Un ano crucial en mi vida fue 1793, pues creo que entonces deje de envejecer fisicamente. No logro precisar la fecha exacta ni asociar ese fenomeno a un acontecimiento concreto -tampoco estoy seguro de que fuera ese ano-, pero recuerdo que alrededor de esa fecha la tendencia natural de mi cuerpo a deteriorarse se detuvo. Tambien fue en 1793 cuando tuve una de las experiencias mas desagradables de mi vida. El suceso me marco tanto que solo de recordar como acabo el ano me invade una profunda amargura respecto a la condicion humana. Aun asi, por desagradable que me resultara, sigue siendo una de las epocas mas memorables de mi vida.

En 1793 cumpli cincuenta anos y, salvo por mi acatamiento a penosas modas de entonces, como llevar el pelo largo y recogido en una coleta o vestir trajes ridiculos y amanerados, entre mi aspecto de esos dias y el de hoy, doscientos seis anos mas tarde, apenas hay diferencia. Con el tiempo segui midiendo el metro ochenta y cuatro que habia alcanzado en mi juventud; mi peso normal, que oscilaba entre ochenta y seis y cien kilos, se estanco en unos satisfactorios noventa y tres, y la piel no se ajo ni arrugo como en las personas de mi edad; hacia tiempo que habia perdido pelo y encanecido, lo que me daba un aire distinguido que no dejaba de complacerme. En general me instale en una mediana edad mas que satisfactoria que aun no he superado. De modo que en 1793, cuando la Revolucion francesa llego a su punto culminante, inicie el proceso que me convertiria en un ladron de tiempo.

Hacia veinte anos que vivia en Inglaterra, aunque mi trigesimo cumpleanos me habia sorprendido en el continente, donde llevaba casi una decada trabajando en instituciones bancarias y no me habia ido del todo mal. Entonces volvi a Londres y tras un par de negocios exitosos inverti con acierto y entable amistades influyentes en el mundo de la banca que apoyaron mis iniciativas. No tarde en comprar una casa y reunir un capital considerable que me producia cuantiosos reditos. Trabaje de firme y gaste con inteligencia. Mi principal preocupacion durante esos anos era conseguir una vida comoda, y jamas dedique un pensamiento a mi felicidad personal o espiritual. Mis unicas ocupaciones consistian en trabajar y ganar dinero, pero al cabo de un tiempo comprendi que eso no bastaba y que buscaba algo mas.

Nunca habia pensado quedarme en Londres para siempre, y al cumplir los cincuenta empece a arrepentirme de no haber viajado mas. En ese momento no podia evitar sentir que mi existencia se dirigia placidamente hacia su fin, pues entonces no era habitual sobrepasar el medio siglo de vida, y a veces me reprochaba no haber aprovechado mas mi juventud para conocer mundo. Cuando examinaba mi vida, veia dinero donde deberia haber habido una familia feliz, y eso me deprimia. Que poco imaginaba entonces las muchas relaciones amorosas que me depararia el destino, los numerosos viajes que emprenderia y los incontables anos que tenia por delante. Entonces lo unico que pensaba era que habia malgastado mi vida.

En Londres vivia en una casa demasiado grande para mi solo, de manera que hacia unos meses habia dejado que mi sobrino se trasladara a vivir conmigo. Tom era mi primer sobrino verdadero, el hijo de mi medio hermano, con quien habia viajado a Londres en 1760, y, como la mayoria de sus descendientes, se trataba un chico problematico que no hacia nada por salir adelante. Al contrario, iba de un trabajo a otro hasta que se hizo demasiado mayor para aspirar a algo mejor. Creo que esperaba mi muerte para heredar (cuan lejos estaba de imaginar, pobre infeliz, que podia confiar en eso menos aun que en todo lo demas). Una noche en que me sentia especialmente abatido por los derroteros que habia tomado mi existencia, estaba en casa con Tom y nos pusimos a fantasear con la idea de emprender un viaje juntos.

– Podriamos ir a Irlanda -sugirio el-. No esta lejos y seria muy agradable pasar una larga temporada alli. Siempre he querido vivir en el campo.

Negue con la cabeza.

– No me parece un buen lugar. Es pobre y deprimente, y no para de llover. El mal tiempo perjudica la salud. Aun me entristeceria mas de lo que estoy.

– ?Y Australia?

– Todavia peor.

– Entonces vayamos a Africa. Hay un continente entero por explorar.

– Hace mucho calor y es demasiado atrasado. Ya me conoces, Tom, me gustan las comodidades. Soy europeo hasta la medula, y al otro lado del Canal es donde me siento mas feliz. Aunque admito que he estado en pocos lugares.

