– Matthieu -dijo con voz serena, acercandose a mi despacio, como si se las viera con un nino travieso al que tuviera que prevenir de algun peligro-. Lo que pasa es que estas nervioso. Tambien yo lo estoy. Ese dinero nos hace falta. Si vamos a…

– No, el que necesita el dinero es Jack. Es su dinero y lo necesita para salir de la carcel. Asi podra irse a…

– ?Y nosotros que? -grito, lanzando una mirada encendida a la caja de puros, lo que hizo que yo la aferrase con mayor fuerza aun-. ?Que pasara con los planes que teniamos?

– ?Acaso no te das cuenta? Esto no cambia nada. No tenemos mas que ponernos en camino de nuevo y…

– Escucha, Matthieu -me interrumpio con voz energica, y di un paso atras temiendo que se abalanzara sobre la caja-. No pienso ponerme en camino, ni lo suenes. Cogere el dinero y…

– ?No! -grite-. ?No lo cogeras! ?No lo robaremos! Se lo llevare a Jack. ?Y lo sacare de la carcel!

Suspiro y se llevo una mano a la frente antes de cerrar los ojos y sumirse, al parecer, en profundos pensamientos. Trague saliva y parpadee hecho un manojo de nervios, expectante. Aguarde a que dijera algo. Cuando aparto la mano, en lugar de la mirada airada que habia previsto, Dominique sonreia. Se acerco un poco mas; le temblaban los labios ligeramente y no apartaba la mirada de mi.

– Matthieu -dijo con calma-, debes considerar lo mejor para nosotros, para ti y para mi, para que podamos estar juntos.

Ladee la cabeza ligeramente mientras calibraba el alcance de sus palabras. Arrimo su rostro al mio y, al rozarme los labios con los suyos, cerro los ojos y presiono suavemente con la lengua mis labios apretados, que se abrieron un poco por instinto. Apoyo una mano en mi espalda y fue descendiendo hasta la cintura, y mas abajo, justo donde sabia que yo era mas vulnerable. Solte un gemido y me puse a temblar, excitado por lo que pensaba que iba a ocurrir. La tome de la nuca para besarla con pasion, pero de pronto aparto sus labios de los mios y empezo a besarme el cuello.

– Podemos hacerlo -susurro-. Podemos estar juntos.

Yo continuaba debatiendome. La queria. Pero al final me negue.

– Tenemos que salvar a Jack -murmure, y Dominique se aparto con expresion de furia.

Desvie los ojos para no ver la codicia reflejada en su semblante y cogi aquella caja llena de dinero que la obsesionaba.

De pronto se arrojo sobre ella.

Instintivamente, di un salto a un lado.

Y un segundo despues, Dominique ya no estaba alli.

Parpadee aturdido. Habia ido acostumbrandome a la oscuridad y veia claramente que habia desaparecido, y aun asi no me movi, agarrando la caja de puros como si me fuera la vida en ello, sin saber que debia hacer a continuacion. Senti nauseas y se me doblaron las rodillas. Me deje caer sobre el tejado y vomite. Cuando hube vaciado el estomago, volvi la cabeza para observar el resultado de mi reaccion de hacia unos instantes: alla abajo, a diez metros de distancia, en la noche oscura y fria, estaba Dominique empalada en la verja como una muneca de trapo.

Antes de echar a caminar hacia la prision, libere el cadaver y lo deposite con cuidado sobre la hierba. Tenia los ojos abiertos y de su boca manaba un hilo de sangre que le manchaba la barbilla. La limpie con la mano y le retire el cabello de la cara. No llore; por curioso que parezca, todo cuanto queria era huir de alli. Las recriminaciones y las noches de insomnio en que reviviria la escena una y otra vez vendrian despues. De hecho, tenia por delante dos siglos y medio para recordar. En ese momento estaba demasiado aturdido y lo unico que me interesaba era marcharme de esa casa lo mas rapido posible.

Aun asi, lleve a Dominique a la cocina y desde alli la arrastre por las escaleras hasta su habitacion, que olia a cerrado. Abri la ventana despues de tenderla en el lecho, y cuando iba a salir repare en que tenia la camisa y las manos ensangrentadas. Me lleve un susto de muerte, pues me daba mas miedo la sangre que el cadaver, que me resultaba extranamente ajeno, como si no fuera Dominique sino una mera representacion de esta, una imagen falsa, y su verdadera personalidad yaciera en lo mas profundo de mi ser, a anos luz de la muerte.

