lugar para la tibieza en esta lucha.

Cualquiera que lo hubiera oido habria pensado que estaba pronunciando un discurso politico; la misma Therese se levanto para permitirle gesticular con mayor libertad.

– De acuerdo, pero quiza sea conveniente que haya un equilibrio de fuerzas en la Asamblea -sugeri pausadamente, temiendo que se levantara de un salto y me estrangulara alli mismo por mostrar mi desacuerdo-. Ya veras como el senor Houblin tendra mas que aportar ahora que antes.

Tom rio con amargura.

– No lo creo -repuso con un suspiro-. Unos dias mas tarde mande una nota a monsieur Robespierre en la que le contaba la conversacion mantenida con Pierre. Anadi que se estaba volviendo demasiado moderado para confiarle secretos de Estado o documentos de importancia. Le transcribi nuestra conversacion palabra por palabra y deje que Robespierre actuara como creyera conveniente.

Parpadee incredulo; por desgracia, sabia como acabaria esa historia.

– Asi que lo… destituyeron -sugeri esperanzado.

– Esa misma tarde lo arrestaron, y al dia siguiente lo juzgaron por traicion. Un tribunal lo declaro culpable, ?un tribunal de justicia, tio Matthieu! Y a la manana siguiente lo guillotinaron. Lo siento mucho, pero en una revolucion no hay lugar para los tibios. O estas en cuerpo y alma… -hizo una pausa efectista, segando el aire con la mano como si fuera la guillotina- ?o no estas!

Suspire y empece a notarme un poco mareado. Me volvi hacia Therese, que escudrinaba mi reaccion sonriendo. Se pasaba la lengua por los labios muy despacio, como si disfrutara de la historia. Negue con la cabeza con tristeza; no cabia duda de que estaban hechos el uno para el otro.

– De modo que lo delataste -dije en voz baja-. Vaya. Denunciaste a tu mejor amigo, al hombre que respetabas mas que a nadie en el mundo.

– Fue un acto de sumo patriotismo -replico Tom-. Sufri la muerte de mi mejor amigo, practicamente un hermano, por defender la Republica. ?Existe un sacrificio mayor? Deberias estar orgulloso de mi, tio Matthieu. Orgulloso.

Esa noche, antes de salir del apartamento, consciente de que habia llegado el momento de dejar Paris, Francia y todo el continente europeo abandonando a su suerte a mi sobrino, le hice una ultima pregunta.

– Ese amigo tuyo, ese Pierre, era una persona importante en la Asamblea, ?verdad?

Se encogio de hombros.

– Si, claro. Tenia un cargo de responsabilidad.

– Y una vez fallecido… despues de que lo guillotinaran, ?quien lo sustituyo?

Tom se puso serio. Habia tanto odio en su mirada que por un instante temi por mi vida. Despues pense que no me traicionaria, al fin y al cabo era su tio, pero cambie de opinion de nuevo y me dije: «?Que tonto eres! ?Pues claro que lo haria!» Therese parecia aterrada por mi pregunta, pues conocia la respuesta y solo queria saber si Tom mentiria o no.

– Bueno -dijo tras lo que me parecio una eternidad-, alguien tiene que hacer el trabajo esencial de la Republica, alguien cuya lealtad sea irreprochable.

Le dirigi una ultima mirada y antes de salir a la calle me arrebuje con la bufanda, asegurandome de que mi cabeza seguia bien sujeta al cuerpo.

Volvi a Londres y siete meses mas tarde, en julio de 1794, recibi una carta inesperada. Durante ese tiempo habia leido sobre la Revolucion francesa en los periodicos: Paris era una herida abierta en el corazon de Europa por la que derramaba sangre sobre toda la sociedad. Solo de pensar en como debia de ser la vida alli me daban escalofrios. A pesar de lo mucho que me habia decepcionado, la suerte de mi sobrino seguia preocupandome. Antes de abandonar Paris de forma definitiva, habia temido que Tom me denunciase por traidor y me condenaran a morir en la guillotina; por otra parte, no queria tener nada que ver con aquel terrible derramamiento de sangre. Sin embargo, mis planes se vieron repentinamente alterados cuando recibi la siguiente misiva:

Paris, 6 de julio de 1794

Querido senor Zela:

Le escribo a mi pesar. Aqui las cosas se estan poniendo muy feas y es importante que venga cuanto antes. Temo por tres vidas y no consigo persuadir a Tom de que se proteja de la marea de los acontecimientos; no hay duda de que el poder lo ha enloquecido, senor. Se avecinan graves problemas. Tom habla de usted a menudo y dice que le gustaria verlo. Por favor, venga si puede.

