pero con la camisa abierta y mucho oro colgandole por encima del vello pectoral. La chica de alterne le senalo y guio a su companero hasta el. El hombre se le quedo mirando con el ojo derecho empequenecido, como si le estuviese valorando.
– ?Algo especial? -se limito a decir.
Era el momento de la verdad.
– Catorce o quince anos -dijo Gil.
– Eso es ilegal -repuso el hombre.
– Me han dicho…
– ?Quien te ha dicho…?
– Un amigo.
– ?Lo conozco?
– No se. Pepe.
Siempre habia algun Pepe. O eso creia.
Otra mirada. Otra valoracion. Gil intento no temblar, ni sudar, mantener sus ojos fijos en los del hombre, parecer lo que no era, o por lo menos parecer lo suficientemente vicioso como para que sus nervios tuvieran una explicacion.
– ?Traes dinero? -quiso saber el hombre.
Saco su cartera, le mostro el bulto que formaban los billetes de 20 euros con los impresos del banco doblados dentro. Volvio a guardarsela. El hombre tardo todavia cinco segundos largos en asentir con la cabeza.
– Llevale al nueve -le dijo a la mujer.
Dio media vuelta y se marcho por donde habia venido.
– Ven, carino -la mujer le tomo del brazo.
Tambien ellos pasaron por la cortina de pedreria. Tras ella habia un pasillo largo, con luz muy tenue, tambien rojiza, y con puertas a ambos lados. El hombre se metio en la mas alejada, al fondo. Delante nacia una escalera que conducia al piso superior.
El nueve tambien estaba casi al final, y era un cuartito de proporciones armonicas, cuadrado, con una cama grande, una mesita, dos sillas y una puerta entreabierta tras la cual se veia un pequeno servicio. La mujer lo dejo alli y, sin decirle nada mas, cerro al marcharse. Gil no se sento en la cama, fue a la ventana, pero resulto que tenia cristales opacos y una reja de proteccion. No estuvo solo demasiado tiempo. La puerta volvio a abrirse.
Ahora era una mulata de generosas proporciones, alta, labios muy gruesos, ojos intensos, cabello muy largo y piel brillante. Vestia una simple combinacion de seda blanca. Desde luego, no tenia catorce o quince anos; ni siquiera era menor de veinte, aunque tampoco alcanzaba la treintena.
Gil trago saliva.
– Tu no eres…
Ya estaba frente a el, mostrando su mas cautivadora sonrisa.
– Espera, espera… -Gil retrocedio un paso, pero tropezo con la cama.
– ?Conoces a una chica llamada Patri? -pregunto a la desesperada.
Aquello era un callejon sin salida. El hombre le habia endilgado a una de sus chicas y nada mas. Ya no tenia sentido seguir, pero tampoco delatarse hasta el punto de que…
– ?Te importa esperar un momento?
Se zafo de ella y alcanzo la puerta en dos saltos. Se volvio para tranquilizarla.
– Voy un momento al coche y vuelvo enseguida. Tu desnudate y ponte comoda, ?vale? Es que… me he dejado algo. Los… ya sabes… Son especiales…
Salio de la habitacion.
Tenia dos caminos: uno, de vuelta al exterior; otro, por los recovecos del
Contuvo la respiracion y abrio la puerta de enfrente. Una habitacion vacia. Abrio otra puerta con el corazon encogido, y se encontro con una pareja en plena labor. Cerro sin hacer ruido, antes de que lo notaran.
Delante nacia la escalera que conducia al piso superior. A la derecha, el lugar por el que se habia metido aquel hombre. La puerta estaba ahora entornada. Miro dentro y no vio a nadie. Era un despacho nada comodo, impersonal, con un sofa y la mesa llena de papeles.
Entro sin pensarselo dos veces y cerro tras de si.
No sabia que estaba buscando, pero lo busco. Revolvio los papeles, busco datos, pruebas, indicios… En la pared lateral habia un mapa de Espana con mas de dos docenas de chinchetas de colores repartidas por su superficie, preferentemente sobre la costa mediterranea.
Podia pasarse alli una hora y no encontrar nada.
Asi que le entro el panico.
Pero le domino mucho mas cuando, antes de que pudiera salir por la puerta, el tirador se movio y al otro lado escucho la voz del hombre anunciando su entrada, hablando con alguien.
Gil se tumbo detras del sofa.
Su unica alternativa.
Capitulo 2
Vio dos pares de zapatos, dos hombres. La voz del que le habia atendido en el bar era una. La otra tardo en reconocerla.
Lenox.
El musculitos.
Gil trago saliva y se quedo muy quieto, porque el ruido que hizo su garganta estaba seguro de que habia sido lo bastante fuerte como para dar la alarma en cien metros a la redonda.
No paso nada.
Los dos hombres hablaban de algo.
Intento no perder la calma, concentrarse.
– Siento algo, no se -decia en ese instante el que parecia ser el encargado o el dueno del
– Esta nervioso, senor Palacios.
– Cuando algo se complica… ?Por que te crees que me ha ido bien en la vida, eh, Lenox? Porque tengo instinto. Huelo las cosas.
– En unos dias…
– En unos dias puede que sea tarde, ?vale? Esa cria casi lo jodio todo, y aun no estoy seguro de que no lo hiciera -hubo una pausa y luego ordeno-: Llamame a Eloy.
– Si, jefe.
Gil escucho como Lenox descolgaba un telefono y marcaba un numero. El mismo pregunto por el tal Eloy. Luego le paso el auricular al otro.
– Soy Froilan -tras una leve pausa, continuo-: Oye, mira, tengo malas vibraciones, veo fantasmas por todas partes y…, no me gusta, ?entiendes? No me gusta nada -la siguiente pausa fue igual de corta-. Me da lo mismo. Vamos a terminar con esto por la via rapida, asi que sera mejor que te cargues a la chica -otra pausa mas larga-.