En esa ocasion no volvi la vista atras antes de salir de la habitacion. Fui al dormitorio de Jack y me cambie la camisa ensangrentada. Una vez fuera, me lave las manos en la bomba y observe el agua roja escurrirse por el desague, y con ella la esencia ultima de mi amada. A continuacion fui a la cuadra y desate dos caballos, los dos mas rapidos y resistentes que poseia sir Alfred, y sin hacer ruido los conduje por el camino hasta la verja de la propiedad. Alli monte uno y, sosteniendo las riendas del otro, me dirigi a toda prisa a la prision, en las afueras del pueblo. Ate los caballos y caminando como un sonambulo entre en la carcel. El celador -que no era el mismo que en mi visita anterior- echaba una cabezada sobre el escritorio, pero dio un brinco cuando carraspee y se agarro a la mesa muy nervioso.

– ?Que quieres? -pregunto antes de fijarse en la caja de puros que yo llevaba. Sin duda Jack lo habia puesto al corriente de nuestro plan, pues se le ilumino la mirada. Recorrio con los ojos la habitacion desierta y, al tiempo que senalaba con la cabeza en direccion a la celda, anadio-: Eres su amigo, ?eh?

– Si. ?Puedo verlo?

Se encogio de hombros, asi que anduve hasta el final del pasillo. Jack estaba en su celda, caminando de un lado a otro como un animal enjaulado. Sonrio al verme, pero al observar mi expresion se quedo de piedra.

– ?Joder! ?Que te ha pasado? Cualquiera diria que has visto un fantasma. -Hizo una pausa-. Esa camisa es mia, ?no?

En lugar de responder, le mostre la caja de puros.

– Aqui la tienes.

El celador se acerco y Jack lo miro.

– ?Y bien? ?Sigue en pie el trato?

– Si, me das cuarenta libras y te dejo ir -repuso, haciendo girar la argolla de las llaves para encontrar la que necesitaba-. Todo el mundo sabe que ese Nat Pepys se merecia una buena tunda -murmuro a modo de justificacion ante dos jovenes que no la necesitaban, pues habian hecho algo peor que lo que el se disponia a hacer.

En cuanto estuvo libre, Jack entrego el dinero al carcelero, que se preparo para recibir el golpe con que perderia el conocimiento.

– Acaba de una vez -dijo, volviendose hacia el escritorio.

Jack cogio una silla y la descargo en el cogote del hombre, que se desplomo en el suelo sin sentido. Aunque el dano no era ni mucho menos tan grave como el que habia presenciado apenas dos horas antes -al fin y al cabo el guardia sobreviviria-, volvi a sentir nauseas y pense que iba a desmayarme.

– Vamos -me apremio Jack, y acto seguido me llevo fuera y miro alrededor para asegurarse de que no habia nadie cerca-. ?Has traido los caballos?

– Si -respondi, senalando el lugar donde los habia atado, pero no me movi.

– ?Que te pasa? -Era evidente que mi actitud lo confundia.

Guarde silencio, sumido en un mar de dudas.

– ?Puedo hacerte una pregunta? -dije al fin-. Quiero que me contestes la verdad, sea cual sea.

Me miro sin comprender y abrio la boca para responder, pero cambio de parecer y asintio con la cabeza.

– ?Hubo algo entre tu y Dominique?

Vacilo un instante antes de responder:

– ?Que te ha contado?

– ?Dimelo tu! -vocifere-. ?Paso algo entre vosotros o no? ?Te… insinuaste a Dominique?

– ?Yo? -exclamo, y se echo a reir-. Que va. -Sacudio la cabeza-. Jamas. Si te ha dicho eso, es una mentirosa.

– Si, me lo ha dicho.

– Mas bien fue al reves. Una noche se colo en mi habitacion y «se me insinuo», como dices. Te lo juro.

Senti una punzada en el corazon.

– Y tu no hiciste nada -musite.

– Claro que no.

– ?Por mi? ?Debido a nuestra amistad?

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