un nivel de vida mas alto que muchos de sus coetaneos. Y ahi estaba Alexandra, su hija, esperando ascender unos peldanos mas en la escala social.
– Eso significa que algun dia sere reina consorte, y no me hace mucha gracia, la verdad -dijo cuando al fin llegamos a la cupula de cristal-. Pero cuando el deber te llama…
– ?Alexandra! ?Matthieu! -la estentorea voz de su padre alcanzo las grandes puertas del Palacio de Cristal unos segundos antes que el mismo y, presa de la excitacion, nos invito a entrar.
Yo estaba encantado de verlo de nuevo, pues a esas alturas empezaba a preguntarme cuantos desvarios mas podria soportar antes de estallar en carcajadas o alejarme con cautela de Alexandra.
– Cuanto me alegra que hayais venido -anadio al tiempo que extendia los brazos para senalar la majestuosidad del espectaculo que se desplegaba ante nuestros ojos-. Decidme, ?que os parece?
Yo no sabia que iba a encontrarme, y aquella enorme estructura de paredes de hierro y cristal era sin duda una de las maravillas mas impresionantes que habia visto en mi vida. Al mirar dentro adverti que aun quedaba mucho trabajo por hacer; parecia mas una obra en construccion que el gran museo universal que sin duda acabaria siendo.
– De momento es dificil formarse una idea -afirmo Richard mientras nos guiaba por un pasillo flanqueado por enormes vitrinas de cristal, aun vacias, cubiertas de fundas para preservarlas del polvo-. Estas se quedaran aqui -agrego senalando las vitrinas-. Me parece que iran a la seccion india para exhibir la ceramica local, aunque no estoy seguro, deberia consultar los planos. Aqui estara la seccion dedicada a la astronomia. Desde que descubrieron ese nuevo planeta hace unos anos, ?como se llama?…
– Neptuno -dije.
– Eso. Ese descubrimiento ha despertado un gran interes en el publico. De ahi que la seccion de astronomia ocupe este lugar. Aunque primero tiene que llegar… Aun hay mucho por hacer -anadio, negando con la cabeza con preocupacion-. Y solo nos quedan tres meses.
– No esperaba que fuera tan grande -comente al divisar a lo lejos los grandes arboles de los que me habia hablado Alexandra por el camino, y que daban al Palacio de Cristal el aspecto de un invernadero-. ?Que aforo tiene?
– Unas treinta mil personas. Que es solo una pequena fraccion del numero de visitantes que se preve.
– ?Treinta mil! -exclame, asombrado por una cifra que en ese tiempo podia representar gran parte de la poblacion de cualquiera de las ciudades mas importantes de Inglaterra-. ?Es increible! Y toda esa gente… -Mire la cuadrilla de obreros que iban de un lado para otro con herramientas y materiales de construccion, maderas, cristales y hierros. Hacian tanto ruido que teniamos que gritar para hacernos oir.
– Al menos debe de haber mil personas trabajando aqui, ?verdad, papi? -pregunto Alexandra, la futura reina de Inglaterra.
– Unos cuantos cientos, por lo menos -respondio Richard-. No lo se exactamente. Yo…
En ese momento un obrero moreno y jorobado, con gorra de pano, se acerco a el y le susurro algo al oido; malas noticias, sin duda, pues Richard se dio una palmada en la frente con expresion de disgusto y puso los ojos en blanco histrionicamente.
– Tengo un asunto que atender -anuncio, y haciendo bocina con las manos vocifero-: Seguid paseando por aqui, pero id con cuidado. Os veo dentro de media hora, y, por favor, ?no se os ocurra tocar nada!
Al cabo de poco tiempo me ofrecieron un trabajo en el departamento de protocolo y, aunque el sueldo era insignificante, lo acepte, pues todo el asunto de la Gran Exposicion me parecia fascinante. El dia de la inauguracion, una nutrida delegacion de representantes extranjeros desfilaria ante la reina y el principe consorte, y uno de mis cometidos consistia en asegurarme de que todos los invitados asistieran a la ceremonia y tuvieran un alojamiento apropiado durante su estancia en Londres. Gracias a ese trabajo estreche mi amistad con Richard, pues era el responsable de que el espacio entre las diversas filas de objetos expuestos fuera lo bastante amplio para que pudieran pasar las delegaciones.
