el liberal escandalizado -actor, cantante, escritor, intelectual, etcetera- asumiria la postura politicamente correcta. Martin seria el encargado de sembrar cizana y sacarlos de quicio. A medida que avanzara el programa se haria patente que el politico se esforzaba por no salirse ni un milimetro de la linea marcada por su partido sin llegar a condenar los desatinados puntos de vista de Martin, mientras que el liberal escandalizado se indignaria cada vez mas y pronunciaria frases como: «Todo esto me repugna» o «Dios, ?como puedes pensar asi a estas alturas?», y cabia la posibilidad de que acabara lanzando el vaso de agua
Aunque al cabo de un tiempo ya no hacia gracia a nadie. Martin Ryce-Stanford habia dejado de ser una figura polemica y provocadora para convertirse en un autentico memo, y sus ideas ultraderechistas, un ejemplo de su anacronismo. Fue desbancado por otros programas de actualidad serios y cada vez le costaba mas atraer a personajes solventes. Toco fondo la noche en que entrevisto a la mujer del secretario de un recientemente elegido portavoz de Salud Publica del Partido Democrata Liberal como figura politica, y, en calidad de liberal escandalizado, a un joven cantante pop que habia conseguido el tercer puesto en las listas de ventas de hacia seis anos y del que nadie habia oido hablar desde entonces (aunque se habia reciclado y convertido en autor de libros infantiles sobre un duende dotado de multiples poderes magicos). A partir de ese momento la cuota de pantalla no solo cayo en picado, sino que se evaporo. El programa era ruinoso y todos lo sabiamos. Aun asi, Martin seguia siendo mi amigo, me lo pasaba muy bien con el y la idea de despedirlo me desagradaba profundamente.
– Habra que despedirlo, Matthieu -insistio Caroline-. Su programa es una mierda.
– Tiene razon -convino Roger Tabori, y asintio con gravedad.
– ?Pensaba que ya no existia! -exclamo Alan, asombrado.
– Necesitamos un cambio -dijo Marcia Goodwill, directora de programas de variedades, mientras daba golpecitos con el boligrafo sobre su carpeta.
– Algo que atraiga a los jovenes -propuso Cliff Macklin, director de programas importados, sumandose al oraculo.
– Tienes que despedirlo cuanto antes -concluyo Caroline.
Me encogi de hombros. Tenia razon, pero…
– ?No podriamos cambiar el formato del programa? -tantee-. ?Actualizarlo un poco?
– Claro -replico Caroline-. Podriamos despedir al presentador.
– Pero ?no existe otra posibilidad? Aparte de despedirlo, quiero decir.
Caroline fingio reflexionar.
– Bueno -dijo al cabo-, quiza podriamos enviarlo al paredon; seguro que recuperariamos audiencia. Y al conseguir publicidad, tendriamos dinero para contratar a otro presentador, alguien un poco sexy.
La mire sorprendido. A esas alturas ya no sabia cuando hablaba en serio y cuando no.
– ?Es broma! -exclamo al ver mi aturdimiento-. Caray, parece que estes en un casting de liberales escandalizados.
– Si quereis oir mi opinion -intervino Roger Tabori-, os dire que el problema no radica tanto en el programa como en el presentador. Las entrevistas politicas tienen una larga vida por delante, solo hemos de encontrar a alguien que las presente, alguien con mas… no se… atractivo para el publico. Alguien con un par de cojones, por decirlo claramente.
– Y tetas -apunto Caroline-. Si conseguimos a alguien con un par de cojones y tetas nos meteremos al publico en el bolsillo.
– Perfecto -dije, y solte una carcajada-. Cojones y tetas. Y ahora, ?que hacemos? ?Nos desplazamos a Amsterdam para buscar el fenomeno capaz de cumplir con esos requisitos?
– No creo que tengamos que ir tan lejos, Matthieu -comento Cliff Macklin.
– Sobre todo cuando ya conocemos a esa persona que nos metera en el bolsillo a los telespectadores -dijo Marcia Goodwill, uniendose a la ofensiva.
Para entonces empezaba a sentirme atrapado en una emboscada, como si previamente hubieran ensayado la reunion a mis espaldas, utilizando a un actor para representar mi papel.
