– No hace falta. Puedo ir solo.

– Pero quiero ir -insistio, fingiendo jovialidad, como si estuvieramos embarcados en una gran aventura-. Asi vigilare que no venga nadie.

Me detuve y la mire. A la luz de la luna su tez blanca cobraba tonos azulados. Me sostuvo la mirada sin parpadear.

– ?O mas bien quieres vigilarme? ?Que crees que voy a hacer? ?Huir solo con el dinero?

– ?Claro que no! -protesto. Apreto los labios mientras intentaba descifrar mi estado de animo. Tras una pausa, tiro de mi camisa y anadio-: Te acompano.

Me encogi de hombros y segui caminando. Al llegar a la puerta me detuve y, agarrandome a las verjas con pinchos que separaban el lavadero del sotano del nivel del suelo, mire hacia el tejado. Desde donde me encontraba no parecia muy alto, pero sabia por experiencia que desde arriba la impresion era mucho mayor. Debia de haber unos diez metros de altura, si bien creia poder salvarlos facilmente escalando el muro, como un Romeo del siglo XVIII.

– Vamos alla -dije al tiempo que abria la puerta y me sumia en las sombras.

La cocina estaba a oscuras, y me encamine hacia la escalera que conducia a las dependencias del servicio. Con Dominique detras, empece a subir y alargue la mano para ayudarla. En el alfeizar de la ventana del siguiente rellano habia una vela encendida. Hice una pausa con la intencion de cogerla, pero al final decidi que no valia la pena. La vela proyectaba un pasillo estrecho y ascendente de luz y a duras penas distinguia los escalones para apoyar los pies. Por desgracia, Dominique dio un traspie, y si no hubiera ido cogida de mi mano habria caido con gran estruendo.

– Lo siento -dijo, y se mordio el labio inferior.

La mire. El miedo me atenazaba el estomago; no por el riesgo que corriamos (en realidad, poco), sino por lo que estaba a punto de hacer. ?Y por que lo hacia? ?Por Dominique? ?Por nosotros?

– Ve con cuidado -susurre, y continue subiendo-. Despacio.

En la siguiente planta vi las puertas de varias habitaciones. Una de ellas era la de Mary-Ann y otra la de Dominique. En el recodo de la escalera, seis peldanos mas arriba, habia una puerta entreabierta. Vacile y mire hacia atras en senal de respeto. Era la habitacion de Jack. No se por que, empuje la puerta, que se abrio de par en par emitiendo un crujido que podria haberse oido en toda Inglaterra. Contuve la respiracion, esperando que dieran la voz de alarma, pero no ocurrio nada. Entre y eche un vistazo. Habia un catre en un rincon, un armario cuya puerta colgaba del gozne inferior, una alfombrilla raida, un hogar lleno de ceniza, una estanteria atestada de libros, una jofaina y un jarro. Por supuesto, nada era nuevo para mi, pero en ese momento me senti como si hubiese visto un fantasma, sobre todo al pensar que el hombre que hasta hacia poco ocupaba ese cuarto estaba en una celda y seguramente pasaria mucho tiempo antes de que pudiera salir. Seguimos subiendo.

Un largo pasillo terminaba en una ventana que a su vez daba al tejado. Abri una hoja suavemente y sali al exterior, donde el frio aire nocturno me estremecio. Me volvi para ayudar a Dominique a cruzar la ventana; se le engancho la falda con una esquirla de la madera pero conseguimos soltarla. Nos encontramos en una plataforma de unos cuatro metros por tres, y a nuestra derecha se extendia el ascendente tejado de pizarra. Me dirigi hacia el borde, ligeramente inclinado hacia delante, sin dejarde mirar abajo, a las verjas de pinchos. El vertigo me paralizo y senti que perdia el equilibrio, hasta que Dominique me agarro del brazo y tiro de mi con fuerza. Caimos sobre el tejado y contra la pared, y nuestros labios quedaron a un palmo de distancia. Dominique me empujo al tiempo que me miraba como si me hubiera vuelto loco.

– Pero ?que haces? -rezongo-. ?Acaso quieres romperte la crisma? Si te caes desde esta altura te matas.

– No iba a caerme -murmure-. Solo estaba mirando.

– Bueno, pues no vuelvas a mirar. Limitate a buscar el dinero y larguemonos de aqui cuanto antes.

Asenti y mire alrededor. Jack me habia dicho que habia un desague con una tapadera, dentro de la cual ocultaba el dinero. Aunque continuaba un poco desorientado, vi el desague que corria por el tejado y al seguirlo con la mirada divise un panel cuadrado y negro a un lado.