Atentamente,

Therese Nantes

***

Como es natural, aquella carta me dejo anonadado, pues habia perdido la esperanza de tener noticias de mi sobrino, por no hablar de la mujer con quien vivia. Durante un par de dias no cese de darle vueltas al asunto; por un lado queria mantenerme lo mas lejos posible de Paris, pero por otro no podia pasar por alto aquella peticion de auxilio, que parecia muy urgente. Unos dias mas tarde llamaba a su puerta.

– Ahora todo es diferente, y Tom esta demasiado unido a Robespierre -me conto Therese, que tenia el rostro mas hinchado de lo que recordaba, sin duda a causa del embarazo-. Se lia convertido en su mano derecha, pero ahora navegan contracorriente. He intentado convencerlo de que huya de Paris, pero no hay manera.

– No lo entiendo. Robespierre es todavia un hombre poderoso, y segun los periodicos…

– La situacion es muy complicada -me interrumpio, mirando con inquietud la ventana, como si en cualquier momento fuera a entrar por ella un contrarrevolucionario para degollarla-. Todos los que mandan, Saint-Just, Carnot, Collot d'Herboid y el mismo Robespierre, estan peleados. Su alianza se desmorona por momentos y no viviran para contarlo, se lo aseguro. Tras la ultima discusion, Robespierre ha dejado de asistir a las reuniones del Comite de Salvacion Publica. Ya vera como acaban arrestandolo tambien a el. La suerte esta echada: si Robespierre cae, nosotros tambien.

– No le hagas caso, ciudadano. -Tom aparecio por la puerta y nos sobresalto a los dos-. Hola, Matthieu - anadio con frialdad. El que ya no me llamase «tio» no auguraba nada bueno-. ?Que te trae de vuelta a Paris? Creia que no te gustabamos.

Dirigi una mirada de extraneza a Therese.

– ?No sabias que venia? -pregunte volviendome de nuevo hacia el-. Pensaba que…

– Ha venido porque estaba preocupado por ti -intervino Therese-. Hasta en Inglaterra saben lo que ocurre en Paris. No estan tan lejos como piensas.

– Lo que ocurre en Paris -dijo en tono de contrariedad- es que vamos a ganar. Robespierre esta en un momento inspirado. Crea alianzas por todas partes, incluso entre antiguos adversarios. Gobernara en solitario, ya veras.

– ?En este ambiente? -grito Therese-. ?Como puedes enganarte de ese modo! Ahora todo el mundo desconfia de los poderosos. Su cabeza acabara en la guillotina en cuanto tenga un poco de poder, esa sera su recompensa. ?Y si no vas con cuidado, la tuya tambien!

– No digas sandeces -replico Tom-. Robespierre es demasiado poderoso para que le ocurra nada. No olvides que tiene el ejercito de su lado.

– Al ejercito le importan todos un comino -dijo Therese, doblandose de dolor mientras se agarraba la barriga-. Debemos irnos de Paris, tenemos que escapar de aqui como sea, cuanto antes mejor. Matthieu puede llevarnos con el, ?verdad? Podriamos vivir con el en Londres, ?no? Mira mi estado -anadio senalando su enorme vientre-. Quiero irme antes de que nazca el nino -anadio con firmeza.

Me encogi de hombros.

– Supongo que tienes razon -dije, consciente de que no iba a ser facil, pues primero habria que persuadir a Tom, que replico:

– Yo no voy a ninguna parte. No te hagas ilusiones.

La discusion continuo durante un rato y, como los dos eran muy tozudos, no llegaron a ninguna conclusion. Por fin, me despedi diciendo que volveria al cabo de unos dias para ver como seguia Therese y que no podria prolongar mi estancia en Paris mucho mas tiempo. A ella le asegure que estaria encantado de que me

Вы читаете El ladron de tiempo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату