puertas en el rellanito y pulsaron el timbre de la tercera. Les abrio la misma chica, Elena. Llevaba incluso la misma ropa, aunque ahora no fumaba.
– ?Vosotros? -alucino al reconocerlos.
– ?Podemos hablar contigo unos minutos?
– ?Vais a poner mi nombre en lo que escribais?
– Claro, mujer -la tranquilizo Gil.
– Me llamo Elena Gomez. ?Lo teneis?
– Elena Gomez -Julia saco su bloc de notas y lo apunto.
– ?Podemos pasar? -pregunto Gil.
– No -hizo un gesto desabrido-. Mejor vamos abajo -volvio la cabeza y grito-: ?Salgo un momento!
– Pero ?adonde vas ahora? -gimio una voz quejumbrosa.
– ?Que ya subo, joder! -insistio la chica.
Cerro la puerta y emprendio el camino del descenso por la escalera, pasando del ascensor. Les explico el porque entre su planta y la siguiente:
– No es la primera vez que, de bajada, me he quedado colgada, asi que ya no me la juego. El dia menos pensado, igual se suelta y todo.
Llegaron a la calle y, en el mismo lugar que el dia anterior, algo asi como un punto de encuentro, se apoyo en la pared y se cruzo de brazos. Recordo algo y les dijo:
– ?Teneis un
– No fumamos -le explico Julia.
– ?Jo! -parecio echarles encima su desprecio-. Pero si la vais a palmar igual. ?De que quereis hablar?
– De Patri.
– Esa es del barrio, pero no iba al insti -miro
– ?Es esta? -Julia saco la fotografia de su bolso.
– Si, que tope -sonrio Elena-. ?Las tres juntas!
– ?Sabes donde vive Patri? -pregunto Gil.
– Exactamente, no, pero conozco a una que si puede que lo sepa.
– Creia que aqui todo el mundo se conocia.
– Hombre, tio, tampoco tanto. Hay mucha gente.
– ?Puedes darnos la direccion de esa persona?
– No la se, pero se el lugar. Os acompano.
– No querriamos molestarte.
– Anda ya -se encogio de hombros-. Tampoco tengo nada que hacer. Igual me haces famosa.
Coqueteaba con Gil. Julia se dio cuenta. A ella casi ni la miraba. A su companero, en cambio…
– ?Es lejos?
Llevaban los cascos en la mano, una vez mas. Elena les tranquilizo.
– Cinco minutos -dijo-. Dejad aqui la moto.
Tomo la iniciativa, situandose en medio de los dos, y los tres enfilaron una calle descendente que se dirigia mas o menos hacia el nucleo central de Santa Coloma. Gil no perdio el tiempo.
– Eres una tia estupenda, ?sabes?
– Oh, si -Elena solto una carcajada-. ?Elena, la estupenda!
– No, en serio. Despues de lo reservada que nos parecio Ursula…
– ?La Ursu, reservada?
– No quiere hablar con nosotros.
– ?En serio? -mostro su extraneza-. Bueno, a lo mejor es por la muerte de Marta, o por ese rollo necrofilo que se ha montado. Esta como una puta cabra.
– ?No te cae bien?
– Ni bien ni mal -le dio una patada a una lata de cola, que salio despedida hacia la mitad de la calzada esparciendo sus ecos metalicos en la manana-. Tiene su rollo y yo el mio, eso es todo. ?Visteis a Paco?
– Si.
– ?Que tal?
– Tambien estuvo algo seco.
– ?El taller es suyo? -intervino Julia.
– No, de su padre.
– ?Es un negocio serio?
– ?Como que si es un negocio serio?
– ?Han tenido problemas con la policia?
– Ni idea -dejo de mirar a Julia para volver a girar la cabeza hacia Gil-. ?Es que sabeis algo que yo no sepa?
– Solo son preguntas al azar -dijo el con aplomo-. Solemos trabajar asi.
– Chachi -asintio la adolescente.
– ?Te suena de algo un lugar llamado
– No, ?que es?
– Un local de alterne.
– Pues vaya rollo.
– ?Y un chico musculoso llamado Lenox? ?Es de por aqui?
– ?Lenox? Ni idea.
Camino cortado. Gil se interno por otro.
– Tenias razon sobre lo de que Marta era una tia legal.
– Ya, fijo.
– Siempre tuvo mala suerte.
– Es que esto es una puta mierda -levanto la cabeza abarcando con la mirada casi todo el barrio. Su voz sono como la de una vieja de noventa anos.
– ?No te gusta? -inquirio Gil.
– ?A mi? ?Estas de guasa, tio? En cuanto acabe el muermo del insti, me abro, me busco un curro guapo y punto. Una amiga mia es cajera de Caprabo y me ha dicho que me coloca, seguro. No veas la de ganas que tengo -de pronto, en seco, anuncio-: Es ahi.
Miraron en la direccion que ella senalaba. Se trataba de otra casita baja, de dos plantas, vieja y pequena, sucia y discreta. Elena no llamo a ningun timbre. Desde la calle, grito:
– ?Manu!
Otra chica, tambien joven, adolescente, saco la cabeza por una de las ventanas del segundo piso. Reconocio a su companera y agito la mano.
– ?Que pasa?
– Baja, quieren hablarte.
– Voy -desaparecio de la ventana sin preguntar nada mas.
Elena miro de nuevo a Gil.
– Se llama Manu, de Manuela -le informo-. Ahora esta en el paro porque no le renovaron su contrato temporal, pero se lo monta de puta madre.
Manu aparecio al momento por la puerta de la calle. De cerca, vieron que ya no era como Elena, Marta o Ursula. Parecia haber rebasado los dieciseis de sobra. Mascaba chicle con ferocidad, llevaba el pelo alborotado y de punta, sujeto irregularmente con media docena de pincitas de colores, las unas pintadas de oscuro, pero sin pizca de uniformidad, y lucia una minifalda tan mini que sus largas piernas semejaban ser dos pilares rosas sosteniendo la mitad superior del cuerpo en un fragil equilibrio. La boca era excesiva, y mas cuando sonreia.
– ?Que hay? -beso a Elena-. ?Cuanto tiempo!
– Ya ves -la chica plego los labios dandole a entender que no habia mucho-. Estos amigos mios son periodistas y quieren hablarte.
– ?Periodistas? -abrio los ojos al limite.
Gil le tendio la mano. Manu se la estrecho. Hizo lo mismo con Julia, pero, al igual que Elena, fue como de