pecho-. Cuando acabo, se fue y ya esta.

– ?Encontraron lo que buscaba?

– La sabana y el vestido, si, claro. Lo otro no. La gente joven de hoy no piensa en esas cosas, y menos en morirse. Yo me pago un seguro para que nadie tenga que preocuparse por mi, oiga, porque buenos estan los tiempos para dejarlo todo a los que quedan, ?verdad?

– Por lo que parece, ella debia vivir sola.

– Si.

– ?Ha venido alguien mas desde entonces?

– No.

– ?Tenia familia la senorita Malla?

– No se mucho de la vida de mis vecinos, oiga, y ella era bastante reservada; pero si, se que tenia un padre, aunque no se llevaba demasiado bien con el. Yo tengo seis hijos, ?verdad? Y hay uno para cada…

– ?Que tal era ella como persona, como inquilina?

– ?Ah, yo en eso no me meto! -Se curo en salud poniendo ambas manos a modo de pantalla entre ella y yo-. Y ademas, esta muerta, ?verdad? A quien Dios se la de, san Pedro se la bendiga.

No estaba muy seguro de que la frase fuese asi, pero pase por encima de otras disquisiciones que no fueran las pertinentes.

– Ya. Sin embargo, una chica joven, y tan guapa…

– ?Que quiere que le diga, oiga? Subian hombres, si, claro, y bastantes, a todas horas; pero de escandalos, nada. ?Que alguno no bajaba hasta la manana siguiente? Pues mire usted, ?y que? Vamos, quiero decir que quien soy yo para pensar en nada malo, y menos para hablar de la gente, ?entiende, verdad?

Seguramente no pensaba asi antes. Pero ahora su inquilina estaba muerta. Lo mejor era ser tolerante, y abierta. Vive y deja vivir.

– ?Tenia muchos amigos fijos?

– Amigos, si. Todos esos hombres debian de ser amigos, pero que yo recuerde el unico que venia a menudo y tenia llave era uno que me parece que debia de ser su novio. Un chico alto, guapo, de cabello largo y piel muy morena, de esos que gusta mirar por lo machotes y bien plantados, oiga. Cuando ella estuvo en el hospital dejo de aparecer tanto por aqui.

– ?Por que la hospitalizaron?

– Eso no lo se, oiga. Pero tenia muy mala cara.

Me estaba quedando sin preguntas, y mi objetivo no era ya la portera, sino el piso de Elena Malla.

– Esa mujer, la que vino a por la sabana, la ropa y lo del entierro, ?la habia visto antes?

– No, nunca, al menos que yo recuerde. Era tan guapa que… Pero tampoco me paso el dia viendo quien entra y quien sale a todas horas, oiga.

– ?Tiene idea de por que se suicido?

Hizo el signo de la cruz a toda velocidad, como si hubiese mentado al diablo, y se estremecio de cabeza a pies.

– ?Ay, no, Jesus y Maria! Aun no puedo creerme que lo hiciera. Seguro que debio equivocarse, tomar una pastilla de mas, ?verdad? Cuando los de la ambulancia encontraron el frasco y lo comentaron…

Se santiguo por segunda vez y cruzo ambas manos sobre su pecho, mirandome con amargura. Parecia una santa a punto de ser violada o devorada por los leones. Decidi poner la directa.

– ?Podria subir al piso para echar un vistazo? Acompanado por usted, naturalmente.

Eso la recompuso. Volvio a ser la guardiana de la paz, la intimidad y la seguridad de sus convecinos.

– ?No, hijo, que cosas tiene! ?Como voy a dejarle subir?

– Solo mirare -insisti-, sin tocar nada, para hacerme una idea… Y usted a mi lado.

– Es que no… No puedo, en serio, oiga. No se…

– Me gustaria hacer un buen reportaje, de alcance humano. Le juro que cuando escriba de lo bien que se ha portado, no mencionare lo del piso.

– ?Va a mencionarme?

– Por supuesto -asenti-. Si me da su consentimiento, manana le envio un fotografo. Usted fue quien encontro el cuerpo.