– Pues yo nunca he salido de Inglaterra.

– Eres joven y tienes mucho tiempo por delante.

Tom se quedo callado, pensando en mis palabras. Al fin y al cabo era yo quien pagaria el viaje, y tal vez le avergonzaba proponer un destino, o tal vez no.

– Podriamos ir a algun pais europeo -murmuro al rato-. Hay mucho que ver. ?Que tal Escandinavia? Suena muy bien.

Estuvimos discutiendo un rato mas hasta que al fin llegamos a un acuerdo. Pasariamos seis meses viajando por Europa, visitando los lugares de interes arquitectonico, las galerias de arte y los museos. Tom seria mi acompanante y secretario, ya que durante el viaje tendria que seguir ocupandome de mis negocios, habria que redactar cartas, convocar reuniones y levantar actas. Para tratarse de un Tomas, debo reconocer que era bastante eficiente, y pense que podia confiarle con toda tranquilidad esas tareas.

Unos meses mas tarde, mientras tomabamos el fresco en la terraza de un hotel de Locamo, Suiza, tras una ardua jornada subiendo y bajando montanas en compania de unas damas que habian demostrado mucha mas energia y devocion por la causa que cualquiera de nosotros dos, Tom expreso su deseo de visitar Francia. Senti un escalofrio. Francia era el ultimo lugar del mundo al que queria ir por todos los malos recuerdos que me despertaba, pero Tom insistio.

– Despues de todo, soy medio frances -argumento-. Me gustaria conocer el lugar donde crecio mi padre.

– Tu padre crecio en Dover y luego en un pueblo pequeno llamado Cageley -replique malhumorado-. Para eso deberiamos habernos quedado en Inglaterra, pues ya sabes que tu padre se marcho de Paris cuando era nino.

– Pero alli nacio y vivio sus primeros anos. Ademas, mis abuelos eran franceses, ?no?

– Si -admiti a reganadientes-. Lo eran.

– Y tu eres un frances de pura cepa. Desde que te marchaste de alli siendo un nino no has vuelto. Seguro que te mueres de ganas de ir y ver como ha cambiado todo.

– En primer lugar, ya entonces no me gustaba -repuse-. No se por que tendria que sentir nostalgia.

Estaba tan seguro de no querer volver que intente quitarle la idea de la cabeza por todos los medios; sin embargo, el deseo de conocer sus origenes era muy profundo. Tom me recrimino por no llevarlo a conocer las calles donde habiamos crecido, la ciudad donde mis padres habian vivido y muerto, el lugar que habiamos abandonado para empezar una vida nueva.

– ?Y si te cuento como eran? -propuse-. Si quieres puedo relatarte muchas historias sobre nuestros primeros anos en Paris, como se conocieron tu abuelo y mi madre. Veras… una tarde, cuando mi madre salia del teatro, un nino…

– Conozco la historia, tio Matthieu -me interrumpio con exasperacion-. Me has contado todas esas historias en innumerables ocasiones.

– Todas no, seguro.

– Bueno, casi todas. No es necesario que me las expliques otra vez. Quiero ir a Paris -insistio-. ?Es eso pedir demasiado? Seguro que en el fondo tienes curiosidad por ver como ha cambiado en los ultimos treinta anos. Cuando te fuiste estabas sin blanca, ?no te gustaria regresar ahora que has triunfado y ver en lo que se ha convertido en tu ausencia?

Asenti. Tenia razon, por supuesto. A mi pesar, debia reconocer que nunca habia dejado de pensar en Francia. Aunque no me inspiraba grandes sentimientos patrioticos, me sentia frances, y pese a no guardar buenos recuerdos de Paris, esta seguia siendo la ciudad donde habia nacido. A veces aun tenia pesadillas relacionadas con la muerte de mi padre, el asesinato de mi madre y la ejecucion de mi padrastro, pero aun asi la ciudad seguia ejerciendo en mi una extrana y comprensible fascinacion. Tom estaba en lo cierto; claro que queria volver a Paris. A finales de 1792 proseguimos nuestro viaje por Europa, deteniendonos durante semanas en lugares de interes, y en la primavera del ano siguiente llegamos a nuestro destino, mi ciudad natal.

Tom era un chico un poco sadico, un defecto que al final seria su perdicion. Aunque incapaz de matar una mosca, disfrutaba viendo sufrir a otras personas: era un voyeur del padecimiento ajeno. En Londres frecuentaba las peleas de gallos, y al volver a casa tenia la mirada turbia. Le gustaba mucho el boxeo

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