Jack se echo a reir.
– Ni ganas, Mattie.
Me puse de pie y le dirigi una mirada furibunda.
– ?Que quieres decir? -pregunte apretando los punos, aunque en el fondo queria que se retractara.
– Me refiero a que, por mucho que tu la quieras, ella no tiene por que corresponderte, y tal vez se aproveche de ti. Eres su red de seguridad. Sabe que puede contar contigo sin tener que darte nada a cambio.
– Pero ?que podria darme? -pregunte, y vi que Jack vacilaba antes de contestar.
– Bueno… ?cuando fue la ultima vez que pasaste una noche en su habitacion, Mattie?
Al oir esas palabras solte el primer punetazo. Rapidamente retrocedio un paso y eludio el golpe al tiempo que me sujetaba el brazo, riendo.
– Eh, tranquilo -dijo, quiza algo desconcertado por mi reaccion.
– ?Retira lo que has dicho! -grite con la cara roja, sobre todo porque tenia el brazo derecho sujeto con fuerza y el no parecia dispuesto a soltarlo-. No la conoces, asi que retiralo.
Me empujo, tropece con la raiz de un arbol y cai al suelo de espaldas. Gemi de dolor. Jack me miro y dio una patada al suelo, enfadado.
– Mira lo que has conseguido. No queria hacerte dano, Mattie. Solo te he dicho lo que pienso, no tienes por que ponerte asi.
– Retiralo -repeti, aunque era obvio que no estaba en condiciones de dar ordenes.
– De acuerdo, de acuerdo, no he dicho nada. -Jack suspiro y nego con la cabeza-. Pero piensa en lo que hemos hablado; quiza algun dia te sirva de algo. Toma -anadio, lanzandome el trozo de madera, y al alzarlo me di cuenta de lo que era.
Jack lo habia vaciado cuidadosamente, dejando solo el marco de una jaula en forma de cubo. Era como un rompecabezas o algun tipo de juego, y mire a Jack con una mezcla de ira por el modo en que habia hablado de Dominique y de frustracion por su argumento, que no esperaba. Me habria gustado continuar hablando de ese asunto para convencerlo de lo mucho que me amaba Dominique, para obligarlo a decirlo, pero ya se alejaba hacia la casa y unos instantes despues habia desaparecido, dejandome con aquella caja de madera como unica compania.
– Dominique me quiere -murmure despues de levantarme y sacudirme la hierba de los pantalones.
La arena era de un marron dorado, y hundi en ella los pies desnudos hasta que no pude mas. Al tenderme sobre la espalda, la arena reprodujo el molde de mi cuerpo, y deje que el sol me quemara la piel. Acababa de salir del agua fria y estaba mojado. Sobre mi pecho destellaban pequenas gotas y tenia el vello de las piernas pegado a la piel, que me parecia mas oscura que de costumbre. Me toque con una mano y note el calor que irradiaba mi cuerpo. Tenia los ojos cerrados para protegerme de la intensa luz y me parecio sentir que todo mi ser se dilataba. Podria haberme quedado alli tumbado el resto de mi vida; pero de pronto la mano subio y me sacudio el hombro, devolviendome la conciencia.
– Matthieu.
Al ver una fantasmal figura en camisa de dormir, me espabile de golpe. Abri la boca produciendo un desagradable chasquido y la mire aturdido. ?Que hacia la senora Amberton alli? Estaba teniendo un sueno tan placentero…
– Matthieu -repitio, levantando la voz, mientras con sus asperas manos me zarandeaba por el hombro desnudo bajo las sabanas-. Levantate. No se que le pasa a Tomas. Esta mal.
Abri los ojos y me incorpore, sacudiendo la cabeza y apartando el pelo de mis ojos.
– ?Que le pasa? ?Que ocurre?
– Esta en la cocina. Ven. Vamos a verlo.
Me dejo solo y me levante a toda prisa, no sin antes ponerme los pantalones. Tomas, que acababa de cumplir ocho anos, estaba sentado en el regazo del senor Amberton, en una mecedora junto al fuego, y se quejaba sin parar.
– Tomas. -Me incline y le toque la frente para comprobar si tenia fiebre-. ?Que te pasa?
– Dejame -protesto, apartando mi mano. Tenia los ojos cerrados y la boca muy abierta.
Tenia la frente muy caliente. Mire a la senora Amberton y, alarmado, exclame:
– ?Esta ardiendo! ?Que cree que tiene?
