– Alex -fue rapida-. Ella lo llamo asi cuando se echo a llorar por la forma en que el la trato. Fue cuando le mire un poco mas. Esa escena se me quedo grabada en la memoria. Era un capullo.
– ?Que sucedio?
– El tal Alex no parecia muy contento de que estuviese aqui, y menos de que se hiciera cargo de todo. La mujer grito que tenia que hacerlo y volvio a ponerse poco menos que histerica. Entonces el la abrazo, pero mas para que no diera un espectaculo que por consolarla. Despues se la llevo.
– ?Eso fue todo?
– Si, que yo recuerde.
– ?Y la tercera persona?
– Ayer por la manana, muy temprano, poco antes de que terminara mi guardia, llego otro hombre preguntando. Era el padre de la fallecida.
– ?Casi veinticuatro horas despues?
– Puede que nadie le avisara de lo sucedido, o que no le localizaran.
– ?Vino solo?
– Si.
– ?Como reacciono?
– No sabria decirle. -Arrugo la cara-. Era un hombre extrano, y vestia de una forma…, no se…, trasnochada, elegante pero decimononica. Daba la impresion de tener una gran entereza interior, una especie de rigor que le distanciaba del resto, de todo y de todos. Suelo ver gente rara, y he sido testigo de reacciones insolitas. No dire que ese hombre se llevase la palma, pero tampoco fue de las mas usuales. No lloro, aunque se mostro abatido. Lo primero, quiso hablar con el medico. Su mayor preocupacion, yo diria que su mayor interes, era saber si habia dicho algo antes de morir, si se habia encontrado con Dios, si recibio los santos sacramentos… Lo que mas le hundia era saber que su hija se habia quitado la vida. En cambio, ni se altero cuando el medico le dijo lo mas duro.
– ?Lo mas duro?
– Elena Malla se habria salvado en caso de estar sana -dijo la enfermera jefe de la planta de urgencias-, pero tenia mas heroina en la sangre y mas huellas de pinchazos en los brazos que posibilidades de conseguirlo. Estaba rota, debil, y probablemente habria acabado muriendo igual de seguir asi. Crei que lo sabia -agrego al ver mi perplejidad-. La noticia viene en el periodico de hoy por ese motivo.
XIV
Sali del hospital sintiendome el periodista mas ridiculo y estupido del mundo. Por no estar al dia, ni siquiera habia leido mi propio periodico. Genial. Fui a por el coche y sali del aparcamiento envuelto en mis pensamientos, porque, una vez mas, no sabia que estaba haciendo, ni por que seguia el rastro de Laura el dia anterior a su muerte. Cierto: no tenia otra cosa, otra pista, nada. Pero aquello tenia cada vez mas cabos sueltos. El piso de Laura a medio registrar, la cita de medianoche, la misteriosa Agata Garrigos, la inesperada Elena Malla… Y el tal Alex que no dejaba de comunicar.
Alex.
Me acorde de el y busque otra cabina mientras iba rumbo a Sants. La primera que localice estaba rota. La segunda tenia el telefono arrancado. Viva el civismo. No encontre una tercera, disponible y con facilidad para dejar el coche sin que molestara, hasta pasado Josep Tarradellas. Una morenita que mascaba chicle con fiera determinacion hablaba con no menos fiera pasion, pegada al telefono. Sus grandes y maquillados ojos miraban sin ver, prescindiendo de todo lo que no fuera aquella comunicacion. Llevaba los pelos de punta, una blusa negra y una falda verde a topos igualmente negros. Calzaba unas enormes botas con plataforma. Observe sus redondeces juveniles hasta que acabe de los nervios a los cinco minutos de espera. Ni se inmuto. Asi que me volvi de espaldas y permiti que la naturaleza siguiera su curso. Cinco minutos despues, y supongo que arruinada, colgo y se alejo muy digna, con la barbilla en alto. Yo agarre el auricular, caliente por su contacto y todavia humedo por el vaho condensado en la parte donde se recogia la voz. No tengo manias, pero le pase un panuelo por si acaso.
Estaba marcando el numero de Alex cuando un tipo de cara chupada se puso casi encima de mi, a menos de un metro, invadiendo mi intimidad. Le di la espalda y conclui el tecleo de los nueve digitos.
La senal de linea interrumpida me volvio a golpear los nervios.
