murio de tuberculosis seis meses despues de la boda. No dejo descendencia.

Quiza fuera una cuentista, quiza una rematada embustera, pero consiguio algo que ni Dios ni hombre alguno habia conseguido ciento catorce anos antes ni ciento veinte anos despues: matarme.

21

Octubre de 1999

El 12 de octubre a las cuatro de la manana cogi un taxi para dirigirme al hospital donde habian ingresado a mi sobrino Tommy, que estaba en coma como resultado de una sobredosis. Un amigo anonimo lo habia dejado alli a medianoche y una hora mas tarde, despues de encontrar el numero de telefono en la cartera de mi sobrino, el hospital habia avisado a Andrea, su novia embarazada. Acto seguido esta me llamo, y yo no pude quitarme de la cabeza la sensacion de deja-vu, pues unos meses atras una llamada similar a altas horas de la noche me habia anunciado la muerte de James Hocknell.

Entre en el hospital cansado y sonoliento. Tras preguntar el numero de habitacion de Tommy me enviaron a cuidados intensivos, en la planta superior. Lo encontre conectado a un monitor cardiaco con un gota a gota insertado en un brazo salpicado de pinchazos; mantenian en constante observacion el ritmo de su corazon y la presion sanguinea. Se lo veia muy tranquilo, incluso feliz, pero le costaba respirar, pues su pecho subia y bajaba de forma convulsiva. Ahi tendido era la imagen clasica del paciente de las series televisivas de medicos. Aunque de algun modo sabia que aquello era inevitable, me deprimi.

Mientras me dirigia hacia alli habia observado a un pequeno grupo de enfermeras excitadas frente al panel de cristal de su habitacion, mientras comentaban cuanto lamentaria «Tina» la noticia de la muerte de «Sam».

– Quiza vuelva con Carl -comento una-. Estaban hechos el uno para el otro.

– Nunca la perdonara, y menos despues de lo que ella le hizo a su hermano.

– ?Ni pensarlo! -exclamo una tercera, y al ver que me acercaba por el pasillo se escabulleron.

Suspire. Ese era el camino que habia escogido mi desdichado sobrino y esa la existencia a que estaba condenado.

Llegados a este punto, hagamos un breve recuento de los DuMarque, un linaje desafortunado donde los haya. Todos sus miembros han vivido poco, debido a su propia necedad o bien a causa de las tribulaciones de la epoca. Mi hermanastro Tomas tuvo un hijo, Tom, que murio durante la Revolucion francesa; al hijo de este, Tommy, le pegaron un tiro en una partida de cartas por hacer trampas; su desdichado hijo, Thomas, fallecio en Roma cuando un marido celoso intento atravesarme con su espada y el se puso en medio; a su hijo, Tom, se lo llevo la malaria en Tailandia; el hijo de este, Thom, murio en la guerra de los Boers; su hijo, Tom, fue arrollado por un coche que se habia salido de la carretera en Hollywood Hills; su hijo, Thomas, fallecio al termino de la Segunda Guerra Mundial; al hijo de este, Tomas, lo asesinaron en un ajuste de cuentas; su hijo, Tommy, es un actor de telenovelas y esta en coma por culpa de una sobredosis.

Me quede frente al panel de cristal y lo observe. Aunque hacia tiempo que le advertia que acabaria mal, me conmovio verlo en esa situacion. ?Donde estaba aquel joven guapo, seguro de si y simpatico al que reconocian alli donde fuera? ?Donde estaba la estrella de la television? Ahora no era mas que un cuerpo postrado en una cama, que respiraba con la ayuda de una maquina, incapaz de evitar las miradas curiosas. Me recrimine no haberle echado una mano. Esta vez podria haberlo ayudado un poco.

Unos minutos despues, en la sala de espera, conoci a Andrea. Sentada a solas, bebia una taza de cafe inmersa en esa atmosfera tipicamente esteril que en nada ayuda a relajarse. El olor a desinfectante era omnipresente y solo habia una ventana, cerrada a cal y canto y muy sucia. Aunque era la primera vez que la veia, deduje que, por su evidente estado de gestacion, su mirada baja y los temblores que la recorrian, se trataba de la novia de mi sobrino.

