estaba vivo hace unos dias, y tenia unos sentimientos, un corazon, unas ideas.
Del otro lado de la linea le llego un grave silencio.
– ?Julia?
– Si, si, perdona.
– Me gustaria explicartelo mejor, pero no se como hacerlo.
– ?Sabes una cosa? -la voz de su companera estaba ahora revestida de nuevas cadencias-. Hace un minuto, por la calle, mientras iba hacia casa, estaba pensando algo parecido. Es… extrano que tu hayas pensado y sentido lo mismo. Tenia su nombre en el bolsillo, sus senas. Es como…, como si de repente…
– A ti tambien te cuesta explicarlo, ?verdad?
– ?No dicen que implicarnos emocionalmente en el trabajo, el reportaje o la noticia es malo?
– No siempre. Un periodista sin corazon no es nada.
– Gil.
– ?Si?
– ?Que crees que nos encontraremos?
– Una historia triste, te lo aseguro.
– Aun estamos a tiempo, podemos cambiar de noticia. La de los dos ancianos del asilo sigue siendo la mas tranquila.
– No, yo no quiero cambiar -dijo el-. Ya no.
– Es como si la noticia nos hubiera elegido a nosotros, ?verdad?
– Lo que me asombra es que los dos hayamos sentido lo mismo, y casi en el mismo momento.
– A eso se le llama compenetracion -suspiro Julia.
– ?Tu que crees que paso, asi, de pronto?
– Un novio, una venganza, un chantaje, una pelea entre bandas…; quiza se quedo con dinero que no era suyo, por vender drogas, por ejemplo.
– ?Y si es algo mas sencillo?
– Probablemente sera asi. La vida real no tiene nada que ver con las peliculas. ?Has visto algo en el periodico de ayer?
– No mucho. La encontro un joven aficionado a la ornitologia, y apenas si dice nada mas.
– ?Te imaginas que no seamos los unicos de la clase que hayamos elegido esto para trabajar?
– No lo habia pensado -Gil vacilo un momento-. ?Tu crees…?
– ?Por que no?
– Bueno, ya lo veremos.
– ?A que hora empezamos manana?
– Estamos de vacaciones. Si quieres dormir…
– Yo estoy en pie cada dia a las ocho de la manana.
– ?Quedamos a las diez? -De acuerdo.
– ?En tu cafeteria, para
– ?Bien!
– Entonces, hasta manana. Que tengas un buen dia.
– Tu tambien.
Gil no le dijo que el suyo seria basicamente aburrido, solitario.
Eso se lo guardo para si mismo.
SEGUNDA PARTE
Capitulo 1
Con el sabor de los chocolates endulzandoles la boca y el peso de los cruasanes en el estomago, el trayecto hasta llegar al barrio de Marta Jimenez Campos fue agradable, aunque luego se convirtio en un primer atisbo de viaje a los infiernos de la gran ciudad. De hecho, Santa Coloma de Gramenet formaba parte del cinturon industrial que envolvia Barcelona. A veces se la calificaba como un municipio mas, distinto de la capital, pero con el mismo tratamiento que l'Hospitalet, Sant Adria de Besos, Esplugues y los demas. El conjunto formaba parte de un todo indivisible separado por invisibles lineas que atravesaban calles con la ironia del absurdo, como si alguien se hubiese puesto a jugar con la geografia. Habia calles cuya numeracion par correspondia a Barcelona y la impar a l'Hospitalet, por ejemplo. El caso de Santa Coloma no era diferente. La realidad vista desde el aire decia que Barcelona era una ciudad de casi tres millones de almas. A pie de calle, no.
Llevaban un callejero y se orientaron gracias a el, parando tres veces hasta dar con su destino. La zona a la que finalmente llegaron era de las mas degradadas y extremas, situada en la falda de la montana. Casas bajas y ruinosas, suciedad, pintadas por todas partes, ropa tendida en las ventanas, cercanos tendidos electricos cruzando las alturas, una sensacion de abandono generalizado que se hacia mas y mas deprimente al ver a los ninos jugando en la calle aprovechando las vacaciones, o a los grupos de jovenes ociosos reunidos en cualquier esquina o descampado.
– Nunca habia estado por aqui -fue sincera Julia.
– Solemos conocer mas las calles de Nueva York que las nuestras -dijo Gil.
Aparcaron la moto frente a la puerta de la direccion que ella llevaba anotada en una libreta. Todo lo que habia conseguido su padrino el dia anterior estaba alli, minuciosamente desgranado. Tambien llevaba una grabadora, por si acaso. Gil le puso el candado al vehiculo, pero no dejaron los cascos unidos a el. Se los llevaron colgados del brazo. El numero de la calle era el 27, un edificio de tres plantas, lleno de desconchados en el estuco exterior; la planta baja, lo que presumiblemente debia de ser una tienda, estaba tapiada, y las ventanas del primer piso tenian rejas. No necesitaron llamar desde abajo, porque la puerta exterior no cerraba bien. Subieron por una escalera que olia a cocido, como si cada hueco tuviera impresa la huella milenaria de todos los sabores dispersos, y alcanzaron la planta intermedia con un primer nudo en el estomago.
Se miraron en el rellano.
Entonces se dieron cuenta de que, fuera lo que fuera lo que estaban haciendo, ya habian dado el pistoletazo de salida.
Sin vuelta atras.
– ?Dispuesta? -quiso saber Gil.
Julia asintio. Le dolia el pecho. Los dos recordaban sus sentimientos del dia anterior.
Con ellos en los extremos de sus terminaciones nerviosas, el chico llamo al timbre de la puerta.
Al otro lado, un sonido agudo esparcio su eco por un continente en apariencia vacio. Se dieron cuenta de que ni respiraban cuando hubieron transcurrido varios segundos, y comprendieron que alli no habia nadie.
Gil lo intento de nuevo.
Y el resultado fue el mismo.
No tuvieron tiempo de dar media vuelta y marcharse. La puerta del piso de enfrente se abrio de golpe y por ella aparecio una mujer de edad indefinida que llevaba puesto un delantal sucio y mojado, el pelo revuelto y agitado y que calzaba unas espantosas zapatillas de color rosa. Con la penumbra de la escalera, rota por el resplandor que provenia de su propio piso, su imagen resultaba todavia mas espantosa.
– ?Que quieren? -les espeto sin mucho carino.
– Ver a la senora… -empezo Gil.
– ?Carmela? -le interrumpio-. No esta.
– Ya nos hemos dado cuenta -dijo Julia.
– Ayer enterraron a su nieta. La vi muy mal, yo.
– Queriamos hablarle de Marta, precisamente -continuo Julia.