerpo de James con una. De pronto la chica volvio en si y me miro de hito en hito. Al acercarme a ella con la otra manta se hizo un ovillo y se cubrio la cabeza con las manos, aterrorizada.

– Tranquila, no temas -musite mientras hacia un ademan amigable con la mano-. Es para que te abrigues. He venido para ayudar.

– No he sido yo -balbucio-. No tengo nada que ver. Me aseguro que aguantaria, que ya lo habia hecho.

Hablaba muy bien para ser una prostituta adolescente, como si hubiese estudiado en una escuela de pago y fuese de buena familia. Sin lugar a dudas era el tipo de chica que le gustaba a James. Era bonita y llevaba poco maquillaje, aunque el rimel se le habia corrido.

– ?Cuantos anos tienes? -susurre al tiempo que me arrodillaba y la cubria con la manta.

– Quince -repuso con la sinceridad, la presteza y la cortesia que demostraria ante un tutor o un padre.

– ?Por Dios, lo que nos faltaba! -exclame volviendome para dirigir una mirada de asco a P W.-. ?Que cono habeis estado haciendo los dos? -No suelo ser tan malhablado, pero la respuesta de la chica me habia afectado-. ?Que cojones ha pasado aqui esta noche?

– Lo siento, Matthieu. -dijo P. W. mientras se mordia las unas, los ojos velados por las lagrimas-. No teniamos ni idea. Ella dijo que era mayor. Nos dijo…

Algo destello en el suelo y, al fijarme, vi una cucharilla de plata con el ovalo un poco marron y una burbuja brillando en el borde. La recogi y la examine un instante antes de dejarla caer.

– ?Me cago en la puta! -brame. Fui hacia el cadaver de James y levante la manta. Cuando le subi la manga de la camisa y deje a la vista la jeringuilla vacia clavada en una vena, la nina solto un grito estremecedor-. ?Que habia dentro? ?Que se ha metido?

– ?Ha sido ella! -chillo P.W.-. Lo ha traido la chica. Ha dicho que asi disfrutaria mas.

– ?Mentira! -exclamo ella-. Me pedisteis que lo trajera. Me dijisteis que queriais pasar un buen rato y hasta me disteis dinero para que lo comprara, cabron.

P. W. se abalanzo hacia ella hecho una furia, pero lo detuve a tiempo y lo empuje; cayo en el sofa y a punto estuvo de hacerlo sobre el cadaver de James.

– ?Sientate! -ordene en tono energico; me sentia como intercediendo en una pelea de patio de colegio y no deteniendo a un hombre de mediana edad que se disponia a golpear a una nina cuarenta anos menor que el-. Ahora contadme lo ocurrido, por favor.

Espere en silencio. Finalmente, P. W. se encogio de hombros y me miro como pidiendo disculpas.

– Solo queriamos pasar un buen rato. Salimos a tomar unas copas y terminamos ciegos; ya sabes como le gustaba empinar el codo a James y la capacidad que tenia para arrastrar a todo el mundo. Ibamos a subir a un taxi cuando vimos a esta putita.

– ?Que te jodan! -espeto la chica.

– James se acerco a ella, le pregunto si le gustaria… bueno, ya sabes, y ella dijo que vale y…

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