– ?Andrea? -pregunte, inclinandome hacia ella y tocandole suavemente el hombro-. ?Eres Andrea?

– Si… -Me miro asustada, como si fuera un medico portador de malas noticias.

– Soy Matthieu Zela -me presente-. Hemos hablado antes por telefono.

– ?Ah, si! -Parecio animarse y decepcionarse al mismo tiempo-. Claro, al fin nos conocemos -anadio con una sonrisa forzada-. Lastima que sea en un sitio como este. ?Le apetece un cafe? Si quiere voy a… -Se le quebro la voz y no pudo continuar.

Me sente ante ella. Por su aspecto parecia recien levantada de la cama, y su vestimenta daba pena: tejanos sucios, camiseta arrugada, zapatillas deportivas sin calcetines. Tenia el pelo rubio ceniza, rizado y sucio, y no llevaba maquillaje. Aun asi, su rostro poseia una belleza natural muy atractiva.

– No entiendo que ha podido ocurrirle -dijo negando con la cabeza con tristeza-. Yo ni siquiera estaba con el cuando paso. Un amigo suyo lo trajo aqui y luego se marcho. Debio de ser uno de esos parasitos que lo rodean para aprovecharse de su lama, entrar en los clubes, beber gratis y ligar con las chicas.

– Hizo una pausa, sinceramente indignada-. No puedo creer que haya tomado una sobredosis. Siempre tiene mucho cuidado. Se supone que sabe lo que hace, joder.

– Cuando te pasas el dia colocado es muy dificil tener cuidado -apunte, irritado.

Con el tiempo noto que los jovenes me sacan de quicio cada vez con mayor facilidad; cuanto mas lejos estan de la epoca de mi propia juventud, cuantos mas anos cumplo, mas me exasperan. Hasta hace poco pensaba que la generacion anterior a esta, nacida en la decada de los cuarenta, habia llegado al colmo de la estupidez, pero para mi sorpresa he comprobado que los de los anos setenta, como mi sobrino, son aun peores. Uno diria que no se dan cuenta de los terribles peligros que los acechan. Es como si confiaran en vivir los mismos anos que yo.

– No se drogaba siempre -replico; ya usaba el pasado para referirse a Tommy-. Le gustaba colocarse un poco para divertirse con los amigos, pero nada mas. Como todo el mundo, vamos.

– Yo no -dije, y me pregunte a que se deberia esa actitud tan puritana. Ahora era conmigo mismo con quien estaba irritado.

– Ah, si, menudo santo de mierda estas hecho tu -contraataco-. Pero no tienes un trabajo estresante como el, de dieciocho horas seguidas, ni te miran alli donde vas, ni tienes que representar un papel todo el dia ante millones de personas a las que ni siquiera conoces.

– Lo entiendo. Yo…

– No tienes ni puta idea de lo que…

– Andrea, lo entiendo -repeti con firmeza y alzando la voz-. Perdona. Se que mi sobrino tiene una vida muy rara, e imagino que no resulta facil. Santo Dios, estoy harto de oir sus quejas al respecto. Pero ahora deberiamos concentrarnos en su recuperacion y en el modo de evitar que esta situacion se repita. Siempre y cuando sobreviva, claro. ?Te ha dicho algo el medico?

– Si, justo antes de que vinieras. -Parecio mas tranquila-. Ha afirmado que las proximas veinticuatro horas seran decisivas, la frase estereotipada que les ensenan en la facultad para encajarla en cualquier situacion. En mi opinion, las proximas veinticuatro horas siempre son decisivas, ocurra lo que ocurra. O despertara, en cuyo caso se pondra bien al cabo de unos dias, o sufrira una lesion cerebral, o bien quedara en coma, tendido en esa cama, Dios sabe cuanto tiempo.

Asenti. En resumen, el medico no habia dicho nada que cualquier imbecil con dos dedos de frente no hubiera podido diagnosticar.

– Estas temblando -senale tras un silencio, y la cogi de la mano-. Tienes frio. ?Por que no te pones un jersey? El nino…

Me interrumpi, sin saber que decir; no me parecia conveniente que una mujer embarazada de seis meses se expusiera a contraer una neumonia.

Вы читаете El ladron de tiempo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату