aun la sulfurara al cabo de tantos anos.

– Al final nos escapamos, nos casamos y marchamos a Londres. Durante un tiempo su padre apenas nos dirigio la palabra, pero despues parecio olvidarlo todo. Bueno, no todo, porque se acordaba del jamon que se habia zampado en nuestro banquete de bodas; solia decir que le habia ocasionado un terrible dolor de estomago.

– Al final se volvio un poco… -murmuro la senora Amberton, dandose golpecitos en la sien con un dedo para no pronunciar la odiosa palabra-. A veces se creia Jorge II; otras, Miguel Angel, y no se cuantos personajes historicos mas. Siempre pienso que cualquier dia va a pasarme lo mismo.

– No digas eso, querida -dijo su marido-. Es una idea terrible, de verdad. En caso de que ocurriera me veria obligado a abandonarte.

– De modo que cuando mi padre paso a mejor vida -continuo ella-, heredamos un poco de dinero y vinimos a vivir a Cageley, donde mi marido monto la escuela. Mi hermana vive con su esposo en el pueblo vecino, y yo queria estar cerca de ellos. Mi marido goza de una enorme popularidad entre los ninos, ?verdad, carino?

– Me gusta pensar que es asi -repuso muy orondo el senor Amberton.

– Ahora tiene cuarenta alumnos. Esos ninos estan recibiendo la mejor educacion posible al tenerlo a el como profesor. Que buen futuro les espera, ?eh?

En esa alegre chachara transcurrieron nuestras primeras noches; era como si al contarnos su vida los senores Amberton nos facilitaran nuestra adaptacion a una vida familiar que acababamos de estrenar. Y por mucho que me horrorizaran ese parloteo sin fin y las toses, las ventosidades, los escupitajos y eructos del hombre, no podia negar que cada vez me encontraba mas a gusto con aquel matrimonio. Ahora pienso que si no fuera porque al final ocurrio lo que tenia que ocurrir, me habria quedado alli para siempre. Con dieciocho anos cumplidos consegui un empleo y me inicie en el inhospito mundo del trabajo legal.

A las afueras de Cageley se alzaba una gran mansion propiedad de sir Alfred Pepys. El y su mujer, lady Margaret, constituian la aristocracia local y eran muy respetados en el pueblo, pues la familia llevaba mas de trescientos anos alli. Eran banqueros muy acaudalados y, aparte de la propiedad de Cageley, que tenia ciento veinte hectareas, poseian una mansion en Londres y una casa en las Tierras Altas de Escocia, ademas de un sinfin de pequenas propiedades en otras partes de Inglaterra. Pocos anos antes de nuestra llegada al pueblo, sir Alfred y su mujer se habian trasladado a la casa solariega despues de dejar sus negocios en Londres en manos de sus tres hijos varones, quienes los visitaban de vez en cuando. La pareja disfrutaba de una vida tranquila en la que la caza y la equitacion constituian sus unicas actividades extravagantes. En cuanto a su relacion con los lugarenos, ni los trataban de forma despotica ni establecian vinculos mas alla de la mera cortesia.

El senor Amberton consiguio sendos trabajos para Dominique y para mi en la mansion como ayudante de cocina y mozo de cuadra respectivamente. No cobrariamos mucho, pero al menos tendriamos un sueldo, y nos alegramos de poder ganarnos la vida honradamente. Mi supuesta hermana se alojaria en las dependencias del servicio, mientras que yo seguiria viviendo en casa de los Amberton. A diferencia de mi, a quien este arreglo no podia disgustar mas, Dominique estaba encantada de conseguir un grado de independencia que ansiaba desde hacia tiempo. Tomas empezo a asistir a la escuela del senor Amberton y demostro tener gran facilidad para la lectura y el teatro, lo que me consolo un poco de todo lo demas. Amenizaba la velada contandonos lo que habia ocurrido durante el dia y acompanaba sus relatos con perfectas caricaturizaciones no solo de sus condiscipulos, sino tambien de su profesor y casero. Al parecer poseia el talento para el teatro que a su padre desgraciadamente le habia faltado.

El dia empezaba a las cinco de la manana, cuando me levantaba y recorria los veinte minutos que habia entre la casa de los Amberton y los establos de Cageley House. Junto con otro palafrenero de mi edad, Jack Holby, preparabamos el desayuno de los ocho caballos antes de dar cuenta del nuestro, y a continuacion pasabamos unas horas almohazando y cepillando a los animales hasta que les dejabamos el pelaje brillante. Sir Alfred salia a cabalgar por la manana y exigia que sus caballos estuvieran impecables. Nunca sabiamos cual escogeria ni si llegaria acompanado de algun invitado, asi que nos esforzabamos porque todos y cada uno de ellos tuviera un aspecto inmejorable. Creo que en la epoca que Jack y yo trabajamos alli no habia un caballo mejor cuidado en toda Inglaterra. Hacia las once teniamos una hora libre para comer algo en las cocinas y despues nos sentabamos al sol y fumabamos una pipa durante veinte minutos, un habito afectado en el que Jack me habia iniciado.

