En mi aturdimiento la habitacion empezo a dar vueltas y tarde unos segundos en percatarme de lo que ocurria. Me revolvi, pero Richard estaba tan rabioso que me apreto con mas fuerza, y fue solo gracias a la sensata intervencion de su mujer que al fin logre quitarmelo de encima. Me desplome, tosiendo, escupiendo y palpandome el cuello magullado.

– ?Que diablos pasa? -balbuci, postrado en el suelo, antes de que me propinara una patada y me maldijese llamandome perro y traidor.

– ?Richard, dejalo en paz! -grito Betty, y lo empujo hasta hacerlo caer en el sofa.

Aproveche ese momento para levantarme.

– ?Pagaras por esto, Zela! -rugio.

Lo mire boquiabierto. ?Que crimen habia cometido para merecerme semejante castigo de manos de quien hasta ese momento habia considerado mi amigo?

– No entiendo nada -farfulle, dirigiendome a Betty para que me diera alguna explicacion, esperando que estuviese mas abierta a razones que su marido-. Pero ?que ocurre? ?Que he hecho mal?

– Es solo una nina, senor Zela -dijo Betty, rompiendo a llorar, y por un instante pense que me pegaria una bofetada-. ?Era mucho pedir que la dejase en paz? ?Es una nina!

– ?De quien habla? -pregunte, y observe que Richard, aunque me miraba con rabia, parecia mas calmado y no daba senales de que fuera a atacarme otra vez.

– Te casaras con ella -dijo antes de mirar a su esposa y anadir, como si yo no estuviera en la habitacion-: ?Me escuchas, mujer? Se casara con ella. No hay otra solucion.

– ?Casarme con quien? -pregunte, seguro de no haber causado ofensa alguna a nadie que mereciera un castigo semejante-. ?Con quien demonios he de casarme?

– ?Con Alexandra! ?Con quien si no? -exclamo Betty lanzandome una mirada de irritacion que decia: deje de negar los hechos y vayamos al grano-. ?De quien cree que estamos hablando?

– ?Alexandra? ?Por que habria de casarme con Alexandra?

– ?Porque has mancillado su reputacion! -vocifero Richard-. Pero ?que cara tiene! Y encima lo niega. ?Sinverguenza!

– ?Pues claro que lo niego! Ni siquiera la he tocado.

– Embustero… -Richard se levanto de un brinco, pero en esa ocasion yo estaba alerta y lo repeli propinandole un punetazo en la nariz.

Aunque no era mi intencion darle muy fuerte (solo esperaba frenar el ataque), oi el espeluznante crujido del hueso al romperse y el grito que solto mientras se desplomaba con la cara ensangrentada.

– ?Que ha hecho? -balbucio Betty entre sollozos mientras se agachaba a toda prisa junto a su marido y le apartaba las manos del rostro para ver el rio de sangre que brotaba de su nariz rota-. ?Oh, llamen a la policia! - grito a nadie en particular-. ?La policia! ?Que venga la policia! ?Asesino! ?Asesino!

Hasta las tres de la manana no conseguimos aclarar la historia. Richard Jennings nos convoco a Alexandra y a mi a su cocina, donde permanecimos de pie frente a frente mirandonos con hosquedad. Previamente habia mantenido una conversacion aparte con Betty durante la cual le referi mis charlas anteriores con su hija, y no se mostro sorprendida. Habia acudido un medico para curar la nariz de su marido, que se quedo ahi enfurrunado, con la cara purpura y cubierta de moratones y los ojos tumefactos e inyectados en sangre.

– Alexandra -murmure mirandola a la cara-, debes decirles la verdad. Por nuestro propio bien, haz el favor.

– La verdad es que el me prometio que se casaria conmigo. Dijo que si yo… si le permitia hacer conmigo lo quisiera me llevaria lejos de aqui. Me juro que tenia todo el dinero del mundo.

– ?Hace un par de meses estaba prometida al principe de Gales! -exclame, perdiendo la paciencia-. ?Y despues tuvo un lio con un personaje salido directamente de la Letra escarlatal Esta loca, Betty, loca de atar.

– ?Me lo prometio!

