Sus miradas les dieron valor, fuerzas y coraje. Fue algo mas que una alianza. De pronto, se sintieron comprometidos.

Esa era la palabra justa: compromiso.

– Venga, vamos -reacciono el.

Olvidaron el desanimo por el tercer intento fallido de ver a la abuela de Marta y se montaron en la moto despues de que Gil comprobara en el callejero su situacion y la de la carretera a la que se dirigian. En el plano no parecia un trayecto largo, pero luego comprobaron que si lo era.

El Aurora se divisaba de lejos en mitad de una de las escasas rectas, y estaba ubicado a la derecha de la cinta de asfalto, entre arboles. Por delante y a ambos lados tenia un amplio aparcamiento que lo rodeaba. Era un edificio rectangular, pintado de rosa estridente, con los marcos de las contraventanas blancos y cortinas tras los cristales. Tenia dos plantas, aunque la primera de la parte frontal quedaba reservada para el bar, o lo que fuera. El rotulo era visible desde cualquier distancia, y mas debia de serlo de noche, cuando las luces de neon brillaran como un reclamo en la oscuridad. Las letras de la palabra «Aurora» estaban formadas por haces de tubos de colores y, por debajo de ellas, se ofrecia el logotipo del local, una especie de horizonte con un sol a medias que tanto podia indicar que atardecia como que amanecia.

Gil no detuvo la moto.

Pasaron a velocidad reducida por delante, observandolo, y al llegar a la curva retrocedieron para echar un segundo vistazo, ya de regreso. Contaron tres coches aparcados, pero bien podian ser de los propietarios o del personal como de algun cliente tempranero. En ninguna de las dos veces que pasaron vieron un alma.

– ?Damos otra vuelta? -le grito Gil a Julia.

– ?Por mi no! -le respondio ella.

Acelero la moto y ya no se detuvieron hasta alcanzar el primer semaforo, rumbo al siguiente punto de su periplo investigador.

TERCERA PARTE

Las certezas

Capitulo 1

Lo primero que desprendia el tutelar de menores era sordidez, no por ser una carcel infecta y deprimente, sino por la clase de personas que pasaban por alli: chicas en la frontera de la legalidad, victimas sociales o delincuentes puras. Cada una cargaba con su historia humana y personal, como lo hizo la propia Marta, de quien empezaban a averiguarlo todo. Se cruzaron con tres o cuatro adolescentes cuyos ojos se quedaron enganchados a los suyos. Una de las muchachas transmitia con su mirada lo mas fuerte, odio; otra, la perdida de la inocencia, recelo y defensa; una tercera, resignacion y derrota, como si le hubiesen arrancado el orgullo a golpes; una cuarta, desafio, animadversion. Para muchas, tal vez la mayoria, la salida representaba una utopia. Para algunas pocas, la reinsercion significaba una lucha en la que naufragarian si se encontraban solas. Y casi siempre lo estaban, de una u otra forma. La soledad personal, unica y dramatica ante la vida.

El hombre se llamaba Salvador Ponsa y tendria unos cuarenta y cinco anos, alto y delgado, con una barba corta y ya blanca adornando sus facciones. No tenia aspecto de carcelero, sino de medico paciente o de psiquiatra lucido. Su mirada era dulce, y sus gestos, medidos y acompasados. Les estrecho la mano, les pregunto para que periodico trabajaban, y cuando le contaron la verdad, no les cerro la puerta ni les echo a patadas; al contrario, sonrio y les invito a sentarse.

– Me alegro de que alguien cuente la realidad, aunque seais aficionados. Algun dia, cuando os convirtais en periodistas, espero que volvais por aqui otra vez.

– Se lo prometemos -dijo Gil.

– ?Por que os interesa el caso de Marta Jimenez Campos?

– Primero, porque el asesinato de una chica de quince anos nos parecio… monstruoso, y mas aun abandonar su cuerpo desnudo… -Julia se estremecio-. Pero, en segundo lugar, el tratamiento de la noticia era de lo mas clasico y vulgar. Venia a decir que seguramente seria una delincuente mas, que tenia antecedentes y que, por tanto, no merecia mucha mas atencion. Ni siquiera tuvo un enfoque de noticia importante, sino todo lo contrario.

– Yo pense lo mismo ayer -reconocio el hombre, ensombreciendo sus facciones-. Habia leido el sabado lo del hallazgo del cuerpo, y me quede con mal sabor de boca, sin saber muy bien por que. Pero ayer, cuando vi las iniciales y hablaron de esos antecedentes, comprendi que se trataba de ella, que no podia ser una casualidad. Entonces me senti… impotente. Fue lo primero que le dije a la policia.

– ?Ya han venido a verle?

– No, les llame yo.

– ?Por que se sintio impotente?

– Porque Marta era un angel.

Gil y Julia intercambiaron una mirada rapida, aunque no tanto como para que el director del centro no se apercibiera de ella.

– ?Os sorprende?

– La distancia entre un angel y un demonio es bastante grande -dijo Gil.

– Vereis -Salvador Ponsa se arrellano en su asiento-: Por aqui pasan muchas chicas, y yo las veo a todas, hablo con todas. Trato de saber, comprender, entender lo que les pasa, lo que sienten y como lo sienten. No es facil. La mayoria llegan quemadas, recelosas, aisladas y llenas de animadversion hacia el mundo entero. Se sienten enganadas por el y traicionadas por la vida. Aunque sea su primera visita, no representa el primer paso en su camino hacia la degradacion y la destruccion. Unas vienen de ambientes marginales; otras, de familias desestructuradas; otras, traumatizadas por sucesos que han alterado su equilibrio. Esto es lo mas normal. Sumad a eso el no haber estudiado, no saber apenas leer en muchos casos, carecer de la menor oportunidad… El resultado es descorazonador. Drogas, sexo temprano, embarazos no deseados a los catorce o quince anos, delincuencia como supervivencia, prostitucion; el rosario es infinito. Y de vez en cuando, solo de vez en cuando, aparece una Marta.

– ?Ella era diferente?

– Por completo.

– Pero ?en que sentido?

– En todos -continuo el hombre-. La primera vez que me la trajeron ya lo note. Era una cria, pero siempre confio en mi, y yo en ella. Nunca me engano, lo se. Supe ganarmela. La apoye. Yo mismo abogue para que pudiera volver a casa, primero con su madre, y despues, al faltar ella, con su abuela. No quise que se contaminara al tener que convivir diariamente con las otras, asi que aqui permanecio muy poco tiempo cada vez. La ultima, hasta que se clarifico su situacion, quedo pendiente de juicio y pudo irse con su abuela. Se integro rapido, fue muy responsable, tenia ganas de aprender. Me di cuenta de que afuera se sentia muy presionada, pero ella misma supo comprender que esto era una puerta para saltar al futuro, no una carcel que se lo bloquease. No es facil luchar contra un pasado, ni contra un ambiente.

– ?Pudo fingir?

– No. Ni siquiera un poco.

– Una amiga suya nos dijo que queria estudiar.

– ?Lo veis? -sonrio Salvador Ponsa-. Eso es muy poco frecuente.

– Por lo visto, usted hablo mucho con ella -inquirio Gil.

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