Aquello no podia ser una casualidad, que cada vez que llamase, el estuviese de conferencia, ni tampoco una larga y enrollada charla con alguien. Alex tenia el telefono descolgado o roto.
Lo probe una segunda vez, solo por confirmar los hechos. El de la cara chupada rezongo algo. De haberse topado con la morenita a lo peor la habria asesinado alli mismo. Me miro como si llevase una hora ocupando la cabina y tuve ganas de pedirle que se apartara un poco. Se puso de lado sin dejar de protestar, moviendo los pies. El perfil de su cuerpo era de una sinuosa evanescencia. La nariz formaba un arco de noventa grados sobre el cuadrante superior. Si tenia que llamar a su esteticista, entendia la prisa.
La linea de Alex seguia interrumpida.
Colgue y deje la cabina.
– Esto no tiene arreglo -le dije al salir.
Centro su desconcierto en el telefono, creyendo que me referia a ello, y me olvide de el nada mas entrar en el coche. Abandone la esquina, aproveche el semaforo antes de que cambiara a rojo y eludiendo las zonas mas conflictivas, aunque se notaba que todavia habia mucha gente fuera, llegue a casa de Elena Malla en siete minutos.
No vi rastro de la portera del edificio, porque habia porteria, de las clasicas, a un lado del vestibulo. Opte por subir al piso y llamar. Nadie respondio a mis tres timbrazos. Imaginaba que Elena Malla debia de vivir sola, pero aun asi… Baje de nuevo a la calle y di un par de vueltas sin perder de vista el portal. A los tres minutos aparecio una mujer menuda, mas ancha que alta, vistiendo una bata y coronada por un mono compacto. Salio del interior de la casa, no de la calle, asi que la imagine en algun piso, tal vez el suyo. Cruce la calzada y para cuando me detuve en su presencia ya llevaba la mejor de mis sonrisas colgando del rostro.
Mi carne de periodista, unida a ella, hizo que los prolegomenos fuesen rapidos. Entro a saco sin resistencia, sin necesidad de que yo se lo pidiera.
– Fue terrible -confeso con gravedad, dando la sensacion de no ser la primera vez que hablaba de ello y que, con la practica, lo mejorase con cada actuacion-. Algo espantoso de verdad.
– ?Que sucedio exactamente?
Fingi que anotaba lo que me decia. Eso le dio alas.
– Pues vera usted, yo limpiaba la escalera, cosa que hago a diario, aunque a veces no tendria motivo, oiga. En esto que, como las ventanas que dan al cielo raso estaban abiertas por el calor, vi lo que parecia el cuerpo de la senorita Malla tumbado en el suelo de su piso. Y es lo que digo yo, oiga: porque se me ocurrio mirar, de casualidad, que si no, pasan mas horas y nadie se entera, ?verdad? Me asome para verlo mejor y si, si, alli estaba ella, aunque solo le veia medio cuerpo. La llame y comprendi que no tenia el sentido. Oiga, me asuste, ?sabe? Asi que supe que algo le sucedia, ?verdad?
– Entonces llamo a los vecinos.
Mi interrupcion no le gusto, pero por lo menos le corte su tanda de «oigas» y «?verdad?». Como la dejase hablar mucho, pronto el que no tendria «el sentido» seria yo. Pese a todo, fui amable. Nunca se sabe.
– No, aun no -explico-. Primero fui a la puerta y llame. Al ver que no contestaba fui a por mi llave, que por algo la tengo, y con la confianza de la mayoria de los vecinos, oiga, ?verdad? Subi otra vez, entre y la encontre tal cual. Todavia vivia, pero estaba muy mal la pobrecilla. Respiraba asi, ?sabe? -Me hizo una demostracion de los jadeos de Elena Malla-. Entonces si, sali dando gritos y llame a los vecinos y el senor Pascual aviso a una ambulancia, que para algo ha sido guardia urbano y entiende de esas cosas. Luego se la llevaron.
– ?Cuando supo que habia muerto?
– Por la tarde, no recuerdo a que hora. Vino una amiga suya y me lo dijo. Me pidio que le abriese la puerta porque necesitaba una sabana para la mortaja, un vestido, y ver si tenia papeles para el entierro y todo eso. Subi con ella, porque la responsabilidad era mia, ?verdad? A mi el corazon me iba asi. -Segunda demostracion, ahora de los palpitos de su organo, abriendo y cerrando el puno de su mano derecha mientras lo agitaba frente a su