– Cualquier dia ensillare un caballo, lo montare y me largare de aqui -dijo Jack en una ocasion, apoyado contra una bala de heno con una taza de te humeante en las manos. Dio una calada a su pipa y anadio-: Sera la ultima vez que vean a Jack Holby por aqui.

Tendria unos diecinueve anos y exhibia una melena dorada y lacia que le ocultaba buena parte de la cara, por lo que, en un gesto instintivo de acicalamiento, debia quitarse el pelo de los ojos continuamente. No entendia por que no se cortaba el flequillo y acababa de una vez.

– Pues a mi me gusta estar aqui -repuse-. Todo esto es nuevo para mi. Nunca habia trabajado hasta ahora, y la verdad es que no esta tan mal.

Era sincero: la rutina diaria, la conciencia de que debia realizar las mismas tareas todos los dias y que a cambio me pagarian, me reconfortaba. El viernes por la tarde, el dia de la paga, era el ser mas feliz de la tierra.

– Lo dices porque todavia es una novedad para ti. Yo no he hecho otra cosa desde los doce anos, y ya he ahorrado lo suficiente para largarme de aqui. Te lo advierto, Mattie, en cuanto cumpla veinte me las piro.

Los padres de Jack trabajaban en la mansion, el senor Holby como segundo mayordomo y su madre de cocinera. Ambos eran personas muy agradables, pero apenas los veia. Jack, por su parte, me tenia fascinado. Aunque solo me llevaba un ano o dos y habia vivido en un ambiente protegido, parecia mucho mas maduro que yo y consciente de adonde queria llegar. Eso era lo que nos diferenciaba fundamentalmente: Jack era muy ambicioso debido a la existencia apacible y sin cambios que habia tenido durante tantos anos, mientras que yo carecia de objetivos. Holby habia vivido en Cageley House lo suficiente para saber que no queria trabajar en una cuadra el resto de sus dias; yo, en cambio, llevaba demasiado tiempo dando tumbos para valorar un poco de estabilidad. Nuestras diferencias nos acercaron en lugar de alejarnos, y pronto nos hicimos muy amigos. Jack era el primer chico de mi edad que conocia que no robaba, y solo por eso merecia toda mi admiracion. En lugar de dejarse arrastrar por la pereza y la avaricia como mis antiguos compinches y yo, el sonaba.

– Te dire como es este lugar en realidad -prosiguio-. Por un lado hay treinta personas trabajando como burros para mantener la casa y la finca en perfectas condiciones, y por el otro estan los dos senores, sir Alfred y su mujer. ?Treinta personas trabajando para dos! ?Que te parece? Ah, y de vez en cuando viene de visita cualquiera de sus estirados hijos, que nos tratan como si fueramos bosta de caballo… No los soporto.

– Aun no he visto a ninguno.

– Ni falta que te hace, creeme. El mayor, David, es un tipo larguirucho que esta siempre en la luna; va de un lado a otro y jamas se rebaja a hablar con el servicio. El mediano, Alfred Junior, es todavia peor, pues es religioso. Nunca he conocido a nadie que te hable de una forma tan condescendiente; es como si pensara que lo suyo es conversar con el Altisimo y no con simples pecadores. Y en cuanto al menor, Nat, es el mas impresentable, un autentico canalla. Lo he comprobado en mas de una ocasion. Una vez se encapricho con mi Elsie y no dejo de molestarla hasta que ella cedio. Despues la dejo y ahora ni siquiera le dirige la palabra. Ella lo odia, pero ?que quieres que haga? No tiene adonde ir y no puede dejar el trabajo. Mas de una vez he pensado en matarlo, pero he decidido que no voy a sacrificar mi vida por la suya, no senor, eso si que no. Me gusta Elsie, pero no tanto. Uno de estos dias el senorito recibira su merecido, ya lo veras.

Elsie, que trabajaba como chica de la limpieza en la mansion, habia sido novia de Jack. Segun me conto mi amigo, Nat Pepys se habia insinuado a la joven en una de sus visitas a Cageley; y durante varios fines de semana habia regresado con regalos para engatusar a la joven, hasta que al fin logro salirse con la suya. Todo ese asunto habia hecho mella en Jack, no porque estuviera enamorado de Elsie -en realidad no lo estaba- sino porque le asqueaba ver que Nat podia conseguirlo todo gracias al dinero, mientras que el estaba atascado en un establo paleando mierda de caballo. Pero lo que mas rabia le daba era que el hijo de su patron ni siquiera sabia que existia. El rencor lo consumia, a tal punto que no podia dormir pensando en el dia que dejaria Cageley para empezar una nueva vida.

– Y entonces nunca volveran a darme ordenes.

Por mi parte rezaba para que no se fuese, pues empezaba a valorar mucho nuestra amistad. Trabajaba con ahinco y ahorraba un poco cada semana por si algun dia me sentia tan mal como Jack y necesitaba marcharme;

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