Tras mi primera visita al Palacio de Cristal procure evitar a Alexandra en la medida de lo posible, pues temia que, si manifestaba mi desconcierto, se diese cuenta de su desvario. Me pregunte como se comportaria en casa, si tambien alli daria rienda suelta a sus fantasias como habia hecho conmigo ese dia, y decidi hablar con su padre. Lo mas sorprendente no era lo que habia dicho, sino la total conviccion que mostraba en cuanto afirmaba, como si se lo creyera de verdad, y la seriedad con que me habia implorado que mantuviese en secreto sus planes de matrimonio.
– ?Como esta Alexandra? -le pregunte en el tono mas despreocupado de que fui capaz-. Parecia tan interesada en tu trabajo que crei que la veria mas por aqui.
– Bueno, es tipico de esa hija mia -repuso el, y rio ligeramente-. Se encapricha con algo y al instante siguiente ya se ha olvidado. Siempre ha sido asi, desde pequena.
– Pero ?a que se dedica? Ya ha dejado la escuela, ?verdad?
– Estudia para maestra -contesto mientras estudiaba un detallado plano de la planta baja de la Exposicion-. Esta bajo la tutela de los mismos profesores que le ensenaron cuando era nina. ?Para que quieres saberlo? - pregunto receloso, como si temiera que fuese a hacerle alguna proposicion deshonesta a su hija.
– Para nada -repuse-. Para nada en absoluto. Es solo que no entendia por que hacia tanto que no la veia.
No tuve que esperar mucho tiempo. Era de noche cuando llamaron a mi puerta. Abri un poco para ver quien era (entonces habia muchos robos y asesinatos en Londres y habia que andarse con cuidado) y alli estaba Alexandra, de pie en el descansillo, mirando alrededor con ansiedad.
– Dejeme entrar, senor Zela, por favor -pidio con voz angustiada-. Tengo que hablar con usted.
– ?Alexandra! -exclame, abriendo la puerta, y ella irrumpio en el recibidor-. ?Que pasa? Pareces muy…
– ?Cierre la puerta! -imploro-. Me esta siguiendo.
Eche la llave y luego la mire atonito. Aunque normalmente palida, estaba sonrojada, y mientras se arrellanaba en el sillon se llevo una mano al cuello y respiro hondo para recuperar el aliento.
– Siento molestarlo, pero no sabia a quien acudir.
Teniendo en cuenta que su familia vivia en el piso de abajo, sus palabras me extranaron, pero no dije nada y le servi una copa de oporto para que se calmara. Despues tome asiento delante de ella guardando una prudente distancia.
– Sera mejor que me cuentes que ha pasado -dije.
Nego lentamente con la cabeza, bebio un sorbo de oporto con cuidado y cerro los ojos mientras notaba sus efectos. Llevaba un vestido azul y un chai gris perla en torno al cuello, y no pude evitar, una vez mas, admirar su belleza.
– Es Arthur -senalo al fin-. Creo que se ha vuelto loco. ?Quiere matarme!
– Arthur… -repeti pensativo, repasando mentalmente a todos los miembros de su familia. Pero sus hermanos se llamaban John y Alfred, y ni su padre ni yo teniamos por nombre Arthur-. Perdona, ?quien es Arthur?
Al oir esas palabras se echo a llorar, cubriendose la cara con las manos hasta que me levante para buscar un panuelo, que acepto agradecida. Se sono ruidosamente antes de enjugarse las lagrimas que le corrian por las mejillas y a continuacion, al tiempo que se servia mas oporto, dijo:
– Es una historia espantosa. Me temo que no tengo a nadie a quien contar mis secretos.
– Bueno, me tienes a mi -titubee-. A menos que prefieras que vaya a buscar a tu madre, claro.
– ?No, ella no! -exclamo, y me hizo dar un respingo-. Ella no debe saber nada de esto. Si se enterara me echaria de casa a patadas.
De pronto temi que hubiera fijado otro matrimonio o, aun peor, que ya se hubiera casado y tuviese un hijo. Fuera lo que fuese, habria preferido permanecer al margen.
– Dime que quieres que haga -dije, conmovido no obstante por su evidente desdicha.
Antes de hablar, asintio con la cabeza y respiro hondo.
– Arthur dirige la escuela a la que asisto -dijo al fin-. Se apellida Dimmesdale.
– Dimmesdale, Dimmesdale… -El nombre me sonaba, pero no sabia de que.
– Hemos tenido un idilio ilicito -prosiguio-. Al principio era algo inocente nacido de un afecto mutuo, de un sentimiento completamente natural. Disfrutabamos de la compania del otro, a veces cenabamos juntos… Los primeros meses de nuestro noviazgo me llevo a una merienda campestre.
– ?Los primeros meses? -inquiri sorprendido-. Entonces, ?desde cuando existe la relacion?