Me encogi de hombros. No sabia por donde empezar.

– Es una larga historia. Resulta que…

Indiferente a mis explicaciones, se volvio y se puso a hablar con Jack mientras se quitaba los guantes de cuero y los metia en el bolsillo. Yo aun no habia aprendido el significado de la expresion «pregunta retorica».

– Imagino que sabras por Davies que este fin de semana vienen unos amigos mios.

Jack asintio con la cabeza.

– Es mi cumpleanos y Londres no es el lugar idoneo para celebrarlo -prosiguio Nat-. Seran siete en total y no llegaran hasta manana, asi que teneis tiempo para hacer los preparativos. Lo quiero todo impecable, ?entendido? -Miro al suelo con cara de asco, aunque era imposible tener el establo mas limpio y ordenado de lo que estaba-. Tu, chico -anadio volviendose hacia mi-, llevate mi caballo al establo y limpialo.

Asenti obediente y al ir a coger las riendas, el caballo se encabrito presa del panico.

– ?Por el amor de Dios! -exclamo Nat arrebatandome las riendas con violencia. El animal se quedo petrificado-. Asi es como se hace, a ver si aprendes. Debes ensenarle quien manda, y con las personas es lo mismo. -Sonrio y, para mi incomodidad, volvio a examinarme como si fuera un campesino tirado en la cuneta. Baje la mirada y cogi las riendas-. Supongo que habra espacio para siete caballos mas, ?no? -pregunto a Jack mientras se alejaba.

– Diria que si. -Jack se encogio de hombros-. En la tres hay mucho sitio, y podemos meter uno o dos aqui sin problemas.

– Muy bien… -Nat hizo una pausa para pensar-. Con tal de que tengan espacio para respirar… Saldremos de caceria, asi que los caballos tienen que estar en buenas condiciones. Si es necesario, deja fuera alguno de mi padre. Esos animales se dan la gran vida; seguro que hasta comen mejor que algunos aldeanos.

Jack no abrio la boca, pero no me cupo duda que por nada del mundo sacrificaria la comodidad de uno de sus queridos caballos en beneficio de las cabalgaduras de los amigos de Nat Pepys.

– Bien, todo arreglado -concluyo finalmente Nat sin dejar de asentir. Desato su maletin de la grupa del caballo y agrego-: Sera mejor que vaya a saludar a los viejos. Espero veros luego.

De camino a la mansion, se volvio una vez mas y me lanzo una mirada socarrona, negando con la cabeza y murmurando «Paris» con desprecio. Me parecio que Jack tenia el semblante serio y los dientes apretados mientras seguia con los ojos a Nat. Era la viva imagen del odio.

Los siete amigos de Nat llegaron la tarde siguiente. Jack y yo estabamos alli para recibirlos cuando galoparon por el camino de entrada, mostrando la misma desconsideracion a sus caballos reventados que Nat habia exhibido la vispera. Desmontaron a toda prisa para saludar a su amigo, que se hallaba de pie unos pasos detras de nosotros, y echaron a andar confiando en que alguien -concretamente Jack y yo- se ocuparia de sus cabalgaduras. Llevamos los animales a las cuadras para lavarlos y almohazarlos, una tarea larga y agotadora que nos tuvo ocupados el resto de la tarde. Los caballos estaban agotados, sudados y hambrientos, pues habian cubierto la distancia entre Londres y Cageley en un tiempo asombrosamente corto. Mientras yo lanzaba heno en el suelo de los establos, Jack calento una enorme olla de avena y la echo en el pesebre. Cuando llego la hora de ir a casa estabamos extenuados.

– ?Que te parece si vamos a la cocina y bebemos algo? ?Nos lo hemos ganado! -propuso Jack mientras cerrabamos las puertas de las cuadras y comprobabamos que hubieran quedado bien atrancadas. Si escapaba algun caballo durante la noche estabamos perdidos.

– No se… -repuse con aprension-. ?Que pasaria si…?

– Vamos, Mattie, no seas cobarde. Mira, han apagado las luces.

Escudrine las cocinas y, en efecto, todo estaba oscuro y no se veia un alma por los alrededores. Nadie nos habia dicho que no pudieramos ir a comer algo despues del trabajo, de manera que al final acepte acompanarlo.

– La puerta esta abierta -advirtio Jack con una sonrisa mientras entrabamos en las cocinas-. ?Acaso tu hermana no sabe que debe cerrarlas con llave antes de irse a la cama?

