tambien era consciente de que nuestra relacion distaba de ser cordial. Yo habia cometido el error de airear, en una entrevista aparecida en un periodico local, mis opiniones sobre los planes urbanisticos de la ciudad y el uso de ciertos terrenos propiedad de Averoff. Aunque trabajabamos en proyectos similares, el era infinitamente mas rico que yo (solo los intereses ya le reportaban unos ingresos anuales que ascendian a la mitad de mi capital). En esa epoca me sentia en baja forma y solo me faltaba ver por toda Alejandria letreros con el nombre «Averoff» en lugar de «Zela». Consideraba una afrenta personal no recibir el respeto y la admiracion de que disfrutaba el gran empresario. Por esa razon, en la entrevista hasta me permiti una pequena burla y afirme que las ventanas altas y los acabados rococo de sus edificios, que constituian su toque personal, afeaban a tal punto la gran ciudad que eran como granos que le hubieran salido a Alejandria en el rostro. Anadi unas cuantas sandeces mas, pueriles e impropias de una persona de mi posicion. Poco despues, un empleado de Averoff me visito para comunicarme que, aunque en esa ocasion no iban a ponerme una denuncia por difamacion, Averoff agradeceria que no volviera a mencionar su nombre en los medios de comunicacion. Me sentia tan avergonzado de la imagen de mentecato simplon que habia ofrecido en la entrevista que le di mi palabra. Por eso, la idea de reunirme con el, sombrero en mano, y pedirle ayuda no me hacia especial ilusion.
Me cito en su despacho un sabado al mediodia del verano de 1895. Estaba sentado a un gran escritorio de caoba, pero se levanto de inmediato y se acerco para estrecharme la mano efusivamente, lo cual me sorprendio. Su cabello gris habia emblanquecido completamente desde la ultima vez que lo habia visto, y me recordo al escritor estadounidense Mark Twain.
– Me alegro de volver a verlo, Matthieu -dijo mientras me acompanaba a un mullido sofa situado ante un sillon de orejas, en el que se sento-. ?Cuando fue la ultima vez?
– Hace un ano mas o menos -conteste un poco nervioso, indeciso sobre si debia pedir disculpas por mi comportamiento del pasado o hacer como si no hubiese ocurrido nada. Para tranquilizarme me dije que un hombre de su posicion y con tantas responsabilidades no podia acordarse de todos y cada uno de los desaires que recibia-. Si no me equivoco, en la fiesta de Krakov.
– Ah, si. Fue terrible lo que le ocurrio, ?verdad?
(Solo unas semanas atras, Petr Krakov, ministro del gobierno, habia sido abatido a tiros ante las puertas de su casa. Nadie habia reivindicado el atentado y se sospechaba de cierto movimiento clandestino, lo que no dejaba de resultar sorprendente, pues Alejandria era todo menos una ciudad violenta.)
– Espantoso -convine-. Quien sabe en que asuntos estaria metido… Un final tragico, ciertamente.
– Bueno, no vale la pena especular -se apresuro a decir, como si se callara algo-. Tarde o temprano sabremos la verdad. Hablar por hablar no nos llevara a ninguna parte.
Observe su expresion. ?Seria una indirecta? No sabia que pensar, pero al final decidi que no habia querido insinuar nada, al menos por el momento. Tenia la mesa cubierta de fotos enmarcadas y le pregunte si podia mirarlas. Sonrio e hizo un ademan de asentimiento.
– Esta es mi mujer, Dolores. -Senalo a una dama de aspecto jovial que posaba a su lado en una de las fotos y que parecia estar envejeciendo con dignidad. Sus rasgos eran hermosos y saltaba a la vista que habia sido una belleza en su juventud y quiza una mujer deslumbrante en la madurez-. Y estos son mis hijos. Y algunas de sus respectivas esposas e hijos.
Era una familia muy numerosa y, mientras me ensenaba sus retratos, Averoff rezumaba orgullo; una vez mas, senti envidia de el. En un plano profesional, Georges Averoff y yo teniamos vidas muy semejantes: ambos eramos empresarios y ganabamos mucho dinero gracias a nuestra inteligencia y astucia; sin embargo, mi vida familiar era muy pobre comparada con la suya. ?Como era posible que despues de todos mis matrimonios y relaciones (fracasados en su mayoria) no hubiera tenido siquiera un hijo o algo parecido a una familia feliz? Quiza fuese cierto eso de que solo hay una mujer adecuada para cada hombre, y yo la habia perdido. Aunque nunca se me hubiera ocurrido pensar que podria conservarla.
– Digame, querido Matthieu -prosiguio con una amplia sonrisa mientras volviamos a tomar asiento frente a frente-, ?a que se debe su visita?
