El dueno de la voz apunto las nueve cifras y, tras ello, Julia volvio a guardar el telefono en su bolso. La mirada de Gil y la suya convergieron en un profundo y criptico silencio.

– Aqui esta pasando algo -suspiro ella.

– Y la dichosa Ursula no quiere hablar.

– ?La secuestramos y la torturamos? -se enfado Julia.

– Serias capaz.

Habia animacion por la calle, asi que se sintieron islas en mitad del bullicio que los envolvia. Dos pedazos de nada, cargados de preguntas sin respuestas, buscando la forma de encontrar un paso en el laberinto, o la forma de apartar las brumas que se cerraban en torno a la vida de Marta Jimenez Campos.

Al menos su vida inmediata, de la que nadie les habia hablado.

– Esto ya no es un trabajo escolar, ?verdad? -pregunto de pronto Gil.

– No, ya no -se rindio Julia.

– ?Crees que conseguiremos algo?

– No lo se, pero no voy a rendirme asi como asi.

– ?Alguna idea brillante?

– ?Y si seguimos a Ursula? -propuso ella.

– ?Con que objeto?

– Tal vez nos lleve a alguna parte, hasta Patri o…, no se.

– Por mi, de acuerdo. Lo malo es saber cuando va a salir. O trabaja en el bar, como ayer por la tarde, o esta en su casa del callejon.

– Anoche daba la impresion de ir a alguna parte. Puede ser cuestion de paciencia. No tiene clases; estamos en vacaciones de Pascua… Seguro que sale a tomar algo, o a ver a un chico.

– ?Que hacemos hasta la noche?

– ?Insistir con Paco?

– No -fue categorico Gil-. Era su ex y no dira nada si es que sabe algo o andaba metido en lo del robo de recambios.

– La obligo, seguro -dijo Julia-. Ella se enamoro, se aferro a el, el la hizo robar y reacciono de la misma manera que cuando le paso lo de las drogas. Al ver el lio en el que estaba metida despues de que la detuvieran, le dejo.

– Tiene sentido.

– Fijo -bromeo sin ganas Julia-, como decian esas dos.

– Podemos probar otra vez con la abuela. Tenemos que devolver esas fotos y el cuaderno de los poemas.

– Pobre mujer… -Julia endulzo su rostro-. Seguro que no entiende nada, ni lo entendera nunca. Una hija prostituta, una nieta asesinada… ?De veras quieres devolverle ya los poemas?

– ?Por que?

– Me gustaria copiarlos. Las fotos quiza nos hagan falta si damos todo el material que consigamos a mi madre o a algun periodista que ella nos aconseje. Anoche se las ensene, a los dos.

– ?En serio?

– Si.

– ?Y que dijeron?

– Que Marta refleja desesperacion.

Le conto su dialogo, con palabras exactas. Gil la escucho con algo mas que atencion. Por espacio de unos segundos, ella llego incluso a percibir una calida andanada de sentimientos procedente de el. Una declaracion de amor silenciosa y dulce. Lo vio en sus ojos, lo percibio en su sonrisa, lo capturo con su energia mientras hablaba.

No se sintio extrana, ni incomoda.

Se sintio en paz, bien.

Feliz.

– Y te dire mas -concluyo sus palabras manteniendo su equidad-: Si de algo entienden mis padres, es de eso.

– Debe de ser genial tener unos padres asi -confeso Gil.

– Todos los padres tienen su parte positiva si uno se lleva bien con ellos.

– Ya, pero los tuyos hablan tu mismo lenguaje, han sido periodistas. Los mios, en cambio…

– Segun tu, son buena gente.

– Claro que lo son -sonrio-. Normales, tranquilos, pero desde que el esta enfermo… Antes ya no entendian mi vocacion, asi que ahora, menos. Me ven en Barcelona, solo, viviendo en un minusculo cubiculo… Piensan que me voy a echar a perder, que me monto unas orgias tremendas.

– ?Las montas?

– ?Yo?

– Es que, si es asi, me gustaria que me invitaras. Nunca he ido a una orgia.

– No te veo yo en un desmadre asi.

– Porque no me conoces, pequeno -se puso chula Julia.

– Eso es cierto -dijo el, y en su voz hubo una soterrada carga de tristeza-. No te conozco.

La posible respuesta murio sin llegar a nacer. El movil sono dentro del bolso con su musiquilla incordiante, y Julia lo tomo para ver quien la llamaba.

– Es mi padrino -anuncio. Abrio la linea y grito-: ?Hola, superpoli!

– A ver, ?que es eso tan urgente que no puede esperar? -le endilgo la voz de Pablo Barrios.

– ?Puedes preguntar si estan en algun centro de acogida, en menores, en un orfanato, correccional o lo que sea, unas chicas en concreto?

– Puedo, si me dices para que.

– Tienen que ver con Marta Jimenez Campos.

– Lo sabia -el suspiro al otro lado del aparato sono largo y cargado-. ?Que estas haciendo, Julia?

– ?Yo? Nada. Preguntar aqui y alla, por lo del trabajo.

– ?Donde estas preguntando, en el barrio de la chica?

– Pues…

– ?Crees que si quien la mato os ve u oye hablar de vosotros, y tiene miedo o se siente acorralado, va a quedarse tal cual?

– Venga, padrino.

– No, Julia: venga tu. ?Te has vuelto loca?

– ?Finjo quedarme sin bateria, o sin cobertura, y cuelgo? ?O te digo los nombres? -se mordio el labio inferior y cerro los ojos, asustada por su descaro.

– ?Igual que tu madre, por Dios! -se enfado su padrino-. ?Que nombres son?

– Analia Garcia, aunque la llaman Neli; Carolina Santaclara y Petra Gonzalez, aunque la llaman Patri.

– ?Y que les pasa a esas chicas?

– Han desaparecido.

– ?Las tres?

– Es lo que intento averiguar. La ultima era amiga de Marta y nadie la ha visto desde hace poco mas o menos un mes. Otra amiga de Marta, Ursula, cuyo padre tiene un bar llamado Bartolo, no quiere hablar con nosotros, y la ha visitado un maton llamado Lenox que trabaja en un club de alterne que se llama Aurora.

– ?Julia!

Era demasiado, hasta ella se daba cuenta.

– ?Me quedo sin bateria, en serio! ?Adios, padrino!

– ?Julia!

Apago el movil y se quedo mirando a Gil, absolutamente flipada.

– ?Genial! -exclamo sin apenas voz.

Вы читаете Sin tiempo para sonar
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату