millones de dracmas, toda una fortuna en aquel tiempo. Si iba con cuidado, podria vivir el resto de mis dias de ese dinero.
Aunque no volveria a ver al baron de Coubertin hasta tres anos despues, durante ese tiempo segui su historia en los periodicos con interes. Su conferencia en la Sorbona habia sido bien acogida por el publico, aunque apenas habia tenido eco en la prensa, y mas tarde supe que Pierre habia viajado a Estados Unidos en compania de Celine para entrevistarse con representantes de las ocho universidades mas prestigiosas del pais a fin de promocionar su idea de los Juegos Olimpicos de la era moderna. Al parecer, Celine le hacia de secretaria y estaba volcada en el proyecto con un entusiasmo similar al de su hermano. El baron volvio a la Sorbona en 1894, fecha en que se tomo definitivamente la decision de celebrar los Juegos, con la asistencia de los representantes de doce paises. Pierre fue nombrado secretario general del proyecto y un griego llamado Demetrius Vikelas, presidente.
– Me habria gustado aplazar los Juegos hasta mil novecientos -me comento unos anos mas tarde-. Pense que tenia sentido inaugurar el nuevo siglo con unas Olimpiadas, pero perdi la votacion por once contra uno. Una vez que esos delegados se ponian en marcha, no habia quien los parase. Tenian prisa, y yo llevaba muchos anos planeando los Juegos para precipitarme en el ultimo momento. Habia dedicado demasiado tiempo y esfuerzo, la verdad.
Pierre tambien habria preferido celebrar los Juegos en Paris, pero Vikelas se nego aduciendo que Atenas, su sede en la Antiguedad, era mas apropiado. Acordaron celebrarlos cada cuatro anos y fijaron la fecha para la primera convocatoria de la edad moderna: abril de 1896. A continuacion se pusieron manos a la obra.
Estando en Paris de visita una vez mas, asisti a la recepcion de bienvenida del flautista Jure, que regresaba de su exitosa gira por Estados Unidos. Vi a Pierre en el jardin, enfrascado en una conversacion con una pareja de conocidos mios. Sali a saludarlos, y tendi la mano a Pierre, que me la estrecho calurosamente como si fueramos viejos amigos.
– No creo que hayamos tenido el placer de conocernos, senor -dijo no obstante y, como si fuera la primera vez que nos veiamos, anadio-: Me llamo Pierre de Fredi.
Rei, incomodo y sorprendido de que hubiera olvidado nuestra pasada relacion familiar.
– Claro que nos conocemos -proteste-. ?Acaso no se acuerda de que hace unos anos cenamos juntos en Paris, la noche anterior a su conferencia en la Sorbona?
Pierre parecio indeciso y se froto el bigote con las yemas de los dedos, nervioso.
– Estaba con su hermana -anadi.
– ?Mi hermana?
– Celine -le recorde-. En ese momento estabamos… casados. O sea, que era su cunado. De hecho, sigo siendolo, pues no nos hemos divorciado.
De pronto se dio una palmada en la frente, un gesto de afectacion que ya le habia visto otras veces, y me agarro de los hombros con fuerza.
– ?Claro! -exclamo con una sonrisa de oreja a oreja-. Entonces, si no me equivoco, usted debe de ser el senor Zela.
Estaba claro que Celine nunca le hablaba de mi.
– Matthieu, por favor.
– Si, claro, Matthieu -repitio, asintiendo con expresion pensativa mientras me apartaba suavemente-. De hecho, recuerdo esa noche muy bien. Si no me equivoco, os conte mis planes para los Juegos Olimpicos.
– En efecto -repuse, recordando su entusiasmo-. Y debo admitir que en su momento la idea, aunque me sedujo, me parecio un poco descabellada e impracticable. Jamas pense que llevaria las cosas tan lejos. He seguido sus aventuras con avidez en los periodicos y no puedo sino felicitarle por su trabajo.
– ?De verdad? -Pierre se echo a reir-. Asi que me ha seguido, ?eh? No sabe lo mucho que se lo agradezco…
– ?Que tal esta Celine? -lo interrumpi-. Imagino que la ve a menudo.
Se encogio ligeramente de hombros.
– Ahora vive conmigo, aqui en Paris. El proyecto de los Juegos la cautivo de inmediato, y debo reconocer que se ha vuelto indispensable para mi. Valoro enormemente sus consejos y su animo, por no hablar de sus habilidades como anfitriona. Nunca habiamos estado tan unidos, ni siquiera cuando eramos ninos -afirmo, y de pronto adopto un tono levemente altivo para anadir-: Sufrio mucho por su culpa, ?sabe, senor Zela?