– No te prometi nada.

– ?Y ahora debe casarse conmigo!

– ?Callate, nina! -vocifero la senora Jennings, sin duda harta de aquel embrollo-. ?Se acabo! Alexandra, quiero que me cuentes la verdad; no saldremos de aqui hasta que me hayas explicado lo que ocurrio. Senor Zela, vuelva a su apartamento, que yo ire a hablar con usted dentro de un rato. -Al ver que yo abria la boca para decir algo, no me lo permitio-: Le he dicho dentro de un rato, senor Zela.

La tarde siguiente encontre a Richard mientras supervisaba una zona ocupada por la Asociacion de Fabricantes de Edredones de Cornualles. Seguia igual que la noche anterior, si no peor, pero me saludo avergonzado y se disculpo por su comportamiento.

– Alexandra ha sido igual desde que era nina, ?sabes? No se por que siempre me lo creo. Pero cuando un hombre cree que han abusado de su hija, entonces…

– No te preocupes, lo entiendo. Sin embargo… te das cuenta de que tu hija no esta bien, ?verdad? Los ultimos meses me ha contado historias a cual mas disparatada. Al principio tambien la creia. Si sigue asi acabara metiendose en un buen lio.

– Lo se, lo se -repuso con abatimiento-, pero no es tan sencillo. Dios la ha dotado de una imaginacion desbordante.

– Hay que distinguir entre una imaginacion desbordante y Lina mentira peligrosa -senale-. Sobre todo cuando la persona que la presenta como verdad empieza a creerse lo que dice. -Tienes razon -admitio.

– Entonces, ?que vas a hacer? -pregunte tras un silencio incomprensible e irritante-. ?Eres consciente de que debido a las circunstancias tendre que mudarme? Alexandra necesita ayuda, Richard. Ayuda de un especialista.

– Bueno, si quieres que te sea sincero -respondio Richard, apretandome el brazo como si aun entonces, y a pesar de las disculpas, le hubiera encantado tumbarme de un punetazo-, te dire que es mejor ser la nina inofensiva que cuenta historias que el idiota credulo que se las cree.

Solte un gemido ahogado de asombro: ?estaba excusando el comportamiento de Alexandra!

– Esa hija tuya deberia dedicarse a escribir novelas -le espete, y me zafe de su mano-. Es probable que encontrara un modo de inventarse una nueva historia en cada pagina. Se encogio de hombros y no dijo nada.

Unos anos despues, mientras pasaba las vacaciones estivales en Cornualles, volvi a saber de Alexandra Jennings. Su nombre se mencionaba en una breve noticia aparecida en The Times, el 30 de abril de 1857:

Una familia londinense fallecio tragicamente al quemarse su casa durante la noche. El senor Richard Jennings, la senora Betty Jennings y cuatro de sus hijos, Alfred, George, Victoria y Elizabeth, murieron despues de que un trozo de carbon ardiendo cayera sobre una alfombra provocando que toda la vivienda fuera pasto de las llamas. La unica superviviente fue otra hija, Alexandra, de veintitres anos, que relato a nuestro cronista que en el momento del incendio no se encontraba en el lugar de los hechos sino en compania de unos amigos. «Me siento la chica mas afortunada del mundo -se dice que afirmo al enterarse de la noticia-, aunque, claro, he perdido a mi familia.»

Tal vez estuviera convirtiendome en un viejo cinico, pero me parecio que la coartada de Alexandra era muy poco convincente. Aunque no recordaba que fuese violenta, no pude dejar de imaginar las historias que habria fabulado en los ultimos tiempos y que cuentos se inventaria despues de ese desastre. Continue leyendo, pero el texto se cenia a los detalles de la investigacion, hasta el ultimo parrafo, que rezaba lo siguiente:

La ex senorita Jennings, viuda y maestra de una escuela local, se ha comprometido a reconstruir la casa donde nacio. «Todos mis recuerdos de infancia estan ahi enterrados. Por no mencionar el hecho de que fue alli donde mi difunto marido Matthieu y yo fuimos felices durante nuestro breve matrimonio.» Por desgracia, el marido de Alexandra

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