llego el turno al chico. Lo arrastraron hasta la guillotina. Antes de colocarle el cepo, se quedo de pie ante la multitud sin oponer resistencia, mirandonos, suplicando, con la cara banada en lagrimas y los ojos rojos de tanto llorar. A diferencia de la mujer que lo habia precedido, el sabia perfectamente lo que ocurria y estaba aterrorizado. No debia de tener mas de quince anos. Observe que se le estaba formando una mancha en los pantalones; el muy cobarde se estaba meando encima, y la fina tela se le pegaba a la pierna y le daba un aspecto indigno. Mientras lo colocaban en el cepo forcejeo desesperado, pero era demasiado debil para enfrentarse a esos hombretones, y al cabo de un minuto su vida se habia apagado tambien.

– ?De que se lo acusaba? -pregunte asqueado-. ?A quien habia traicionado ese pobre chico?

Therese me miro fijamente, con una sonrisa en los labios, y no creyo necesario responder. Estaba a punto de llegar al climax de su historia, y por mucho que me pesara queria que continuase.

– Cuando condujeron al rey al pie del cadalso la muchedumbre enmudecio por primera vez -prosiguio-. Luis XVI miro a la gente; en su rostro se mezclaba el estoicismo y el pavor. Abrio la boca como si fuera a pronunciar unas palabras, pero no pudo, de modo que lo arrastraron hasta la guillotina. Admito que el ambiente era irrespirable, pues nadie sabia lo que ocurriria despues de que lo decapitaran. ?Y si llegaba el fin del mundo? Se produjo un breve altercado entre los verdugos, pues ninguno queria colocar al rey en el cepo, pero al final uno dio un paso adelante y una vez mas bajaron la media luna de madera. El rey levanto un poco la cabeza en un ultimo esfuerzo por mirarnos, mientras en sus ojos se reflejaba la luz del sol. Entonces pronuncio sus ultimas palabras. «Muero inocente y perdono a mis enemigos», grito, sin duda esperando salvarse gracias a esas palabras vacias de significado. «Y deseo que mi sangre…» La cuchilla bajo a gran velocidad, la cabeza cayo en la cesta y el cuerpo se sacudio. La multitud aullo presa del delirio. El rey habia muerto.

Nos quedamos callados. Vislumbre el rostro de Tom, brillante de sudor en la penumbra de la habitacion iluminada por el fuego. Therese se estremecio un poco al recostarse en el sillon y beber un sorbo de vino. Mire a los dos jovenes sin saber que decir, a tal punto me habia turbado la historia. Al cabo, pregunte:

– Dime, Therese, ?que pensaste al ver como guillotinaban a esas personas? Una mujer inocente, un muchacho, un rey… ?Como te sentiste?

Tenia el vaso apoyado en los labios y el intenso reflejo rojo del vino me parecio apropiado para nuestro tema de conversacion. Aparto la mirada y respondio con voz profunda:

– Desagraviada.

Mi estancia en Paris se prolongo mas de lo que preveia. Con el tiempo, la notable influencia de Therese sobre Tom se invirtio y las ideas sediciosas de ella se vieron eclipsadas por el fervor revolucionario de mi sobrino. Aunque debia reconocer que ya no era el gandul de unos meses atras, el camino por el que lo arrastraban sus pasiones me daba muy mala espina. Viaje por el pais y en mas de una ocasion pense en romper relaciones con mi sobrino y volver a Inglaterra, pero, como era consciente de que dependia de mi caridad, no me atrevi. Vivi una temporada en el sur de Francia -donde el ambiente estaba casi tan cargado como en Paris- y a continuacion fui a los Alpes a pasar unas semanas. Alli reinaba la paz, y el blanco manto de nieve supuso un enorme descanso para mis ojos, acostumbrados al rojo omnipresente en la capital. Cuando a finales de 1793 volvi a Paris, descubri que Tom se habia convertido en un revolucionario consumado.

En poco tiempo habia conseguido sumarse a las filas del poder jacobino y ahora trabajaba como secretario de Robespierre, el principal garante del Terror. Su relacion con Therese se habia estabilizado y juntos habian dejado la pension para compartir un apartamento cerca de la rue de Rivoli, y alli me dirigi una oscura tarde de viernes poco antes de Navidad.

Tom habia cambiado mucho. En seis meses parecia haber envejecido seis anos. Llevaba el cabello muy corto, se le marcaban los pomulos y su rostro presentaba un aspecto mas varonil y serio. Hacia ejercicio a diario, por lo que su cuerpo se habia fortalecido y ensanchado. Su figura, que antano poseia un atractivo casi femenino, era la imagen del autentico revolucionario, y casi daba miedo llevarle la contraria. Therese tambien habia cambiado. Tras convertir a su amante a sus creencias, parecia haberse distanciado de ellas y permitia que Tom gobernara la nave de sus destinos. Mientras el hablaba, ella no paraba de tocarlo; le acariciaba la mejilla, le rozaba una pierna, y el no parecia darse cuenta.

