hacer.
Adverti que empleaba expresiones tipicas de la localidad y me pregunte si me ocurriria lo mismo. Mary-Ann siguio carcajeandose un buen rato, y cuando al final alce la cabeza adverti que Jack, que habia visto que Dominique y yo nos ruborizabamos, nos miraba entre risueno y sorprendido. Me levante y sali de la cocina en direccion a las cuadras.
Cuando Nat y sus amigos volvieron a Cageley House por la tarde, nos informaron que habia habido un accidente. Hacia rato que oia los cascos de los caballos y fui a esperarlos en el camino de entrada a la casa. Unos minutos mas tarde irrumpio la jauria, seguida por los caballos agotados con sus jinetes. Nat llevaba a una mujer sobre su montura, una joven de cara palida con los ojos enrojecidos. Los jinetes descabalgaron y no fue Nat sino uno de los chicos mas altos quien ayudo a bajar a la chica y la llevo en brazos a la casa. Estaba preguntandome que habria ocurrido cuando Nat se acerco a mi con cara de preocupacion.
– Hemos sufrido un pequeno contratiempo -dijo mientras sus amigos entraban en la casa, donde los recibia el mayordomo-. Janet… quiero decir la senorita Logan se ha caido del caballo cuando este se ha plantado delante de una valla. Creo que se ha torcido el tobillo. La pobrecilla no ha parado de quejarse durante media hora.
Asenti con la cabeza y conte los caballos. Habian salido ocho, pero solo habian vuelto siete.
– ?Donde esta su caballo? -pregunte en voz baja.
– Ah. -Nat apreto los labios y se rasco la cabeza-. El caballo esta un poco herido, la verdad. Cuando Janet salto por los aires se cayo y se dio un fuerte golpe; creo que se ha hecho mucho dano.
Me senti desazonado. Aunque no fuera uno de los caballos que habia cuidado en los ultimos meses, el trato diario con los de sir Alfred me habia infundido un amor hacia esos animales que hasta entonces desconocia. Admiraba su fuerza bruta, la potencia que controlabamos y utilizabamos para nuestro provecho. Me gustaba todo de ellos: su olor, su tacto, el modo en que me miraban confiados con sus grandes ojos humedos. Mi ocupacion favorita en Cageley House era almohazarlos. Presionaba con el instrumento en el lomo hasta que gemian de placer, y al final el brillo castano de sus patas daba credito de nuestra devocion y su belleza. De manera que la sola idea de que hubiese un caballo herido me sublevo.
– ?Han tenido que sacrificarlo? -pregunte expectante.
Nat se encogio de hombros con indiferencia.
– No llevaba escopeta, Zulu -dijo pronunciando mal mi apellido-. He tenido que dejar a la pobre bestia alli tirada.
– ?Que lo ha dejado alli? -pregunte sin dar credito a mis oidos.
– No ha habido manera de que se levantara. Creo que se ha roto una pata. Como nadie llevaba un arma y no ibamos a machacarle la cabeza con una piedra, lo hemos dejado tal cual. He pensado que lo mejor seria regresar a la casa y pedir ayuda. ?Donde diablos se ha metido Holby?
Vi por la ventana de la cocina que Jack estaba hablando con Dominique. Al divisarnos, mi amigo salio lentamente de la casa para encargarse de los caballos. Fui hasta el y le conte lo que habia ocurrido. Jack miro a Nat con rabia y, repitiendo lo que yo acababa de decir casi palabra por palabra, pregunto:
– ?Has abandonado el caballo sin mas? ?En que pensabas, Nat? Deberias llevar un arma de fuego cuando sales a cazar por si surge una emergencia, sea cual sea.
– Para ti, Holby, soy el senor Pepys -dijo Nat con la cara roja de furia ante la insolencia del palafrenero-. Nunca llevo armas de fuego si puedo evitarlo. Por el amor de Dios -anadio-, lo unico que tenemos que hacer es volver y matar a ese animal. No tardaremos mucho.
Nos quedamos mirando al pobre imbecil, que parecia empequenecerse a ojos vistas. Por primera vez me di cuenta de que yo, al igual que Jack, era mucho mas hombre que el. En ese momento le perdi el respeto por completo, aunque su posicion impidio que me dejase dominar por la colera.
– Ya voy yo -dijo Jack finalmente, dirigiendose a la casa en busca de un arma-. ?Donde has dejado el caballo?
– ?No! -grito Nat, decidido a no dejarse intimidar por dos inferiores-. Ira Zulu. Lo acompanare para ensenarle donde esta. Tu quedate aqui y ocupate de los caballos. Dales agua y comida, y cuando vuelva quiero verlos limpios, ?entendido? Rapido.