– Matthieu -insisti-. Lo se, se lo aseguro. Y la echo mucho de menos, Pierre. ?Puedo preguntarle si Celine esta saliendo con alguien en estos momentos?
Respiro hondo y miro alrededor, como si reflexionase sobre la mejor respuesta a mi pregunta.
– Celine esta consagrada a su trabajo y a mi. Mejor dicho, a nuestro trabajo -aclaro-. Ocurriera lo que ocurriese en el pasado, creo que ya lo ha olvidado. Ha pasado pagina. Sin embargo, no sale con ningun hombre, si se refiere a eso. Despues de todo, sigue estando casada.
Asenti y me pregunte si seria tan comedido con alguien que hubiera tratado a mi hermana con la desconsideracion que yo habia tenido con la suya. Estimando inapropiado seguir hablando de Celine a espaldas de esta, cambie de tema y lo felicite una vez mas por sus logros, el unico tema aparte de su hermana que nos interesaba a los dos. De nuevo fue como si hubiera encendido las luces de un arbol de Navidad en una habitacion a oscuras: se le ilumino el rostro, le chispearon los ojos y se sonrojo ligeramente, y la incomodidad del momento se desvanecio como por ensalmo.
– Debo admitir que muchas veces crei que no lo conseguiriamos. ?Y pensar que ahora tenemos los Juegos Olimpicos a la vuelta de la esquina! Solo faltan diecisiete meses.
– ?Y esta preparado?
Abrio la boca para responder, pero cambio de parecer y recorrio el jardin con la mirada, un tanto nervioso.
– ?Por que no entramos? -propuso al fin-. Busquemos un lugar tranquilo donde hablar. Me gustaria que me aconsejaras en algunos asuntos -anadio, tuteandome por fin-. Te has convertido en todo un hombre de negocios, ?verdad?
– He ganado algo de dinero ultimamente -reconoci.
– Bien, bien -repuso con presteza-. Entonces quiza puedas ayudarme en cierto asunto. Entremos.
Dicho esto, me cogio del brazo y me condujo a una habitacion del primer piso. Tras acomodarnos junto a la chimenea, me conto sus problemas y yo le explique el modo en que podia contribuir a resolverlos.
Una semana mas tarde estaba en Egipto ultimando mis negocios, y busque ansiosamente en los periodicos noticias sobre los Juegos. Para mi sorpresa, descubri que se habia decidido celebrarlos en Atenas sin previa consulta al gobierno griego, que no andaba tan sobrado de dinero como para despilfarrarlo en una Olimpiada. En consecuencia, Hungria se ofrecio como pais anfitrion, con la condicion de que se diera a un alto cargo de Budapest un puesto equivalente al de Vikelas. Eso significaba que apartarian de las negociaciones a Pierre, a quien la mera posibilidad lo desmoralizaba.
– Esa es la razon por la que querria esperar hasta mil novecientos -me habia contado en la fiesta de bienvenida a Jure mientras bebiamos una copa tras otra de vino. Estaba serio y tenso, pero procuraba no pensar en que fuera a ocurrir lo peor-. Aun nos queda un largo camino por recorrer. Atenas no esta preparada, por no hablar de Budapest. Si se esperase unos anos mas todo saldria a la perfeccion. Tal como estan las cosas, el sueno de las Olimpiadas de la era moderna se desvanecera.
De pronto comprendi que se me presentaba la oportunidad de compensar a Celine por la tristeza que le habia causado en el pasado. Si se enteraba de que habia ayudado a su hermano a ver cumplido aquello que ambicionaba, quiza me perdonase. No esperaba que nos reconciliaramos -ni siquiera estaba seguro de que quisiera volver con ella-, pero entonces, como ahora, acostumbraba pagar mis deudas y odiaba herir a las personas innecesariamente. Habia mortificado a mi mujer; ahora tenia la oportunidad de ayudar a su hermano. Era de justicia que lo hiciera.
Pierre queria que los Juegos se celebraran en Atenas, y por eso nos reunimos con el principe heredero de Grecia, Constantino, que ya habia creado varios comites destinados a recaudar fondos. Despues viaje de nuevo a Egipto y me entreviste con George Averoff, uno de los hombres de negocios mas importantes del pais. Famoso benefactor de la causa griega, habia pagado la construccion de la escuela politecnica de Atenas, la academia militar y la prision para menores, entre otros lugares de bien comun. En los ultimos anos lo habia frecuentado mucho y, aunque sabia que Averoff poseia medios suficientes para financiar un proyecto de esa envergadura,