– ?Y en quien estais pensando, si puede saberse? -pregunte, dandome por vencido mientras clavaba la mirada en Caroline, sin duda la cabecilla del complot. De pronto comprendi que era mas capaz de lo que habia creido.
– Es bastante obvio -repuso-. Debemos recuperarla como sea. No importa lo que cueste, tiene que volver. Habra que pagarle lo que pida, concederle las condiciones que imponga. Todo el canal tiene que girar alrededor de ella si asi lo quiere. Tara dice: Es hora de volver a casa.
Negue con la cabeza y suspire con los ojos cerrados. Queria borrarlos de mi vista, aunque solo fuera un momento, y desee con todas mis fuerzas que James estuviera vivo.
– Estoy impresionado -dije en el camerino de Tommy al finalizar el rodaje-. Nunca habria imaginado que para una serie como la tuya hiciera falta tanta gente. Antes todo era mas sencillo.
Jamas le hablaba de mi epoca en la NBC, como es logico, pero las diferencias entre los dos canales de television no podian ser mas llamativas.
– Cuando estas en tu emisora nunca sales del despacho, ?eh? -ironizo Tommy con una sonrisa.
– La mayor parte de nuestros programas son importados. Series dramaticas, comedias, ya sabes. En el canal solo producimos noticiarios y programas de actualidad, un par de personas o mas sentadas a una mesa y hablando de diferentes temas. Para eso no hace falta tanta parafernalia.
Contemple a Tommy mientras se quitaba el maquillaje sentado ante un espejo estilo Broadway, con una hilera de bombillas enmarcando el rostro de la estrella. Al descubrir mi mirada me sonrio y, dirigiendose a mi reflejo, comento:
– El ano pasado Madonna utilizo este camerino antes de salir en el programa de la Loteria Nacional. -Esbozo una mueca de disgusto-. Canto
– Vaya. Me dejas de piedra.
– Antes de que viniera me obligaron a sacar todas mis cosas. Ella, en cambio, me dejo su mierda para que la limpiara. De paso me quede con algunas cosas suyas, pero no se lo digas a nadie.
Me encogi de hombros y mire alrededor. Por todas partes se veian fotos, posters, cintas, carretes y guiones desperdigados por el suelo, impresos en colores diferentes para senalar versiones actualizadas; en conjunto parecia una escuela de Montessori. Imagine que un hombrecito rodeado de papeles decidia en algun lugar del edificio el color de cada dia y rellenaba un enorme grafico, y que esas actividades daban sentido a su existencia. Escogi un guion al azar y le eche un vistazo, pero el dialogo me parecio tan elemental que enseguida lo deje caer al suelo.
– ?Te gusta trabajar aqui, Tommy? -pregunte al cabo de un momento.
– ?Que quieres decir?
Solte una carcajada.
– Pues eso, si te gusta tu trabajo. ?Disfrutas? ?Te gusta venir aqui todos los dias?
– Creo que si -respondio tras reflexionar un instante-. Por cierto, vuelvete si no quieres ver esto. -Y se puso a cortar un montoncito de cocaina en un espejo roto con gesto de suma concentracion.
– De verdad, Tommy, cuantas veces te he dicho que…
– No empieces -me interrumpio-. Lo estoy dejando, te lo prometo. No seas pesado, ?vale? Un hermanastro furioso que piensa que me estoy tirando a su mujer acaba de darme una paliza. Necesito algo para relajarme.
Suspire y permaneci en silencio mientras Tommy se inclinaba para esnifar la raya sirviendose de un cilindro de papel que guardaba en un cajon del tocador. Acto seguido empezo a temblar como si sufriera un ataque epileptico; tenia los brazos extendidos, los punos apretados y los ojos cerrados con fuerza.
– ?Mierda! -exclamo sujetandose la nariz violentamente y abriendo y cerrando repetidamente los ojos-. Que asco de dia. -Empezo a guardarlo todo.
Me volvi; ya habia tenido suficiente. No pude evitar preguntarme que pasaria si entraba alguien justo en ese momento y si a Tommy le importaria.