Cuando Jack abrio la boca para protestar, Nat ya habia dado media vuelta y entraba en la casa. Mire a mi amigo y me encogi de hombros. Fui a la cuadra y ensille dos de los caballos de sir Alfred, pues no queria cansar a los que acababan de regresar de la caceria. Cuando los conducia fuera, Nat salio de la casa con una pistola en la mano. Antes de montar inspecciono la recamara, tras lo cual se alejo al galope sin siquiera mirar a Jack. Lo segui lo mas rapido que pude, pero era un jinete mucho menos experimentado que el y temi quedarme rezagado.
Tardamos unos veinte minutos en divisar lo que nos parecio el caballo herido. Nos detuvimos a una distancia prudente y nos acercamos con cuidado. Temi encontrarlo agonizante o incluso muerto, y desee con todas mis fuerzas que no estuviera alli. Quiza la lesion no fuera tan grave como Nat habia pensado y habia conseguido ponerse en pie; tal vez en ese momento deambulaba perdido por el campo. Pero no tuvimos esa suerte. Se trataba de una yegua color avellana de unos tres anos de edad, con un circulo blanco alrededor de un ojo. Tendida sobre un manto de hojas y ramas, temblaba y sacudia la cabeza de forma convulsiva. Tenia los ojos desorbitados y echaba espumarajos por la boca. La recorde enseguida gracias a la mancha blanca: era un animal muy bello y fuerte; al andar se le marcaban los tendones y los musculos de las patas. Nat y yo nos quedamos observando a la pobre yegua unos segundos antes de intercambiar una mirada, en la que me parecio vislumbrar un destello de remordimiento. Me habria gustado gritarle a la cara una vez mas «No puedo creer que la haya dejado aqui tirada», pero me dije que no era el momento adecuado para insolentarme y que corria el riesgo de que el hijo del patron probara su fusta conmigo.
– ?Y bien? -dije finalmente mientras miraba la pistola que asomaba del bolsillo de su chaqueta-. ?Va a disparar o no?
Saco el arma y palidecio. La miro y se mojo los labios con la punta de la lengua.
– ?Lo has hecho antes? ?Has tenido que matar un caballo alguna vez?
Negue con la cabeza y trague saliva.
– No -conteste-. Y no quiero hacerlo ahora, si no le importa.
Resoplo y miro al caballo una vez mas, contemplo la pistola y finalmente me la dio.
– No seas cobarde. Obedeceras las ordenes que te de. Ya sabes lo que hay que hacer.
Al coger la pistola cai en la cuenta de que el tampoco habia matado un caballo en su vida.
– Solo tienes que apuntarle a la cabeza y apretar el gatillo -dijo, y al oir esas palabras se me encendio la sangre-. Pero, por el amor de Dios, intenta que el disparo sea limpio, Zulu, por favor. Nada de chapuzas, ?eh?
Se volvio y empezo a limpiarse la punta de la bota como si le fuera la vida en ello, a la espera de que yo descerrajara el tiro mortal. Mire el animal, que seguia temblando. Si queria librarlo de su agonia no habia tiempo que perder, de modo que alce la pistola -mientras me familiarizaba con su extrana forma, ya que nunca habia sostenido una- con las dos manos para controlar el temblor y di un paso al frente. Apunte a la cabeza de la yegua y mire hacia otro lado. En cuanto note las nauseas, dispare. El fuerte culatazo me hizo recular. Durante un buen rato permanecimos en silencio. Me sentia aturdido y me zumbaban los oidos, apenas consciente de lo que acababa de hacer. Cuando al fin mire mi obra, me alegro comprobar que la yegua habia dejado de temblar. Por fortuna habia disparado limpiamente, y con la excepcion del hilo de sangre que brotaba de un humeante circulo rojo, y que descendia hasta el ojo atravesando la mancha blanca, apenas existian diferencias entre la escena de unos minutos antes y la actual.
– ?Ya esta? -pregunto Nat, todavia sin volverse.
Mire su espalda y no conteste. Vi que temblaba y, sin saber por que, alce la pistola de nuevo y le apunte a la cabeza.
– ?Ya esta, Zulu? -repitio.
– Mi nombre es Zela -dije con serena firmeza-. Zela, ?entiendes? Y si, ya esta.
Se volvio, pero evito mirar el cadaver del animal.
– Bueno -dijo finalmente mientras nos dirigiamos a nuestras monturas-. Supongo que eso es lo que te pasa por no hacer caso de lo que te dicen.
Le dirigi una mirada de extraneza y sonrio.
– Resulta que ella queria que el caballo saltase la valla -recordo-. Me refiero a la senorita Logan. Queria saltar, pero el caballo se encabrito. Miralo ahora. Ha recibido su merecido. Cuando volvamos a casa, dile a Holby