– ?Eh, oiga!
– ?Ya se el piso!
Subi a la carrera. La voz interior seguia repitiendome: «Idiota, idiota, idiota».
Llegue frente a la puerta de Julia. Llame al timbre. Llame con los nudillos. Le di una patada. Ningun sonido al otro lado. Ningun rumor. Cuando me convenci del todo inicie el descenso. Queria hablar con el portero, pero el tambien me estaba esperando al pie de la escalera. Su cara era muy expresiva. Confiaba en aquello que dice que todo lo que sube ha de bajar.
– Tengo una nota para usted -me dijo.
– ?Ah, si? -me sorprendi.
– Ha subido tan a lo suyo… Que conste que le he llamado, ?eh?
– Olvidelo. ?Como sabe que la nota es para mi?
– Ella me ha dicho que vendria un hombre con barba, el pelo alborotado, la chaqueta arrugada y corriendo.
Encima.
– Es muy intuitiva, ella -afirme lleno de convencimiento.
– ?Oh, si! Y guapa, ?verdad?
Podia apostarlo. Tanto como lista. En lo de Alex me habia demostrado que era una ingenua, pero en el juego que habia llevado conmigo…
Se habia ganado aquel dinero. Polvo incluido.
El hombre me paso la nota. Iba sin sobre. Adivine que conocia su contenido por la cara de santo que puso. Siguio examinandome como si valorase mi peso especifico en la vida de su ex vecina. Supongo que no le encajaba.
– ?Hace mucho que se ha ido?
– Si, bastante, justo al llegar yo.
– ?Volvera?
Era una pregunta mas bien estupida.
– Llevaba cuatro maletas y algunas bolsas, mas todo lo que le cabia en los brazos. Hizo dos o tres viajes y cargo el taxi. No me dijo adonde iba. Pero desde luego se despidio.
Me aleje de su lado tras darle una cortes despedida, acompanada de una palmada en el brazo. No desplegue la hoja de papel, escrita a mano y con nervio, hasta que estuve en la calle. El texto era muy breve y tambien muy significativo.
«Espero que des con lo que buscas. Yo ya tengo mi parte. Lo siento.» Firmaba con su nombre, Julia, y habia una posdata: «Has sido un tesoro. Pudo haber sido distinto».
Distinto.
XXXIII
Por fin no tenia que ir corriendo a ninguna parte.
Lo que habia empezado el dia anterior, al salir de mi piso, concluia con veinticuatro horas de locura. El camino se cortaba alli. Mejor dicho: se paralizaba por obras. Las que habia en mi cabeza tratando de recomponer todas las piezas.
Seguia el embudo.
Necesitaba tiempo para pensar. Y orden.
Pare un taxi y le pedi que me llevase a la parte alta de Balmes, antes de la plaza de John F. Kennedy. El taxista me hizo un favor: no darme palique. Condujo de forma pausada hasta que le pedi que se detuviera. Mi Mini seguia donde lo habia dejado a medianoche. Nadie se lo habia llevado como pieza de coleccionista. Pague la carrera y me meti dentro.
Seguia invadido por mis pensamientos.
Pasaron unos cinco minutos.
Cogi el
El fotografo.
Fotos.
La lluvia de cometas de mi cerebro se activo. Cada uno dejaba una estela.
Y aquella voz interior…
El vibrador y la botella de cava. Las fotos rodeando el cuerpo. La tapa del inodoro en torno a la cabeza de Alex. La palabra «CERDOS» en las paredes del piso de Juan Sebastian Bach, en plural. La palabra «CERDO» en la torre de la calle Pomaret, en singular. Sangre en el recibidor del piso de Laura. Sangre en el deportivo de color rojo de Alex.
– Alex fue apunalado en el piso de Laura, al abrir la puerta -dije en voz alta.
?Por que no le remataron?
?Por que el asesino se habia entretenido en hacerle todo aquello a Laura?
«CERDOS» se referia a ellos dos.
El asesino penso que Alex estaba muerto.
Alex salio del piso cuando el asesino ya no estaba alli. El vestido de mujer que vi en su coche y que recogio del piso de Laura evito que manchara el rellano y el ascensor. El conserje no estaba esa noche. Maldita casualidad. Logro llegar a su casa, comprendio que estaba mal, desangrandose en su coche, quiso telefonear y ya no pudo. Murio.
?Y quien le dio mas y mas cuchilladas al cadaver de Alex, en su propia casa, horas despues de haber fallecido? ?La misma persona?
?Fue a rematarle? ?Por que? ?Como supo que no habia muerto en el piso de Laura?
El maldito
– ?Por que? -le pregunte a la Laura de aquellas fotografias.
?Y si solo habia investigado la punta del iceberg?
– Vamos, Laura, dimelo -volvi a hablarle a sus retratos-. Ni siquiera tu merecias morir asi.
Morir asi.
?Como?
Siguiendo un ritual…
Vibrador. Cava. Vientre abierto. Rodeada de fotografias…
Cerre los ojos y recapitule. Vi, uno a uno, a todos los personajes del drama, a todos los que habia visto el dia anterior. Todos descartables. Todos sospechosos. Un novio que diez anos despues aun seguia colgado de ella. Un fotografo a lo Pigmalion que tal vez estuviese resentido. Un empresario victima de un infarto que tal vez se debiese a su relacion con Laura. Los Poncela. Julia.
Dana Andrews mirando el retrato de Laura.
Una pelicula.
Abri los ojos de golpe.
Cine.
Me quede frio.
A lo largo de las ultimas veinticuatro horas yo no habia dejado de pensar en peliculas, actrices y escenas. Y todo habia empezado con el retrato de Laura en su habitacion, lo mismo que la Laura cinematografica de Otto Preminger en 1944. Cine y mas cine. Peliculas y mas peliculas. Veinticuatro horas de momentos: