– ?Pobre senora Carmela! -la mujer se cruzo de brazos-. ?No se como no la mato a disgustos! ?Esa nina…!

– ?Tan mala era?

– ?Mala? -puso una cara feroz-. ?El demonio! ?Y se lo digo yo, que he criado a cinco! No hay derecho a… - fruncio el ceno de golpe y los miro de hito en hito antes de agregar-: Oigan, ?y ustedes quienes son?

– Periodistas -dijo Gil.

Ella alzo las cejas.

– ?Voy a salir en los papeles?

– Tal vez -lo dejo en suspenso Julia.

– Hablenos de ella, de Marta -la invito Gil con aquel tono de voz tan caracteristico, amable pero directo a la vez.

– ?Que quieren que les diga? Yo no salgo de mi casa, ?saben? Lo que pasa es que aqui las paredes son de papel, y quieras que no… Marta era un bicho, una pena de chica, tan guapa, ella. La senora Carmela bien que la defendia, pero es lo que yo digo: dime con quien andas y te dire quien eres. Estaba perdida desde mucho antes.

– ?Era conflictiva?

– Conflictiva es poco. Un pendon, oigan. Y al morir su madre…

– ?De que murio?

– Un cancer muy malo, de por aqui -se toco el bajo vientre.

– ?Y el padre?

– ?Padre? ?Que padre? -solto un bufido de sarcasmo-. La Lali iba con un monton de hombres. Si hubo un padre, eso ya no lo se. Al morir la Lali, ?que iba a hacer Marta? Pues lo que hizo, venirse a vivir con su abuela. O eso, o la metian en algo de la Generalitat, por ser menor.

– ?Donde puede estar la senora Carmela? -pregunto Julia.

– No se; a lo mejor arreglando papeles. Hoy no la he visto -su cara se torno amarga-. Le dije que, si queria, yo la acompanaba, pero ella es tozuda y muy orgullosa. Nunca quiere molestar a nadie. ?Pobre mujer, a sus anos! Tambien puede que este en el cementerio, porque ayer no regia muy bien de aqui -se toco la cabeza.

– ?No tenian mas familia?

– No, que yo sepa.

– ?Y la policia, no le hizo preguntas?

– Si, estuvieron aqui, hablando con ella, pero ya me diran que podia decirles.

– Y Marta, ?tenia amigos por aqui, en el barrio?

– Andaba siempre con la hija del Bartolo. Otra pieza de encargo.

– ?Donde podriamos encontrarla?

– En el Bartolo.

– ?Que es eso?

– El bar. Ya se lo he dicho, ella es la hija del Bartolo, el dueno.

– ?Como se llama? La chica, quiero decir -puntualizo Gil.

– Ursula.

– ?Y ese local?

– Saliendo a la izquierda, todo recto, dos calles mas arriba. Hace esquina.

– ?Algun novio?

– Eso ya no lo se. Yo solo la veia entrar y salir, y nunca llevo a nadie a su casa -senalo el piso de enfrente-, salvo a Ursula. Las peleas con su abuela no eran precisamente por chicos.

– ?Se peleaban mucho?

– A ver -movio la cabeza-. No traia mas que problemas. Se pasaba dias sin aparecer. Una vez estuvo fuera dos semanas. La senora Carmela ya no sabia que hacer.

– ?Por eso no denuncio su desaparicion a la policia?

– Pues claro, ?como si hubiera sido la primera vez! No la habrian hecho caso. Penso que ya volveria, como otras veces.

– ?Era una chica agresiva?

La vecina miro a Julia.

– No, eso no, ?por que?

– Tal como la describe usted…

– He dicho que era mala, por conflictiva, porque siempre se metia en problemas; pero, segun su abuela, era un trozo de pan, una buena nieta, y muy carinosa.

– ?Y segun usted?

– A mi nunca me hizo nada. Incluso era educada. Buenos dias por aqui, buenas noches por alla…

– Es una contradiccion, ?no?

– ?A mi que me cuentan? No era mi nieta, ni mi problema. Salgan por este barrio y veran. Aqui, todas son iguales, y ellos… -puso cara de rendicion-. ?Que puede esperarse, tal como estan las cosas?

– ?Marta vivia ya aqui cuando la detuvieron…?

Desde el fondo del piso les alcanzo el llanto de un nino. Gil se quedo a media pregunta. El grito de la mujer debio de retumbar por todo el edificio:

– ?Carmen, mecaguen tu madre que soy yo! ?Que has hecho ahora, maldita sea? ?Te voy a pegar!, ?eh?

El interrogatorio podia darse por terminado.

– Gracias, senora -se despidio Julia.

– ?Volveran?

– Para ver a la senora Carmela, si.

El llanto del interior del piso arrecio y se acompano esta vez por algun estropicio rabioso y desesperado. Ya no hubo mas. Toque de queda. La puerta se cerro de golpe y, mientras bajaban las escaleras, escucharon la trifulca con toda su intensidad, incluidas dos secas bofetadas que hicieron que la nina aumentara todavia mas las revoluciones de sus gritos, rivalizando con la reganina de su madre.

En la calle, hasta el sol, que anunciaba la primavera, tenia sombras amarillas en su destello mortecino.

Capitulo 2

El bar Bartolo era un antro absolutamente integrado en el perfil del barrio, a un paso de la montana, alejado de un mundo que no por cercano parecia mas civilizado. Muy al contrario, era como si ese mundo les diera la espalda a sabiendas, buscando el olvido y la ignorancia. Ello no impedia que, en la misma calle, hubiera un par de coches considerados caros para aquel ambiente.

El local era angosto, pequeno, y estaba densamente cargado de humo, atiborrado de mesas y sillas, con las tapas sobre el mostrador, frente a los cigarrillos de los que fumaban, que eran casi todos; las estanterias, llenas de botellas de cualquier tipo de bebidas alcoholicas; una cafetera decimononica, una plancha grasienta en la que debia de cocinarse cuanto alli fuera cocinable, y poco mas. Las paredes, amarillentas y pringosas a primera vista, estaban cubiertas con motivos futbolisticos, cuadros, banderas, posters, retratos, pero no de los habituales, del Barca o del Madrid, del Sevilla o del Betis, del Athletic o de cualquiera de los considerados mucho mas masivos. Alli eran de la UD Salamanca. En un hueco imposible, justo en la entrada, habia una maquina expendedora de tabaco, y al otro lado, con mas espacio, una tragaperras apenas visible por la cantidad de personal atrapado en sus inmediaciones. Alguien echaba monedas y los demas miraban. La cantinela caracteristica de sus combinaciones danzantes era tan monotona como odiosa.

Lo primero que destacaba de ese ambiente y de su decoracion era que alli solo habia hombres y que, pese a la hora matutina, estaba lleno.

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