– Asi que me creyo.
– Por lo menos me dio la excusa para volver a verla.
– Francisco, el conserje, que dijo que habia entrado con sus llaves en el portal, pero en cambio no hizo lo mismo con el piso. ?Por que?
– Si, conservaba un juego de llaves. Me pidio las mias cuando terminamos, pero me hice un duplicado no se por que, tal vez como si fuera una forma de creer que todo podia volver a ser diferente. Lo que no me esperaba es que Laura hubiese cambiado la cerradura de la puerta. Claro que intente entrar, pero no pude. De ahi que le dejara esa nota.
– ?Tiene las llaves aqui?
– Si.
– ?Me deja verlas?
Se levanto, abrio un cajoncito y me entrego las llaves. La del cuartito secreto, el zulo de las camaras, no estaba alli. Lo imaginaba, pero quise comprobarlo. Se las devolvi aunque ya fuesen inutiles.
– ?Acaba de decir que la ultima vez que la vio fue porque ella necesitaba ayuda?
– Dinero.
– Y acudio a usted.
– Quedamos como amigos, se lo repito. Eso era mejor que perderla, montarle el numero, gritarle… Confie en que tarde o temprano volveria a mi. Cuando me dijo que estaba enamorada de otro… lo pase muy mal. A cierta edad esas cosas duelen mas, aunque se vean desde otra perspectiva, mas serena y fria. No dude de que se hubiera colgado por un hombre, pero conocia a Laura y pense que cuando se desenganase… Ella no es de las que se atan, se casan o tienen hijos… Ella no. -Hablaba un poco a trompicones, mirando mas para si mismo que para mi-. ?Sabe algo? Yo habria preferido verla muerta antes que con otro, y aun asi me resigne y me dije que una mujer como Laura no vive solo de amor. Soy realista. Asi que cuando vino a pedirme ayuda, actue como un caballero, generoso, sin hacer preguntas, sin recriminaciones, sin un «te lo dije» ni un «lo tendras todo si vuelves»… Nada.
– ?Le dijo ella para que queria el dinero?
– No. Me hablo de un apuro y eso fue todo. Estaba muy nerviosa. Y desesperada. De otro modo no habria dado ese paso, porque tambien es muy orgullosa.
– ?Llego usted a conocer a ese otro hombre? Se llama Alex.
Andres Valcarcel bajo la cabeza.
– Si.
– ?Por casualidad o de manera premeditada?
– Tampoco es que me rindiera sin mas, sin luchar. -Me desafio con la mirada-. Quise ver como era mi rival.
– Contrato a un detective. -No era una pregunta.
– Lo hice yo mismo. La segui un par de veces.
– Y comprendio de que calana era el tal Alex.
– Si. -El dolor sembro de cenizas su rostro-. No pude entenderlo. Es… -Apreto los punos con rabia-. Habria entendido que Laura me dejase por alguien mas joven, incluso por verdadero amor, por alguien con calidad, personalidad. Sin embargo, ese tipo… La gente que carece de clase y lo asume tiene cierta dignidad, esta en su sitio. Pero ese mal bicho era todo lo que yo mas odio, un perfecto vividor. No se ni como explicarlo.
– ?No trato de prevenirla?
– No me habria hecho caso. Mi unica arma era dejar que reaccionara por si misma. Cuando vino a mi en busca de ayuda vi el cielo abierto. Pero han pasado los meses…
– Fue comprendiendo que ella no iba a volver.
– Si.
– ?Se resigno?
– No.
– ?La llamo, hizo algo?
– Fui a verle.
Eso me hizo abrir bien los ojos.
– ?En serio?
– Averigue donde vivia mientras la seguia, y perdi un poco la dignidad, porque realmente fue asi. Jamas me he sentido tan humillado.
– Le ofrecio dinero.
– Exactamente -asintio con la cabeza-. Y ese hijo de puta se rio de mi. Se sintio muy seguro de si mismo, me dijo que yo no tenia bastante dinero como para comprarle a Laura. No me hablo de amor. Solo dijo eso, «comprarle a Laura», como si le perteneciera. Entonces perdi la cabeza. Dios… Nunca he sido una persona violenta. Jamas. Pero ese dia me cegue. Olvide mis anos y quise pegarle, aplastarle su bonita cara de chulo. Por desgracia se deshizo de mi con facilidad y me dio dos bofetadas, mas tristes que otra cosa, mas ofensivas que dolorosas. Despues me echo de su casa.
Se llevo una mano al pecho. Respiraba con fatiga. Temi que fuera a darle el tan temido tercer infarto. Abrio el mismo cajon de las llaves y saco de el un tubo del cual extrajo una pastillita. Se la puso debajo de la lengua. Su expresion no cambio, pero si sereno su animo.
Si no habia sido el asesino, cosa que todavia dudaba, porque me estaba contando lo que con toda seguridad jamas habia contado a nadie, cuando supiese que Laura estaba muerta tal vez su corazon no lo resistiese.
– ?Supo Laura lo de su visita a Alex?
– Lo ignoro.
No tenia mas preguntas. Y de todas formas el tampoco tenia mas deseos de hablar. Su ultima mirada fue suplicante.
– Es tarde, senor Ros -me dijo.
Me puse en pie. No me imito.
– Conozco el camino, no se preocupe. -Le tendi la mano.
– ?Le importaria tenerme informado de lo que descubra? -correspondio a mi gesto.
Pensaba hacerlo. Si era inocente, tenia la deuda moral de decirle lo que realmente habia sucedido. No seria justo que se enterara por los periodicos. Con o sin dinero, la habia querido. La queria.
Me detuve en la puerta del estudio.
– Senor Valcarcel, ?llego usted a conocer a una amiga de Laura llamada Elena Malla?
– No.
– ?Y a Julia Pons?
– Tampoco.
– ?Ha oido hablar de una agencia llamada Universal?
– No, ?que es eso?
Negue con la cabeza.
– Olvidelo -dije.
Me fui dejandole con sus recuerdos, su soledad, su esposa muerta, su amante perdida, enfrentado a la triste realidad de que el tiempo no se recupera jamas.
Un viejo en el momento de descubrir que lo era.
XXII
Lo del taxi fue practicamente una casualidad.
Mi coche estaba a la izquierda. El taxi aparcado en la esquina, a la derecha, a unos quince metros.
?Cuantas posibilidades existian de que en Barcelona hubiese dos hombres iguales con aquellos mostachos negros en mitad de la cara, taxistas, y que me los encontrase yo en el intervalo de un rato?
Era el taxista del paso cebra con la senora y su hijo. El mismo que casi se me habia empotrado por detras.