– Me llama la atencion -dije cuando nos sentamos ante la chimenea, despues de cenar- que hasta el ano pasado no conocieras este pais y que ahora luches de esa forma por su supervivencia. Esa pasion recien descubierta por un pais desconocido me resulta un poco rara, la verdad.

– Seguramente siempre la he llevado en la sangre -repuso con una sonrisa; una vez mas oia esa palabra de sus labios-. Al fin y al cabo, soy medio frances. Algun dia tenia que surgir, ciudadano.

– Es posible. Como bien dices, eres medio frances y medio ingles, una combinacion explosiva -bromee-. Viviras en continuo conflicto contigo mismo, dividido entre tu lado prosaico y tu lado artistico.

– Ahora solo vivo para una cosa -afirmo muy serio-. Lucho para que la Republica francesa se fortalezca cada vez mas hasta convertirse en la mas poderosa del mundo.

– ?Y el Terror consigue eso? ?Crecer a traves del miedo?

– Tom cree en la causa, ciudadano -tercio Therese, y su voz sono ronca y calida al pronunciar el nombre de su amante-, como todos nosotros. Los muertos han contribuido tanto como los vivos. Es parte de un ciclo natural, un proceso absolutamente natural.

Puras tonterias, pense.

– Deja que te cuente una historia -dijo Tom retrepandose mientras Therese se acurrucaba en su regazo; una de sus manos colgaba indolente sobre la ingle de mi sobrino-. Si hubieras venido hace unas semanas y me hubieses preguntado quien era mi mejor amigo, te habria contestado Pierre Houblin, que hasta hace poco trabajaba conmigo en la Asamblea Nacional. Llevaba alli mucho mas tiempo que yo y, por supuesto, ocupaba un cargo de mayor importancia. Pierre tenia mas o menos mi edad, quiza fuera un poco mayor, y el caso es que, no se como, nos hicimos amigos, se convirtio en mi protector y me presento a personas influyentes que podian ayudarme a ascender. Pierre habia formado parte del grupo que promovia reformas cuando aun reinaba Luis XVI, habia trabajado codo con codo junto a Robespierre y Danton y no habia desperdiciado ocasion para conducir la revolucion a sus ultimas consecuencias. Lo respetaba muchisimo y a la vez era como un hermano para mi, un consejero sabio y experimentado. Conversabamos largo y tendido, los dos solos, en las mismas sillas en que estamos sentados ahora. Hablabamos acerca de todo; la vida, el amor, la politica y la historia, sobre lo que estabamos haciendo en y para Paris y de lo que nos reservaba el futuro. Para mi no existia hombre mas grande en toda Francia; me abrio la mente a infinidad de cosas, de verdad, si ahora no las enumero es porque nunca acabaria.

Asenti, aunque no muy convencido. Por lo general, los amores a primera vista suelen ser pasajeros. Es inevitable que sus victimas entren en razon al cabo de poco tiempo y no entiendan como han podido sucumbir a esos sentimientos.

– ?Y bien? ?Donde esta ahora el tal senor Houblin? -pregunte-. ?Por que me cuentas todo esto, ciudadano? - anadi con sarcasmo.

– Te lo cuento -respondio con irritacion- para que veas hasta que punto estoy comprometido con la causa. Hace unas semanas Pierre y yo estabamos sentados en este apartamento; Therese, tu tambien estabas, ?recuerdas? -Miro a la joven, que asintio en silencio-. Hablabamos sobre la revolucion, como siempre. La revolucion, siempre la revolucion. Nos obsesionaba. Pierre recordo que solo en el mes anterior habian guillotinado a mas de cuatrocientas personas en Paris. Me sorprendio que fueran tantas, pero tuve que admitir que no podian ser menos, y entonces nos quedamos en silencio unos instantes. Pierre estaba inquieto y le pregunte si le pasaba algo, si habia dicho alguna cosa que le hubiera molestado. De pronto se levanto y se puso a andar de un lado a otro de la habitacion.

»-?No te parece que las cosas estan empezando a desmadrarse? -inquirio exasperado-. ?No crees que muere demasiada gente, demasiados campesinos y muy pocos aristocratas?

»Sus palabras me sorprendieron, pues todo el mundo sabe que la unica manera de conseguir el objetivo final es deshacerse de todos los traidores y que solo queden los autenticos franceses, iguales y libres. Estuvimos discutiendo un buen rato hasta que me dio la razon y pasamos a otra cosa. Pero su actitud me dio que pensar. ?Y si a Pierre ya no le quedaban agallas para participar en la historia como antes?, me decia.

– Quiza empezara a remorderle la conciencia -apunte, pero Tom nego energicamente con la cabeza.

– ?Que va! Esto no tiene nada que ver con la conciencia. Cuando se lucha por cambiar, por transformar un sistema abusivo que ha existido durante siglos, debe hacerse todo lo posible para que triunfe la justicia. No hay

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