de cualquier ofrecimiento generoso.
En cuanto a mi, lo ultimo que queria era mancharme las manos de sangre otra vez. La senora Amberton respondio que en su carro tardariamos una hora y que llegariamos al atardecer. Finalmente aceptamos acompanarlos, aunque un poco nerviosos.
– Al menos avanzaremos unos kilometros -me susurro Dominique al oido-. Y si no nos gusta, nos marchamos y ya esta.
Asenti con la cabeza. Una vez mas, acataba ordenes.
Mientras avanzabamos por el camino lleno de baches, oscurecio. En contra de la costumbre de la epoca, la senora Amberton conducia el carro e insistio en que Dominique se sentara delante con ella, mientras que su marido, Tomas y yo nos acomodamos detras. Como siempre, mi hermano se valio de las prerrogativas de su corta edad para quedarse dormido de inmediato. Por mi parte, permaneci despierto y dando conversacion al flatulento senor Amberton, que cada dos por tres se echaba al coleto un trago de whisky con visible fruicion y luego soltaba toses, carraspeos y escupitajos.
– ?A que se dedica usted? -pregunte para que la conversacion no languideciera.
– Soy maestro de escuela. Doy clase a cuarenta mocosos del pueblo. Mi mujer es cocinera.
– ?Y tienen hijos?
– Oh, no. -Amberton se echo a reir, como si la sola idea fuera un disparate-. Es por culpa del accidente que sufri en Londres. El caso es que no se me empina, ?entiendes? -susurro con una sonrisa. Me quede pasmado ante su falta de pudor-. Trabajaba en la construccion de unas casas en la ciudad y se me cayo encima una viga enorme. Al parecer me dejo fuera de servicio de forma permanente. Quiza vuelva a ser el que era algun dia, pero despues de tanto tiempo lo dudo. No me importa mucho, la verdad. A la senora Amberton no parece molestarla. Hay otras maneras de satisfacer a una mujer, ?sabes? Algun dia lo aprenderas, chico.
– Aja -murmure, y cerre los ojos; no queria conocer ningun detalle mas sobre la vida privada de los Amberton.
– A menos que tu y… -Senalo con la cabeza a Dominique, puso los ojos en blanco con lascivia, saco la lengua y la agito de forma repulsiva-. Vosotros dos…
– Es mi hermana -lo interrumpi.
– Ah. Te pido disculpas, hijo. -Solto otra carcajada-. Siempre digo que no hay que meterse con la madre, la hermana ni el caballo de un hombre.
Asenti en silencio y poco despues me quede dormido. Me desperte cuando entrabamos en Cageley.
11
En noviembre de 1892, a la tierna edad de ciento cuarenta y nueve anos, me encontre de nuevo en mi ciudad de nacimiento, Paris, en compania de mi mujer de entonces, Celine de Fredi Zela. Poco antes habiamos dejado nuestra casa de Bruselas para viajar a Madrid, donde pensabamos pasar un par de semanas, y de pronto se nos ocurrio hacer un alto en la capital francesa y visitar al hermano de Celine, que esa semana daria una conferencia en la Sorbona. Llevabamos casados tres anos y nuestro matrimonio no funcionaba. Sospechaba que acabariamos divorciandonos -un tramite que nunca me ha atraido-, y esas vacaciones suponian el ultimo esfuerzo por salvar nuestra relacion.
Nos habiamos conocido en Bruselas en 1888, donde yo vivia con cierto desahogo gracias a los beneficios de una opereta que habia escrito y producido para el teatro belga. Se titulaba
– ?Es una historia tan escalofriante! -exclamo mientras seguia con sus ojos pardos a los actores, que iban de un lado a otro presas de la excitacion que sigue a una representacion. A la gente ajena al teatro siempre le interesa la atmosfera que se respira entre bastidores-. La musica es muy hermosa; aunque esa pareja de jovenes comete un crimen espeluznante. Las dos cosas juntas crean un efecto pavoroso y a la vez conmovedor.
– Sin embargo -senale-, como se anuncia en el mismo titulo, es un crimen necesario. El chico se ve obligado a matar al hombre para evitar que este viole a su amada. Si no fuera por el…
– Por supuesto -me interrumpio-. Eso lo entiendo perfectamente. Pero me perturba la facilidad con que se deshacen del cadaver para proseguir su viaje. Eso en concreto me ha hecho imaginar el final que los aguardaba. En ese momento he sabido que todo acabaria en tragedia, que uno de los dos, o ambos, pagarian al final ese crimen. ?Que historia mas triste!
Estuve de acuerdo con ella y la invite a cenar, en compania de unos amigos, esa misma noche. Aunque no soy la clase de hombre que se ufana con las alabanzas de los demas, ese fue mi primer (y unico) exito en un escenario, y durante un tiempo me embriago la idea de ser un artista con talento. Por entonces aun ignoraba que mi verdadera vocacion no residia en la creacion, sino en el mecenazgo de las artes. A decir verdad, habia nacido en la epoca equivocada; de haber vivido unos siglos antes, sin duda habria rivalizado en magnanimidad con Lorenzo de Medici. Con Celine no tuve un amor a primera vista. En aquel entonces las mujeres belgas llevaban el cabello recogido en la nuca, muy tirante, y dejaban unos mechones sueltos por encima de las orejas. A Celine ese peinado no le sentaba bien, pues resaltaba su frente, demasiado protuberante. Sin embargo, a medida que avanzaba la noche su compania me resulto cada vez mas grata. Era inteligente y se sentia atraida por los mismos temas que yo. Ambos habiamos devorado el primer libro de la serie protagonizada por Sherlock Holmes,
Durante un tiempo fuimos felices, pero confieso que nuestro matrimonio se estropeo por mi culpa, pues me lie con una joven actriz -que, para ser franco, me importaba un bledo- y Celine lo descubrio. No me dirigio la palabra durante semanas, y cuando finalmente rompio su mutismo apenas lograba cruzar unas frases sin llorar. Le habia hecho mucho dano, y lo sentia de verdad. Durante esos meses de congoja me arrepenti de mi necedad una y otra vez, pues Celine me queria sinceramente y disfrutaba de nuestra vida en comun que, hasta ese momento, habia transcurrido dichosamente. Como entonces ya era ducho en esas lides, deberia haber reconocido una buena relacion cuando la veia, pero admito que suelo tropezar con la misma piedra una y otra vez.
Con el tiempo procuramos resolver nuestras diferencias y recuperar el antiguo estado de felicidad conyugal, y aunque convinimos en no volver a hablar del asunto, mi infidelidad quedo flotando entre ambos como un feo nubarron. Dia tras dia, en cualquier conversacion que mantuvieramos, por nimia que fuese, eramos conscientes de que aquello que no nos atreviamos a mencionar ocupaba nuestra mente por completo. Celine siempre estaba ensimismada, mientras que yo me sentia desdichado y culpable. Por mis actos irresponsables nuestras relaciones intimas perdieron intensidad, y abandonamos cualquier tipo de complicidad. Jamas me habia encontrado en una situacion asi: me habia portado muy mal con una persona, esta me habia perdonado y, pese a todo, en mi fuero interno sabia que el dano estaba hecho y nunca volveriamos a ser los de antes. No encontraba el modo de expiar mi crimen.
– Quiza vaya siendo hora de que pensemos en tener hijos -sugeri una tarde mientras jugabamos una partida