– No.

– Llama hombre de embajada y usted no sabe nada.

– ?No, no se nada! -lo expuso con energia y un atisbo de miedo.

– Yo no creo -lamento el policia.

– ?Sabe que le digo?, que me da igual lo que usted crea. Hay cosas inexplicables y punto. ?No es policia? Averigue que esta pasando. Por ejemplo que sucede con los Defensores de los Dioses.

Logro impactarle, aunque solo le delato un destello en sus pupilas.

– ?Defensores de los Dioses?

– Le mataron con su ritual, todo eso de las tres dagas, no se haga el despistado. Yo tambien se investigar.

– Bien.

– ?Bien, que?

– Vieja leyenda cobra vida ahora. Yo investigo.

– ?Y?

– Defensores de los Dioses no existen.

– Ya -su sarcasmo proyecto un aura de desparpajo a su alrededor.

– Alguien copia metodo -lo justifico el.

– Asi que en lugar de hablar de unos fanaticos pasamos a hacerlo de unos burdos imitadores que saben algo de historia antigua.

Kafir Sharif no respondio.

Ya no.

Tampoco sonreia. Su largo bigotito parecia un trazo inmovil en mitad de un rostro hieratico. Los ojos flotaban ingravidos, revestidos de inalterable calma.

– ?Tiene algo mas que decirme, inspector?

El hombre dio un paso atras y se inclino ligeramente.

– Buenas noches, senorita Georgina Mir -le deseo.

Empezaba a odiar la forma en que decia una y otra vez lo de «senorita Georgina Mir».

– Buenas noches, inspector -se rindio ella.

Camino hasta la puerta del hotel notando la mirada del egipcio fija en su cuerpo. Se le antojo que tardaba una eternidad en cruzar hasta llegar al amparo del ascensor.

No solto un grito de rabia hasta sentirse sola y a salvo en su suite.

11

Tenia que madrugar, levantarse temprano, pero lo que menos la dominaba era la sensacion de sueno. Y encima todavia le pesaba el maldito jet lag, que no siempre se superaba en un par de dias. Se desnudo, miro las luces de las piramides desde la terraza exterior de su suite, la piscina iluminada del hotel, y acabo poniendo la television. Un barrido por los cien canales de que disponia no le ayudo demasiado. Todos los informativos se hacian eco de las reuniones de cientificos, congresos y conferencias para hablar del cambio climatico. De pronto todo era urgente. Anos de desidia y permisividad y ahora… a correr. Cualquier experto mas o menos reconocido opinaba sobre el tema y el futuro del planeta.

Cerro la conexion y entonces supo la verdad.

Necesitaba hablar con alguien.

David.

Calculo la diferencia horaria, unas horas menos en Espana, y marco el numero empleando su movil. No queria dejar rastro y que Kafir Sharif hiciese mas preguntas. Al otro lado de la linea la voz del hombre al que amaba inesperadamente desde hacia poco mas de tres meses surgio igual que una bocanada de aire fresco.

– Joa.

– Buenas noches.

– ?Donde estas?

Siempre era la primera pregunta.

– En El Cairo.

– ?Que te ha dicho Gonzalo Nieto?

– Nada.

– ?Como que…?

– Le mataron la misma noche que me llamo a Camboya.

El silencio no fue largo, pero si dramatico. Un silencio hecho de miedos y asombro. Joa se dio cuenta de que no estaba preparada para afrontarlo. Habia llamado a David sin meditar antes lo que iba a decirle o a contarle, para que supiera la verdad pero no se inquietara en exceso.

Algo imposible.

0 dificil.

– Cuentamelo, ?quieres? -la voz reaparecio envuelta en un suspiro.

Lo hizo, sin obviar detalles. Era inutil cambiar las cosas y aquello no era un juego de ninos. Le hablo del crimen, de las dagas, de su paso por comisaria de la mano de Kafir Sharif, de lo que ella misma habia averiguado acerca de los Defensores de los Dioses y de su misteriosa cita con el hombre del museo. David mantuvo silencio en todo momento hasta el final.

– Ellos estuvieron aqui hace siglos, igual que en Yucatan -reflexiono.

– Es evidente, y cuando se marcharon se creo esa organizacion, secta, o lo que fuera entonces, para proteger su legado.

– ?Y donde esta ese legado?

– Siempre se ha dudado de que las piramides fueran hechas por manos humanas.

– Especulaciones…

– Puede que haya mas, algo enterrado bajo las arenas del desierto.

– Y ese arqueologo lo encontro.

– No estoy segura de eso. Lo unico que dijo fue que habia dado con algo y que solo yo lo entenderia. «Entender» no se parece en nada a «ver», asi que tal vez no se trate de algo tangible. Me hablo de una puerta, o una llave para abrirla. No pudo ser mas ambiguo.

– ?Por que no le has contado esto a la policia?

– Porque ese inspector me pone los pelos de punta. Segun el la secta no existe, es una leyenda del pasado. Dice que lo de matar al profesor con esas tres dagas es por imitacion, algun fanatico o algo asi.

– No deja de tener logica.

– Esto es Egipto, David. En ninguna parte circulan mas leyendas acerca de sus tumbas, misterios, venganzas y demas historias que aqui. Puede que la mayoria sean ficticias, inventadas o sumas de casualidades. Pero algunas han de ser ciertas. Y pesan.

– ?Que vas a hacer ahora?

– Manana me voy con el hijo de Gonzalo Nieto al Valle de los Reyes. Su padre trabajaba alli en la excavacion de una de las nuevas tumbas, la TT 47.

– ?Y si estas en peligro?

– Debo arriesgarme.

– Joa…

– Tendre cuidado. Si le mataron para que no me contara nada, ya esta hecho. De momento yo no soy ninguna amenaza. Y si tenia algo…, es evidente que se lo quitaron. Quiza nunca sepa que vio o encontro.

– Lo siento, carino.

Se mordio el labio inferior antes de decir aquello.

– El inspector Sharif me dijo algo que si me inquieto.

– ?Que es?

– Que le habian llamado de la embajada norteamericana interesandose por mi.

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