– Ayer enterraron a una chica que se habia suicidado el dia anterior. Queria ver a los medicos que la atendieron.
Me senalo un mostrador defendido por cien kilos de enfermera, mantuvo su sonrisa de animo y se despidio de mi diciendome:
– Hasta luego.
Cruce los dedos y toque madera. Alli dentro, un «hasta luego» tenia muy poco de prometedor.
Unos quince kilos de enfermera se movieron hacia mi para mirarme. Era lo que debia pesarle la cabeza. El resto se mantuvo inalterable. Le puse el carne delante y bizqueo para poder leerlo. Como el resto, sobrada, no se inmuto demasiado.
Ahora solo provocaba eso la television.
Le repeti la pregunta a ella, le suplique ayuda, puse cara de buen chico y de odiar a las anorexicas. Elena Malla. Suicidio. Laura Torras. No hablo hasta que yo deje de hacerlo.
– El medico que estaba de guardia cuando ingresaron a esa mujer no se encuentra aqui ahora -me informo.
– ?Y el que firmo el parte de defuncion?
– Tampoco.
No miraba ningun registro. O tenia buena memoria, o nadie mas habia muerto victima de su propia mano dos dias antes, o recordaba el caso. Tambien es posible que quisiera quitarseme de encima.
La juzgue prematuramente y mal.
– Pero le buscare a la enfermera jefe -me dijo-. Si espera un momento, intentare localizarla.
No merezco mi suerte.
Le di las gracias y espere. Intente mirar al suelo o al techo, pero no a mi alrededor. Algo dificil. En el espacio de cuatro minutos entraron a una nina inconsciente que se habia bebido un vaso de no se que porqueria biodegradable y a un anciano con la cadera rota, machacado por los reproches de su hija, que no dejaba de repetirle:
– ?A ver que hacemos ahora, porque ya me diras, tozudo, que eres un tozudo! ?Quien te mandaba…? ?Si es que no se te puede dejar solo!
Por la cara del hombre vi que sufria mas por la paliza de su hija que por su propio dolor.
La enfermera jefe aparecio por uno de los pasillos. Supe que era ella porque la vi hablar con la mujer de los cien kilos y luego dirigirse a mi. Era de estatura media, rostro decidido y ojos firmes. Me tendio una mano y llego mi primera sorpresa.
– ?Algo importante, senor Ros?
– ?Me conoce?
– Leo sus columnas.
Eso valia mucho.
– ?Puedo hacerle perder cinco minutos?
– Venga, hablaremos mas tranquilamente en privado. -Me senalo uno de los consultorios de urgencia vacio.
Me precedio, espero a que yo entrara y cerro la puerta. Habia una camilla, los elementos necesarios para un primer examen a un paciente y una silla. Ella se sento en la camilla y espero a que yo hiciera lo propio en la silla. No perdio el tiempo.
– ?Que es lo que desea saber?
– Todo lo relativo a la muerte de Elena Malla.
– ?Esta escribiendo un articulo?
– De momento, investigando. No es solo ella.
– Comprendo -asintio con la cabeza-. ?Era alguien especial?
– ?Elena Malla? No la entiendo.
– La prensa no suele interesarse por demasiadas personas, tanto si se han suicidado como si han sufrido algun accidente. Cuando lo hace es por algo.
– Eso es lo que trato de averiguar. No puedo decirle mucho, lo siento.
– Perdone mi parte de interes -se sincero-. A veces hay casos que te afectan mas que los otros.
– ?Fue uno de ellos?
– Era muy joven y muy guapa, muchisimo. Una belleza, un tipazo. Ningun suicidio tiene sentido, al menos para mi, pero tratandose de adolescentes o personas tan especiales como me parecio ella a juzgar por su aspecto, aun lo tiene menos. Despues, al ver tanta soledad…
– No la entiendo.
– Cada vez que alguien muere, aparece un enjambre de personas. En el caso de esa mujer, bueno, de esa muchacha, porque le repito que era muy joven, lo que mas me afecto, ademas del suicidio en si, fue la soledad.
– ?No vino nadie?
– No vi el entierro, claro, asi que no sabria decirle si alguien mas la acompano en el ultimo viaje, pero por lo que se, y me tome cierto interes en ello, solo hubo tres personas aqui a raiz de su muerte.
Elena Malla debia de ser otra Laura, otra Julia. La enfermera jefa se sentia mas que impresionada. En sus ojos vi un destello inequivoco. Yo me habia sentido atraido por mi vecina. Ella por la muerta.
Pero era una lesbiana discreta.
– ?Quienes eran esas tres personas?
– Sera mejor que empiece desde el principio, ?le parece? En realidad no hay mucho que contar, pero yendo por partes…
– Gracias.
Miro sus manos buscando las huellas del recuerdo. Dejo pasar media docena de segundos antes de volver a hablar.
– Fue anteayer por la manana, a eso de las doce mas o menos. Llego una ambulancia con Elena Malla dentro, todavia viva pero en las ultimas. Se habia tomado un frasco de Cardenal, entero. Se le practico un lavado de estomago pero fue inutil y murio a los pocos instantes. Ya tenia cianosis aguda, el pulso acelerado y la tension arterial muy baja, erupciones cutaneas, miosis… -Con esta ultima palabra reacciono-. Perdone los terminos medicos. Me refiero a las pupilas muy pequenas. Total que cuando la atendimos era irreversible.
– ?Quien la trajo aqui?
– Oi decir que la habia encontrado la portera del edificio en que vivia. Ella aviso a los vecinos y uno llamo a una ambulancia.
– Avisaron a una amiga suya.
– Si, encontramos un numero de telefono en un papel que aparecio en uno de los bolsillos de los vaqueros que llevaba. Llamamos y de ese modo contactamos con la mujer que se ocupo de todo, otra belleza. Creo que se llamaba Torras.
– Laura Torras -intercale yo.
– Vino inmediatamente y se hizo cargo del resto, aunque estaba muy afectada por lo sucedido. Me vi obligada a darle un calmante.
– ?Estuvo aqui todo el rato?
– Ya sabe como son estas cosas: papeleo, diligencias, burocracia, preguntas… Un suicidio siempre requiere una poca de investigacion, aunque sea ritual. La policia no hizo mucho mas. La senorita Torras quiso que la enterraran cuanto antes.
– ?Sabe el motivo?
– No.
– ?Permanecio aqui ella sola?
– Un hombre vino a recogerla mucho despues. Me parece que ella lo llamo con su movil.
– ?Puede decirme algo de el?
– No demasiado. -Hizo un gesto ambiguo-. Joven, de menos de treinta anos, atractivo, muy moreno, cabello largo, gafas oscuras… Parecia uno de esos que anuncia colonias por television, como ellas mismas, la muerta y la Torras.
– ?Recuerda su nombre?