– ?Me equivoco, o esa cara expresaba miedo? -dijo Julia.

– No, no te equivocas -se lo confirmo Gil.

Sintieron el primer peso de su derrota.

– Siempre estamos a tiempo de ir a ese asilo y ver a los que se casaron.

Gil la miro y supo que ella no se rendiria. -?Y ahora? -pregunto Julia. -Vamos por la moto -dijo el.

Capitulo 3

La moto seguia aparcada delante de la casa de la abuela de Marta. Un nino la observaba con detalle. La prueba de que su inspeccion llevaba unos minutos en danza era visible por las marcas de sus dedos pringosos dejadas en todas partes. No se marcho precisamente asustado por su aparicion, sino molesto por tener que abandonar el examen. Julia y Gil miraron el edificio.

– ?Crees que habra vuelto?

– Subo en un momento y lo compruebo -se ofrecio Julia.

La espero sentado en la moto, paseando de nuevo sus ojos por aquel submundo real del que muchos solo tenian noticia cuando lo veian en las peliculas de ambientes marginales, o en programas televisivos si alguien decidia retratar con su camara «la cara oculta de la ciudad». Claro que en todas las grandes urbes habia barrios o zonas marginales, a veces una simple calle diferente. A eso tambien debian de llamarlo globalizacion.

Julia salio al minuto.

– Nada -le informo.

– Sube, vamos a dar una vuelta por ahi.

Gil arranco la moto y, sin rumbo aparente, enfilo de nuevo la misma calle por la que se acababan de mover. Pasaron por delante del bar Bartolo, el callejon, y luego llegaron a los limites de la montana. Entre unas ruinas vieron preservativos por el suelo y tambien jeringuillas. Territorio de yonquis.

– Esto me pone enferma -dijo Julia.

– ?Te refieres al ambiente?

– No, existen barrios humildes y ya esta; yo me refiero a que la gente se drogue y les hagan el juego a los que se enriquecen a su costa.

La inspeccion del barrio, o mejor dicho, el «enclave» urbano, porque no parecia muy grande y tenia como frontera una avenida de nuevo cuno con casas mas dignas, se prolongo durante cinco minutos. Hasta que Gil freno y apago el motor.

– ?Que? -Julia se inclino sobre su hombro.

– Eso -senalo el.

Era un centro escolar bastante degradado, con el muro lleno de pintadas a medio camino entre la originalidad de los graffitis y la suciedad del simple emborronamiento de una pared. Su nombre les llamo la atencion: El Fortin. Nada de bautizarlo con el nombre de un escritor o un santo. El Fortin. Y tal vez lo fuera.

Estaba cerrado por las vacaciones de Semana Santa.

Julia entendio el razonamiento de su companero.

– ?Crees que iba a ese instituto? -pregunto el.

– No parece que fuese a ninguno -reflexiono ella-, pero si iba, desde luego este tiene todos los numeros, por proximidad.

En la otra acera, a unos quince metros, vieron a dos chicas mas o menos de la misma edad que Marta y Ursula, hablando animadamente. Estaban apoyadas en la pared de una casa. Fumaban de forma mecanica, repitiendo el ritual del que probablemente ya no sacaban placer alguno pese a su temprana edad. Una llevaba unas impresionantes alzas, pantalones anchos en los que cabian dos como ella y una camisa por encima. La otra era todo lo contrario, muy cenida por arriba y por abajo, con el ombligo adornado por un piercing. La primera era de facciones gruesas y ampulosas; la segunda, de una delgadez peligrosa.

Gil fue el primero en moverse.

Las dos amigas no dejaron de hablar hasta que los tuvieron casi encima. Entonces repararon en su presencia. El tema de su conversacion era el mas eterno: chicos.

Lo ultimo que escucharon fue:

– … Y le dije que no fuera burra, que se pirara, porque lo unico que haria seria pringarla, como su hermana.

– Es un cerdo. Yo le cortaba los huevos.

Se hizo el silencio.

– Hola -las saludo Gil.

Las dos le miraron a el, pasando de ella.

– ?Podemos hablar con vosotras un minuto?

– Depende -dijo la de la ropa holgada.

– ?Vais a ese instituto?

– Si -manifesto sin ningun entusiasmo-. ?Por que?

– ?Conociais a Marta Jimenez Campos?

Eso las hizo reaccionar, tomar un nuevo interes por su presencia. Intercambiaron una rapida mirada, y aun apoyadas en la pared, se pusieron de cara a ellos.

– Si -dijo una.

– Ella tambien venia aqui -la otra senalo el instituto-. Por lo menos de vez en cuando.

– ?Erais amigas?

La primera se encogio de hombros. La segunda respondio con vaguedad.

– Bueno, nos conociamos del barrio y todo eso.

– ?Nos podriais contar algo de ella?

– ?Por que?

– Tenemos interes.

– ?Quienes sois?

– Periodistas.

Eso las hizo volver a reflexionar un par de segundos, con nuevo intercambio de miradas incluido. No fue tanto la sorpresa como la emocion que se perfilo en sus semblantes. Ahora si observaron a Julia con atencion, aunque volvieron a el de inmediato.

– ?Le estais haciendo un reportaje? -pregunto la de los pantalones anchos.

– Puede, aun no esta claro.

– ?Sera famosa? -inquirio la mas delgada.

– Ya lo es -intervino Julia por primera vez-. La mataron.

Eso las impacto. Fue el recordatorio justo en el momento preciso. Duro otros dos o tres segundos, no mas. A la primera caida de ojos, ensombrecida por la tristeza de aquella realidad, siguio una reaccion opuesta, casi rabiosa, de supervivientes natas.

Toda la dureza de su universo se concentro en aquella pregunta formulada por la primera, la de los pantalones.

– ?Vais a pagarnos algo?

– No, lo siento -dijo Gil.

– Creiamos que os interesaria ayudar -manifesto Julia-. Tratar de saber por que y quien la mato.

– Y nos interesa -musito la otra, la delgada.

– Tampoco es que podamos contar mucho -se rindio su companera.

– Cualquier cosa puede ser util. Solo queremos hacer un perfil de Marta, saber como era, como llego hasta donde llego.

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