Me encogi de hombros y me sente mientras Jack iba a la despensa, de la que volvio con dos botellas de cerveza que me mostro encantado.

– Aqui tienes, Mattie -dijo mientras las depositaba sobre la mesa-. ?Que te parece?

Cogi una y eche un buen trago. No estaba acostumbrado a la cerveza, y al principio el sabor amargo me provoco arcadas. Tosi un poco y Jack solto una carcajada cuando se me escurrio un poco de liquido por la barbilla.

– ?Ojo! ?No la desperdicies! -exclamo sonriendo-. Solo nos faltaria que nos descubrieran bebiendo cerveza. Asi que echatela al coleto, no encima de ti.

– Perdona, Jack. Es que nunca habia probado la cerveza.

Encendimos la pipa y nos reclinamos en las sillas de lo mas relajados. Que maravilloso debia de ser tener una vida ociosa, pense. Abandonarse cuando a uno le viniera en gana, comer, beber y fumar cuando le apeteciera. Hasta los trabajadores se relajaban al final de la jornada y disfrutaban de los frutos de su esfuerzo. En cambio, yo ahorraba cuanto ganaba pensando en el dia que Dominique y yo dejaramos Cageley para empezar una nueva vida en otro lugar.

– Este fin de semana voy a necesitar muchos momentos como este -comento Jack con actitud pensativa-. La que nos espera, con esta pandilla de gandules todo el dia gritando y dando ordenes. Te juro, me entran ganas de… -Su voz se fue apagando, y finalmente se mordio el labio inferior, conteniendo su rabia.

– ?Que paso entre Nat y tu Elsie? -pregunte. No es que hubiera notado que Jack y la joven tuvieran algun tipo de relacion intima, pero me parecio adecuado llamarla asi porque el siempre se referia a ella como «mi Elsie».

Se encogio de hombros y parecio dudar si le apetecia abordar ese asunto.

– Es que he intentado quitarmelo de la cabeza -dijo por fin-. Ademas, ya han pasado dos anos.

Enarque las cejas para instarle a contarmelo, y al final accedio.

– Veras, he vivido en Cageley House desde que tengo cinco anos, ya que mis padres llevan mucho tiempo trabajando para sir Alfred. De modo que puede decirse que me he criado en esta casa. Cuando eramos ninos, Nat y yo jugabamos aveces. Asi que sabe de sobra como me llamo. ?Colby! Si me conoce de toda la vida. Solo quiere fastidiarme.

– Pero ?por que? ?No erais amigos?

Nego con la cabeza.

– Nunca lo fuimos. Teniamos la misma edad y estabamos aqui. En esa epoca, sir Alfred vivia en Londres y solo venian a Cageley algunos fines de semana. Mis padres hacian sobre todo de guardas. El trabajo de verdad empezo cuando sir Alfred se retiro. De manera que entonces veia a Nat muy de tanto en tanto. Y siempre estaba dentro de la casa, mientras que yo siempre estaba fuera. Los problemas no empezaron hasta que mi Elsie llego a la casa.

– Eso quiere decir que ella no vino cuando era pequena.

– No, que va. Solo lleva aqui unos anos, quiza tres. Bueno, el caso es que Elsie y yo congeniamos desde el primer momento. Dabamos paseos y haciamos cosas, ya me entiendes. Pronto nos convertimos en algo mas que simples amigos, pero siempre mantuvimos una relacion informal. Estabamos y no estabamos, ya sabes.

Asenti; a fin de cuentas, el asunto no me era del todo desconocido, pues aunque la unica relacion amorosa de verdad que habia conocido estaba lejos de ser informal, mis otras experiencias habian sido con prostitutas o golfillas de Dover.

– El caso es que -prosiguio Jack- un fin de semana viene Nat y se encapricha de mi Elsie en cuanto le echa el ojo. De modo que empieza a cortejarla, y ya sabes el resto de la historia.

– La consiguio.

– Ya lo creo que la consiguio. -Jack asintio-. Y acto seguido la dejo tirada como un trapo. A mi Elsie casi se le rompe el corazon. Ella ya se veia como senora de la casa, la muy tonta. ?Como se dejo enganar por ese cabron?

Acababa de pronunciar esas palabras cuando la puerta de la cocina se abrio de par en par y el susodicho cabron entro sosteniendo una larga vela. A punto estuvo de desmayarse del susto. Rece para que no hubiera escuchado nuestra conversacion al otro lado de la puerta.

– Hola, muchachos -nos saludo encaminandose hacia la despensa sin apenas mirarnos. Tal vez no hubiera

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