– ?Colocan bien?

– ?De que vas? Te estoy hablando de extasis, no de ninguna mierda de esas de colores para crios con acne.

– Que ya lo se, hombre, ?que te crees? Pero no se si ellas…

– ?Luci y Cinta? ?Que son, bebes? ?Eh, colega!

Entonces habia aparecido el.

El camello.

Tal y como se lo describio al inspector.

– Recien llegadas. ?A que son bonitas? ?Veis? Una luna. Dos mil cada una si comprais media docena. Precio de amigo.

– De amigo seria a mil.

– Si, hombre, si quieres te las regalo.

– ?Anda ya!

Se conocian. Raul y el camello se conocian.

Entonces fueron con Cinta, Santi y Luciana. Paco y Ana tambien estaban alli. Siete pastillas. Catorce mil pesetas. Raul ya llevaba algo encima, porque no paraba de moverse, de reir, de gritar, con los ojos iluminados.

Raul era de los que aguantaban todo el fin de semana, de viernes a lunes practicamente. Cuatro dias de bajada y al siguiente viernes, vuelta a empezar. Era su vida.

La musica, la makina y el bakalao, la disco, el movimiento continuo.

Y en un momento determinado, todos formando una cadena, el camello, Raul, el, y, finalmente, Luciana.

Una cadena que se rompia por el eslabon mas pequeno y mas debil.

Aparte de Loreto, la unica chica que le habia importado, y que ya no era mas que una sombra de si misma por culpa de la maldita bulimia.

?Por que se destruian a si mismos?

Suspiro con fuerza, para sentirse vivo, pero solo consiguio recordar que Luciana ya no podia hacerlo. El dolor se le hizo entonces insoportable. Y no tenia ni idea de como arrancarselo.

Si Luciana moria…

Si permanecia en coma durante meses, o anos…

Maximo se levanto de un salto. Estaba temblando.

26

(Negras: 0-0-0)

Eloy tuvo suerte. No se vio obligado a llamar desde el interfono. Un hombre, llevando de la mano a un nino, salia del portal, y el se colo dentro sin necesidad de llamar. Ni siquiera espero el ascensor. Total, solo eran tres pisos. Los subio dando zancadas que devoraron los peldanos de dos en dos y se detuvo ante la puerta el tiempo justo para coger aire. Luego llamo.

Le abrio Julia. La conocia. Era una preciosidad de catorce anos, que daria mucho que hablar cuando se formara un poco mas, si es que ya no lo hacia ahora. Rubia, de pecho pequeno y puntiagudo, ojos grises, piernas largas que ella resaltaba con ajustadas minifaldas de tubo…

– Vaya -le sonrio-. Es toda una sorpresa. ?Como estas?

– Bien -mintio-. ?Esta Raul?

Su hermana parecio sorprenderse por la pregunta.

– ?Es un chiste? -sonrio-. Pasa.

– No, tengo prisa.

Ella no oculto su disgusto.

– ?No conoces a Raul? El fin de semana no aparece por casa. ?Por que iba a estar aqui un sabado por la manana habiendo after hours?

– ?Sabes donde podria encontrarlo?

– No es de los que dicen donde va, ni tampoco de los que hacen planes previos. Si tu no lo sabes, menos lo se yo. ?Por que lo buscas?

– Necesito una informacion urgente.

– Pues hasta el lunes…

Se dio cuenta de que ella aun pensaba que era una excusa, asi que se rindio definitivamente.

– Vale, gracias.

Julia se encogio de hombros.

– Estoy sola -le dijo-. Y aburrida.

– Y yo de examenes.

Ya estaba en la escalera.

La hermana de Raul cerro la puerta sin darle tiempo a despedirse.

27

(Blancas: Caballo e5)

Vicente Espinos aparco el coche sobre la acera directamente, y bajo de el sin prisa. No cerro la puerta con llave. Solo un idiota se lo robaria, a pesar de no llevar ningun distintivo que indicase que era un coche policial. Luego salvo la breve distancia que le separaba de la entrada de la pension Agata.

No habia nadie dentro, pero no tuvo que esperar demasiado. Un hombre calvo, bajito, con una camiseta sudada, aparecio de detras de una cortina hecha con clips unidos unos a otros. Su animo decrecio al verlo y reconocerlo.

– Hola, Benito -le saludo el policia.

– Hola, inspector, ?que le trae por aqui?

No habia alegria ni efusividad en su voz, solo respeto, y un vano intento de parecer tranquilo, distendido.

– Busco al Mosca.

– Moscas tenemos muchas…

– Benito, que no tengo el dia.

– Perdone, inspector.

Por la cortina aparecio alguien mas, una mujer, entrada en anos, pero aun carnosa y sugestiva. Iba muy cenida, luciendo sus caducos encantos. Le sacaba toda la cabeza al calvo.

– ?Inspector! -canto con apariencia feliz.

– Hola, Agata -la saludo el.

– Esta buscando al Mosca -la informo Benito.

– El bueno de Policarpo -suspiro la mujer-. ?En que lio se ha metido ahora, inspector?

– Solo quiero hablarle de un par de cosas, nada importante.

– Pues tendra que buscar en otra parte -dijo Agata.

– Se marcho hace dos meses -concluyo Benito.

– ?Adonde?

– ?Quien lo sabe? -fingio indiferencia ella-. Esta es una pension familiar, y barata. Cuando algunos ganan un poco de dinero, siempre intentan buscar algo que creen que es mejor.

– El mundo esta lleno de desagradecidos -apostillo el hombre.

– ?Trinco pasta el Mosca?

– Yo no he dicho eso -se defendio Agata-, pero como se marcho de aqui…

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