– Alli -dije, senalandolo-. Alli esta. -Me acerque, me puse de rodillas e intente abrir la tapadera haciendo palanca con un dedo, pero el agujero era demasiado pequeno.

– Ten, usa esto -dijo Dominique al tiempo que se quitaba una horquilla del pelo, que cayo sobre sus hombros.

La contemple unos instantes antes de intentarlo de nuevo y al final levante la tapa sin esfuerzo. Meti la mano y saque una caja. Nos sentamos junto a la pared y nos quedamos mirandola maravillados. En ese momento supe que seria capaz de robar aquel dinero. Nunca lo habia visto, y mucho menos habia tenido la oportunidad de contarlo, todo lo que sabia era que estaba escondido en una caja que podia llevarme.

– Abrela -murmuro Dominique con voz grave.

Era una caja de puros que Jack debia de haber comprado en el pueblo o, mas probablemente, robado en un cuarto de huespedes en la epoca en que habia empezado a ahorrar. El olor a humedad del dinero invadio mis fosas nasales y me eche a reir, anonadado de tener semejante suma ante mis ojos. Saque los enormes billetes y me asombre de su tamano y grosor. Rara vez habia tenido un billete en las manos; mis magros ahorros consistian en una bolsa de monedas que solia contar con enorme placer en mi habitacion en casa de los Amberton. Calcule que la caja debia de contener la suma que Jack me habia dicho, si no mas.

– Mira, Dominique. Es impresionante.

– Nuestro futuro depende de esto -afirmo ella mientras se levantaba y luego me ayudaba a ponerme en pie.

Meti los billetes en la caja, la cerre y eche el pestillo, no fuera a arrancarmela de las manos la brisa de un Dios proveedor y se la llevara volando por encima de los arboles de Cageley antes de desparramar su contenido sobre las casas. Estaba listo para cruzar la ventana de nuevo y largarme de Cageley para siempre y ya veia la buena vida que me esperaba: ropa cara, buena comida, una casa decente, un trabajo, dinero. Y amor, sobre todo amor.

Al volverme hacia la ventana no pude evitar echar un vistazo por encima del hombro. Hay momentos, simples escenas que se te quedan grabadas para toda la vida. Despues de doscientos cincuenta y seis anos en este mundo, siempre que pienso en mi ninez y adolescencia, la imagen de esos primeros tiempos irreflexivos termina junto a esa ventana de Cageley House en el momento de volver la vista atras antes de marcharme definitivamente. Siento que me remuerde la conciencia y se me encoge el corazon ante lo que me dispongo a hacer, y al mismo tiempo se que ese desconsuelo me perseguira todos los dias de mi existencia. Y es en ese instante cuando, en un abrir y cerrar de ojos, diviso los establos mas alla del patio. Aunque la luna no los ilumina y permanecen en sombras, los distingo perfectamente. Los conozco tan bien como la palma de mi mano, y tambien a los caballos. Los oigo relinchar; un par de yeguas gimen en suenos. Veo el muro exterior y la esquina donde esta la bomba de agua junto a la que solia sentarme con Jack a beber una cerveza al finalizar la jornada de trabajo, el punto desde el que se contemplaba mejor la puesta de sol. Recuerdo el sentimiento de placer que me invadia al tumbarme alli despues de nueve o diez horas de trabajo, con toda una noche llena de promesas por delante. Recuerdo las horas que pasamos.illi sentados, hablando tranquilamente, aunque llevabamos todo el dia deseando estar en otra parte, cuanto mas lejos mejor. Rememoro las bromas, las risas, los insultos, las burlas cordiales.

Tomo conciencia de que aunque viviera cien anos jamas me perdonaria el crimen que estaba a punto de cometer.

Nunca ibamos a ningun otro sitio ni hablabamos con nadie mas. Eramos amigos. Cerre los ojos para pensar. En ese momento no sabia lo que es estar dolido con aquellos que uno ha considerado amigos, si bien desde entonces lo he sufrido repetidas veces en carne propia, y alli estaba yo, disponiendome a cometer un acto horrendo. Todo ese dinero… Jack lo habia ganado con el sudor de su frente. Habia pasado por incontables sufrimientos y maltratos, habia paleado mierda y almohazado caballos muchas mas veces de las que podia recordar. Se lo habia ganado a pulso.

ahora yo lo robaba. No podia soportarlo.

– Lo siento mucho -dije mirando a Dominique a los ojos y moviendo la cabeza con pesar-. No puedo hacerlo.

– ?Que no puedes hacer?

– Esto, lo que estamos haciendo: robar. Soy incapaz, en serio.

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