– Si, eso es cierto. -Vacilo mas y mas insegura-. ?Unas fotos? Bueno, pero que no sea a primera hora, porque antes he de ir a casa de Benita, para que me arregle un poco el pelo, ?verdad? Aunque no se si…

– Solo seran cinco minutos. Ver el ambiente en que viven las personas es muy importante a la hora de hablar de ellas.

Miro la hora. Llevaba un viejo reloj en el bolsillo de su bata. Arrugo la cara.

– Ahora no puede ser, ?sabe? Tengo unos mandados y… Oh, si, la presidenta de la comunidad, que es muy suya, no tardara en llegar. Si no me encuentra aqui, en mi puesto, es capaz de empezar a dar gritos llamandome. Y vive enfrente de la senorita Malla. Si nos viera salir del piso y me preguntara… ?No podria pasarse mas tarde, a eso de las ocho o mas tarde? Entonces subo a por las basuras. ?No le importa?

Me importaba. A lo peor no volvia, pero lo esencial estaba hecho. Ella me abriria la ultima puerta aunque tal vez tampoco sirviera de nada.

– Gracias -acepte-. Intentare volver a esa hora. Y si recuerda algo mas, podra contarmelo.

– No se preocupe, oiga. Y perdone.

Le di la mano caballeroso y me fui aliviado aunque con los «oiga» repiqueteando en mi cabeza.

Era hora de ir a ver a Alex.

XV

No tenia ni idea de donde podia estar la calle Pomaret. Y tampoco llevaba una guia de Barcelona. Pare a comprar una, un hermoso volumen doble de color rojo, uno para la ciudad y otra para las comarcas del area metropolitana y algunos pueblos de los alrededores. Estudie la situacion y vi que tendria que volver a atravesarme media urbe. Pomaret era una paralela de Iradier que trepaba hasta la montana del Tibidabo, al pie de Vallvidrera. El numero del edificio en el que vivia Alex-sin-apellido era alto, asi que correspondia a su tramo final, cortada por la ronda de Dalt. Volvi a pisar a fondo el gas y regrese a los barrios nobles.

Todavia no era tiempo de autobuses escolares y madres suicidas en sesion de recogida de infantes, tan caracteristica de las zonas altas de la ciudad, pero el movimiento de personas al volante de coches mas propios del campo que del asfalto se hacia notar en las alturas urbanas. Monovolumenes, «cuatroporcuatro»… Una princesa de Pedralbes me observo desde la distancia impuesta por su Ferrari. Una reina de Sarria lo hizo desde la azotea de su lujosa camioneta de ocho plazas metalizada, un metro por encima de mi cabeza. Cuando alcance Iradier pase por delante de la comisaria y del gimnasio que tenia a gala reunir la mejor coleccion de senoras maravillosas de Barcelona.

Al llegar a la calle Inmaculada gire a la izquierda. La siguiente que se cruzaba en perpendicular era Pomaret y, a juzgar por la numeracion, mi objetivo estaba alli mismo, a la derecha, antes de quedar segada por el violento impacto con la ronda de Dalt. Frene en la esquina aprovechando un hueco.

La casa de Alex era una preciosidad, una torrecita pequena, muy vieja, ideal para solitarios, personas selectas, aventuras, temperamentos especiales y gente de buen vivir. Se alzaba en mitad de un jardincito empedrado, bien arreglado, con parterres llenos de vegetacion. La puerta de entrada era al mismo tiempo la cancela que permitia el acceso al garaje, situado en la parte derecha. La cerradura no estaba echada, asi que entre, vigilando por si aparecia un perro celoso de sus obligaciones.

Nada.

Me detuve en la puerta principal y llame. En el interior se escucho un timbre de dos tiempos. Dos notas armonicas, subida y bajada, mi, re. Espere con verdadera ansiedad. Los hombres guapos, de cabello largo, piel bronceada eternamente y aspecto de anuncio de colonia no han sido ni seran nunca mi debilidad, pero tenia ganas de conocer a aquel.

Empece a dudar de mi proposito cuando del interior de la casa no me llego ningun sonido.

Repeti la llamada por pura insistencia, pero sintiendome fracasado. O Alex habia dejado de hablar para salir o

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