dueno, anoche. Y menudo es el.
– ?Sabe por que no pago con tarjeta de credito?
– No lo se -dijo la muchacha-. El encargo se hizo por telefono y quien tomo nota de el fue la duena. Ahora no esta aqui. Creo que la conocia por haber vivido cerca o algo asi, no preste atencion. El pago se hizo en el lugar de la entrega, y supongo que con un muerto delante y los nervios… Un respeto, ?no? Ademas, si la conocian…
Era comunicativa, afable. Tampoco le habia dado mucho tiempo a reaccionar. Seguia con el talon que ya jamas iban a poder cobrar entre las manos.
– ?Donde se entrego la corona?
– Aqui al lado, en el Clinico.
– ?A nombre de quien? Bueno, quiero decir que si la cinta y el crespon llevaban alguna indicacion especial, un nombre…
– No lo se. Tendria que mirar en el libro de pedidos.
– ?Puedes hacerlo?
Mi suerte desaparecio alli. El talon desaparecio de mi vista, devuelto al cajon, y ella se puso firmes y en guardia. Fruncio el ceno.
– ?No venia a pagar la corona?
– No.
– ?Entonces a que vienen tantas preguntas?
En Espana nadie saca billetes como en las peliculas, ni le guina un ojo a la chica haciendose pasar por el chico. Utilice la verdad.
– Soy periodista -dije-. Esto es una investigacion oficial.
– ?Que tiene que ver…?
– Vamos -la interrumpi con misterio-. Sera mejor que me lo cuentes a mi que a la policia.
– ?La policia? ?Por que?
– Ha habido un crimen -la asuste-, y esas flores forman parte de la investigacion. Estoy escribiendo acerca de ello.
No le di tiempo para que lo pensara demasiado. Logre impresionarla. Por eso le gustaban mis novelas. Debia de meterse hasta el alma en ellas. El libro de pedidos estaba sobre el mostrador. Lo empuje suavemente hacia ella y consegui que lo abriera casi por inercia. Busco por entre una marea de anotaciones hechas con una letra nefasta hasta que detuvo el indice en una.
– Aqui esta -senalo-. Laura Torras para el entierro de Elena Malla. Entrega a las doce y media de la manana. Inscripcion en la cinta: «Tu amiga. Eternamente, Laura».
Al levantar los ojos del libro se encontro con mi sonrisa.
– Gracias.
– No hay de que -musito.
Yo ya estaba en la puerta cuando me detuvo.
– Oiga, el talon…
Le mostre mis manos desnudas e insolventes.
– Me temo que tu jefe va a hacer algo mas que enfadarse. -Luego apunte con el indice de mi mano derecha al libro y pregunte-: ?Te gusta?
– Si.
– Cuando lo termines leete
– Ya lo he leido -me sorprendio-. Y prefiero
Decidi comprar todas mis flores en esa floristeria llegado el momento en que tuviera que comprarle flores a alguien. Sali, camine unos pasos para alejarme de su proximidad y extraje la agenda electronica de Laura. El nombre de Elena Malla figuraba en ella, con direccion y telefono incluidos. Vivia en Sants, cerca de Badal. Era otra pista ambigua, como todas, pero era la unica alternativa que tenia de momento. Alli donde hubiese muertos, se producian acontecimientos.
Camine hasta la entrada del Clinico por aquel lado, el de la calle Villarroel. Si no recordaba mal, de otra luctuosa visita anterior, Pompas Funebres estaba por alli cerca, en el largo pasillo de la planta inferior. Me alegre de acertar y de que nada hubiese cambiado por esa parte del hospital. El lugar era una especie de sala no muy grande, sin ventilacion, con algunas mesas y sillas. Un letrero de «Prohibido fumar» destacaba por encima del resto. Tuve que esperar cinco minutos a que un hombre terminara de vender un nicho a unas mujeres enlutadas. Cuando se retiraron me sente delante de el. Demasiado rapido para su gusto, asi que le puse mi carne de periodista por delante.
– ?Puedo hacerle un par de preguntas?
Suavizo la expresion, aunque menos de lo que cabia esperar.
– ?Algo generico o concreto? -inquirio con profesionalidad.
– Concreto: el entierro de Elena Malla.
– Llega un dia larde -distendio los labios-. Eso fue ayer.
– Necesito informacion. -Fui aun mas concreto.
– ?Era alguien importante? -vacilo.
– Tal vez. Eso es lo que estoy investigando. Puede que haya algo detras. ?Recuerda quien pago el entierro?
– Si, desde luego. -Le cambio la cara. Un rayo de luz se la atraveso de lado a lado mientras hacia un gesto de admiracion con la mano derecha-. Es imposible de olvidar.
– ?Una mujer joven y muy guapa?
– La misma.
– ?Que parentesco tenia con la finada? -Fui exquisito en el lenguaje.
– Ninguno, creo.
– Entonces ?como aparecio por aqui?
– Me parece que fue la unica direccion o telefono que encontraron los de urgencias. La llamaron, vino, y eso es todo.
Los tres cheques del talonario de Laura encajaban: hospital, entierro y flores.
– ?La trajeron de urgencia?
– Si, anteayer, aunque ya no pudo hacerse nada. Esta lo hizo bien.
– ?El que?
– Pues el suicidio. ?No lo sabia?
Por la cara que puse comprendio que no, que no lo sabia. Y se suponia que era un periodista informado.
Eso fue todo lo que saque de el.
XIII
Subi a urgencias. El de Pompas Funebres no recordaba nada mas, o no quiso decirmelo. Se habia quedado con Laura y punto. Por lo visto, Elena Malla estaba sola, aunque el no se pasaba las veinticuatro horas del dia alla, ni hablaba con todo el mundo, naturalmente.
Naturalmente.
La sala de urgencias de un gran hospital es el sitio menos recomendable del mundo para los corazones sensibles. Demasiadas lagrimas, demasiados gritos, demasiada sangre, demasiado de todo y nada bueno. Prisas y nervios por parte de los acompanantes, camillas que llevan a candidatos al cementerio, calma y mesura en los rostros de los medicos y las enfermeras que, con cara de circunstancias, iban dando partes de guerra. Contrastes. Un mundo se movia a cien por hora y el otro a camara lenta. Para unos era la vida, su vida. Para los otros, la rutina, el roce constante con lo tragico.
Tuve que ensenar mi carne tres veces para que me hicieran caso. Y nadie se impresiono demasiado.
– ?Es por lo del preso de la Modelo que se ha autolesionado tragandose trozos de cuchillas de afeitar envueltos en algodon? -me pregunto una enfermera con carita de angel.
Le dije que no era por el, ni por el herido en el atraco de la sucursal bancaria del dia. Eso la desilusiono.