Conte los acontecimientos vividos durante los ultimos meses y describi con detalle los geniales planes de Pierre, que parecian mas y mas condenados al fracaso a medida que pasaba el tiempo. Mostre la carta en peticion de ayuda que le escribia el principe heredero Constantino y enumere la serie de desastres que habian conducido a que se planteara la posibilidad de celebrar las Olimpiadas en Hungria. Apele a su patriotismo, subrayando lo importante que seria para Grecia albergar los primeros Juegos de la era moderna; en honor a la verdad, no tuve que explayarme demasiado, pues de inmediato George se comprometio a ayudar.
– Por supuesto que colaborare -insistio extendiendo los brazos-. Se trata de un hito de la mayor importancia. Hare todo lo que este en mi mano, se lo prometo; pero digame, Matthieu, ?a que se debe su interes? Que yo sepa usted no es griego.
– Naci en Francia.
– Me lo imaginaba. Entonces, ?por que se toma tantas molestias para ayudar a los griegos y a De Coubertin? Es raro, ?no cree?
Clave la mirada en el suelo, sin saber si debia hablarle de mis verdaderos motivos.
– Hace unos anos -dije finalmente- contraje matrimonio con la hermana de Pierre de Fredi. De hecho, seguimos casados. Con ella me porte de un modo… digamos lamentable. Eche a perder lo que podria haber sido una relacion maravillosa y le hice mucho dano. No me gusta herir a las personas, Georges. Ahora intento compensarla.
Asintio lentamente.
– Entiendo. ?E intenta que vuelva con usted?
– No creo que pueda. Para serle sincero, al principio esa eventualidad no estaba dentro de mis planes. Solo queria ayudarla de alguna manera. Aunque ultimamente nos hemos vuelto a acercar gracias al asunto de los Juegos y los antiguos sentimientos han vuelto a aflorar. Al reencontrarnos, ella me hizo un gran favor. Tengo un sobrino, Thom, cuya vida no ha sido facil. Su padre murio en circunstancias violentas cuando el era un nino de pecho y su madre se volvio alcoholica. Hace poco el chico vino a verme; acababa de salir de la carcel, donde habia cumplido condena por un delito menor, y parecia necesitar desesperadamente un poco de estabilidad en su vida. Haciendo gala de su generosidad habitual, Celine le ofrecio un trabajo de auxiliar administrativo en su despacho, que le ha venido a mi sobrino como anillo al dedo, pues necesita dinero y algo que hacer durante el dia. Ignoro la razon, pero el chico no quiere saber nada de su tio, ni acepta nada que provenga de mi. Celine se ha portado con el como un angel y todo debido a nuestra antigua relacion. Creo que tengo que… -Enmudeci, sorprendido conmigo mismo por lo que estaba diciendo-. Perdon. No creo que le interese oir todas estas nimiedades. Debo de parecerle un hombre ridiculo.
Se encogio de hombros y rio con cortesia.
– Al contrario, Matthieu. Siempre es interesante conocer a un hombre que tiene conciencia. Hasta diria que pertenece a una especie rara. ?De donde la ha sacado usted?
Dudando si me tomaba el pelo o no, sonrei; estaba claro que aludia a nuestra disputa del pasado. De repente senti un enorme respeto por ese hombre y decidi contarle la verdad.
– Una vez mate a una persona. La unica mujer que he querido de verdad. Y despues de eso jure no hacer dano a nadie nunca mas. La conciencia, como usted la llama, se desarrollo a partir de ese momento.
Averoff dono a la fundacion Olympic casi dos millones de dracmas, suma que se invirtio en la reconstruccion del estadio Panathinaiko, donde iban a celebrarse los Juegos. La edificacion original del estadio databa del 330 a. C, pero se habia ido desmoronando a lo largo de los siglos y llevaba cientos de anos bajo tierra. El principe heredero mando erigir una estatua en honor de Averoff -obra del famoso escultor Vroutos- en la entrada del estadio; la vispera de la inauguracion de los Juegos Olimpicos, el 5 de abril de 1896, la escultura se descubrio solemnemente.
No cabia en mi de alegria ante lo facil que me habia resultado reclutar a Averoff para nuestra causa. Habia previsto perder meses en reuniones y discusiones sin fin, mientras el tiempo se nos echaba encima y la perspectiva de celebrar los Juegos en Budapest iba afianzandose. Cuando regrese a Atenas, apenas una semana despues, cenia el laurel de la victoria. Pierre conservaria el cargo, los Juegos se celebrarian en Atenas, y al fin habia podido compensar todo el dolor que habia causado a mi mujer.
– Vaya -dijo Celine poco despues-. Cuando quieres puedes hacer muy bien las cosas. Pierre esta feliz. Se habria hundido si se hubieran perdido los Juegos.