– Una gripe de verano. Lo veia venir. Tiene que pasarla y se pondra bien. Pobrecillo, deberia acostarse, pero se niega.
– Tomas -dije, sacudiendole el hombro como habia hecho la senora Amberton al despertarme-. Anda, vete a la cama, estas enfermo.
– Quiero ver a Dominique -solto de pronto-. Quiero que ella me lleve a la cama.
– Ya sabes que no esta aqui -dije, sorprendido de que reclamara su presencia.
– ?Quiero que venga! -exclamo, sobresaltandonos. No era un nino temperamental, y nunca se comportaba de ese modo-. ?Que venga Dominique!
– Ve a buscarla -dijo la senora Amberton.
– ?A estas horas de la noche? Es casi la una de la manana.
– Pues no se ira a la cama hasta que ella venga -replico la mujer, enfadada-. Llevo media hora intentando convencerlo, pero no hay manera. Solo quiere estar con ella. Ve y dile que es una emergencia. ?Miralo, Matthieu! Tiene fiebre, debe meterse en la cama cuanto antes.
Suspire y volvi a la habitacion para acabar de vestirme. Eche un vistazo a la cama, calida y tentadora, y lamente no poder meterme de nuevo entre las sabanas. Me puse dos camisas y un jersey para no pasar frio. Mientras me deslizaba en la noche, tiritando y envolviendome el cuello con una bufanda del senor Amberton, me pregunte como reaccionaria Dominique ante esta urgencia.
Tomas apenas recordaba a su madre. Solo tenia cinco anos cuando Philippe la mato, y al llegar a la edad de la razon, en que podia recordar las cosas que le ocurrian, ya habiamos conocido a Dominique. Al principio esta se habia hecho cargo del nino, compartiendo conmigo esa responsabilidad, y mientras vivimos en Dover se convirtio en su unica compania durante el dia, mientras yo recorria las calles buscando nuestro sustento. Se hicieron muy amigos y se llevaban bien, pero nunca habia pensado -e imagino que tampoco Dominique- que pudiera verla como una figura maternal, como tampoco que a mi me viera como un padre. Al llegar a Cageley esa «madre» habia desaparecido casi por completo de su vida. Bueno, la veia una vez a la semana, a la hora de la cena, y a menudo se encontraban en el pueblo, pero por lo general no disfrutaban de la intimidad que habian tenido en el pasado. Ni siquiera creo que Tomas hubiera pisado Cageley House, donde tanto Dominique como yo pasabamos la mayor parte del tiempo, y no pude por menos de pensar lo poco que sabia de la vida diaria de mi hermano y del modo en que ocupaba las horas. El senor Amberton lo habia aceptado en su escuela y todo el mundo decia que era muy buen estudiante, pero ignoraba si tenia amigos, cuales eran sus intereses y pasatiempos. En definitiva, no sabia nada de el. Mientras recorria el camino de entrada en direccion a la parte trasera de la casa, me senti culpable por haber abandonado a mi hermano a su suerte en los ultimos tiempos.
Dominique y Mary-Ann solian dejar un portillo de la cocina abierto por la noche; si alguien queria entrar o salir era mas facil cruzar por el que desatrancar las cerraduras de la puerta principal de la mansion. Habia pocas posibilidades de que entraran a robar, ya que Cageley era un lugar tranquilo y los perros disuadian a cualquier paseante que se aventurara por el camino de acceso, a menos que lo conociesen.
Al pasar por delante de las cuadras en direccion a la cocina, imagine que Jack estaria durmiendo en una de las habitaciones del piso de arriba, sonando con su huida de ese lugar, y envidie su ambicion. Me sorprendio ver por la ventana de la cocina una vela encendida, y me parecio que alguien se movia alli dentro. Me acerque con todo el sigilo de que fui capaz y divise dos figuras sentadas a la mesa, muy cerca la una de la otra. Enseguida los reconoci; eran Dominique y Nat Pepys, que tenia la cabeza inclinada y sostenia la mano de ella. Temblaba visiblemente.
Perplejo, levante el pestillo de la puerta y entre. Se separaron de inmediato y Dominique se puso en pie y se aliso la sencilla falda con las manos, mientras me miraba. Nat no parecio reconocerme.
– ?Matthieu! -exclamo Dominique, sorprendida-. ?Que diablos estas haciendo aqui?
– Se trata de Tomas -dije, dirigiendoles una mirada recelosa-. No se encuentra bien. Quiere que vayas.