– Haced memoria o llamo a Sanidad o a alguien parecido.

– ?Hombre, inspector!

– ?Que tampoco es eso!

No lo conmovieron, asi que decidieron lo mas practico.

– Lo unico que sabemos es que se veia con la Loles, ?la conoce? Una del Laberinto.

– Se quien es -asintio Vicente Espinos.

– Bueno, pues me alegro -manifesto la mujer.

El policia los miro de hito en hito. Formaban una extrana pareja. Y llevaban treinta anos casados. Otros se divorciaban a la mas minima. Luego se dio media vuelta.

– Si lo veis…

– Lo llamamos, inspector, descuide. No faltaria mas.

No lo harian, pero eso era lo de menos.

28

(Negras: Caballo b8)

Loreto se miro en el espejo de su habitacion.

Desnuda.

Recorrio las lineas de su cuerpo, una a una. Casi podia contar sus huesos, las diagonales de sus costillas, el vientre hundido, la pelvis salida y extranamente frondosa, las nudosidades de sus rodillas, la piel seca, el cabello debil y sin fuerza que se le caia cada dia mas.

Y aun asi, se sintio mal por algo distinto. Peor.

Gorda.

Tuvo que cerrar los ojos, y volver a abrirlos, para enfrentarse a la realidad.

Tal y como le habia dicho el psiquiatra.

Se estaba muriendo. Si no dejaba de comer incontroladamente para vomitar despues al sentirse culpable de ello y temiendo a la obesidad, seria el fin. Habia llegado al punto limite, y tras el, no existia retorno posible.

Lucho desesperadamente, consigo misma, y penso en Luciana.

Luciana, tan llena de vida, siempre alegre.

Desde que sabia que estaba en coma, era como si algo, en su interior, pugnase por estallar, sin saber que era, ni tampoco por donde saldria esa explosion. Estaba ahi, agazapado.

Luciana. Ella.

Apenas veinticuatro horas antes, Luciana habia estado alli, a su lado, frente a aquel espejo, obligandola tambien a mirarse.

– ?Por Dios, Loreto!, ?es que no lo ves? ?Mira tus dedos, tus dientes, tus pies!

Miro sus dedos. De tanto introducirselos en la boca, para vomitar, los tenia sin unas, doblados, convertidos en dos garfios, atacados por los acidos del estomago. Miro sus dientes, con las encias descarnadas, colgando como racimos de uva seca de una vid agotada, tambien destrozados por los acidos estomacales que subian con la comida al vomitar. Miro sus pies, sus hermosos pies, casi tanto como las manos unos anos antes, ahora llenos de callosidades, pues al perder peso, al desaparecer la carne de su cuerpo, habian tenido que desarrollar su propia base para sostenerla.

Era un monstruo.

Aunque mucho peor era estar gorda…

Tener tanta hambre, y comer, y engordar, y…

– ?Yo te ayudare, Loreto! ?Voy a ayudarte a superar esto! ?Te lo prometo! ?Estare a tu lado! ?Comeremos juntas, lo necesario, sin gulas ni ansiedades, y no te dejare vomitar, se acabo! ?Te lo juro!

No hacia ni veinticuatro horas.

Y ahora ella estaba en coma.

Se moria.

Era tan injusto…

Y no solo por Luciana, sino tambien por ella misma. Porque la dejaba sola.

Sola.

Sintio una punzada en el bajo vientre, dolorosa, aguda. No podia ser la menstruacion, porque se le habia retirado hacia meses despues de tenerla en ocasiones diez dias seguidos o de pasar tres meses sin ella, y el estrenimiento no le producia aquel tipo de dano. Tampoco eran sus habituales dolores abdominales. Era un dolor diferente, nuevo.

Tal vez un espasmo.

Pero de alguna forma, por extrano que pareciese, gracias a el sintio, de pronto, que estaba viva.

Luciana no sentia nada.

Ya no.

Loreto se apoyo en el espejo. Primero la mano. Despues la cabeza. Cerro definitivamente los ojos.

– No te mueras -susurro-. Por favor, no te mueras.

Ni ella misma supo a cual de las dos se referia.

29

(Blancas: Torre h4)

Mariano Zapata estaba en la cafeteria del hospital, tomando su segundo cafe del dia, cuando aparecio Norma, cabizbaja, con las muestras de la preocupacion atentando su serena belleza adolescente. La muchacha parecia buscar algo, tal vez una maquina en vez de la barra del bar.

Para el periodista, era la oportunidad que esperaba, la que buscaba desde que una enfermera se la senalo a lo lejos.

Se acerco a ella.

– Tu eres Norma Salas, ?verdad?

La hermana de Luciana.

Lo miro sin sospechar nada.

– Si.

– ?Como se encuentra?

– Igual. ?Usted es…?

– ?Oh, perdona! Me llamo Mariano. Soy de la Asociacion Espanola de Ayuda a Drogodependientes.

– Mi hermana no es una drogata -la defendio espontaneamente.

– Claro, claro -la tranquilizo el-, no se trata de eso. Lo que pasa es que este caso va a dar mucho que hablar, ?entiendes?

– ?Por que?

– Tu hermana es una chica joven y sana, habia salido para pasarlo bien, bailar, y, sin embargo, ahora puede morir. Como comprenderas… Esa porqueria que se tomo… extasis, ?verdad?

– El medico dice que no es extasis, sino eva.

– Bueno, es el mismo perro con distinto collar. ?Que edad tiene tu hermana?

– Casi dieciocho.

– ?Estudia o trabaja?

– Aun estudia, pero lo suyo es el ajedrez.

– ?Ah, si? Interesante. ?Es buena?

– Mucho. Ha ganado varios campeonatos escolares, aunque ella no acaba de creerselo. Supongo que para

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