– ?Que?

– Estan ahi fuera, en alguna parte, David -Joa cerro los ojos-. Quiza no se atrevan a ponerme la mano encima despues de lo de Guantanamo, pero estan ahi, al acecho, seguramente escuchandonos. Puede que me hayan seguido desde el primer dia, todos estos meses, espiando lo que hago. Soy su unica conexion con ellos.

Siempre decia «ellos». Ni siquiera tenian nombre.

– ?Quien llamo a ese policia exactamente?

– Un agregado de la embajada, creo. Solo eso.

– Voy a coger el primer avion.

– ?No!

– ??Por que no?!

– ?Te llamare si te necesito, te lo prometo!

– Joa, estas jugando con demasiadas barajas.

– A lo mejor los americanos me protegen.

– ?Esperando el momento de volver a echarte el guante para lavarte el cerebro o chuparte todo lo que tienes en el!

– David…

– ?Que? -percibio todo su enfado y su dolor a traves de la linea.

Joa abrio de nuevo los ojos y salio a la terraza. La noche era calida. La vision de las piramides era un balsamo. Tiempo detenido.

– Tengo una teoria -ordeno sus pensamientos para darles forma.

– ?Cual?

– Es algo que me ha estado rondando todo el dia, carcomiendome por dentro, y ahora mas, desde que Sharif me ha dicho lo de la embajada de los Estados Unidos.

– ?Que?

– ?Donde estan las otras dos? Las ninas que tuvieron las hijas de las tormentas desaparecidas como mi madre.

– No hay rastro de ellas.

– ?Las buscais?

– Bueno, lo intentamos…, pero despues de la visita de la nave, la desaparicion de los jueces… Hicimos lo que pudimos.

– No parece mucho.

– Joa, estamos hablando de paises diferentes, y dificiles. Una esta en Jordania. La otra, en la India. Los guardianes no somos como los jueces, pero tambien nos quedamos sin una mision cuando la nave se llevo a las hijas de las tormentas.

– ?Como son ellas?

– La chica india es unos anos mayor que tu. La jordana es una adolescente. Sus vidas no han sido tan faciles como la tuya. Culturalmente son lugares duros para las mujeres.

– Pero no pueden haber desaparecido.

– Llamare a los guardianes que cuidaban a sus madres. La nina jordana estaba en Amman. De la joven india no se sabe nada desde hace bastante tiempo. La ultima pista habla de Nueva Delhi y el norte del pais. Buscar a una persona en una nacion con mas de mil millones de habitantes es peor que buscar la clasica aguja en el pajar.

– Esas dos chicas han de haber desarrollado poderes, como yo, y eso no se oculta facilmente.

– No lo se, Joa -David se mostro abatido-. ?Tu teoria tiene que ver con ellas?

– Somos las unicas descendientes de las cincuenta y dos hijas de las tormentas que llegaron en noviembre de 1971. Tres mujeres, las tres jovenes. O nos dejaron en la Tierra por una razon, o no contamos para nada. Y necesito saber si es lo primero o lo segundo, porque si es lo primero habra que dar con ellas.

– ?Hablas en serio?

– Puede que formemos parte de algo.

Hubo una pausa al otro lado.

Y un suspiro prolongado.

– Tiene sentido -reconocio el.

– Lo que me preocupa es que las haya atrapado alguien como el coronel Travis.

– ?Y si estan escondidas?

– Yo no lo estoy.

– Eres diferente.

La nueva pausa fue mas larga. Llevaban hablando un buen rato. Se sentia mas tranquila. Si ahora lograba conciliar el sueno unas pocas horas, al dia siguiente estaria mucho mejor.

– Te quiero -musito de pronto.

Sonaba a despedida. Y lo era.

– Yo tambien.

– Voy a ver si duermo un poco. Manana me espera el viaje hasta el Valle de los Reyes.

– Llamame cuando puedas. Si no lo haces tu en un par de dias, lo hare yo. Basta de silencios.

– De acuerdo. Buenas noches.

Escucho un beso y corto la linea.

12

Tardo en dormirse pese a la necesidad de madrugar, y cuando lo hizo, no logro evitar una larga serie de pesadillas absurdas. Arabes con dagas persiguiendola, el coronel Hank Travis secuestrandola, David buscandola sin encontrarla, sus padres regresando a la Tierra como si no hubiera pasado nada… Incluso aparecio su abuela, o mejor dicho, ella la visitaba en las tierras de los huicholes, y viajaba de nuevo a lomos del peyote. Al despertar, de manera abrupta, faltaban menos de quince minutos para salir hacia el aeropuerto.

Se ducho, se vistio, metio un par de mudas y ropa en una bolsa y paso por el restaurante para llevarse algo de comida a modo de desayuno, frutas, pan, queso y chocolate. Bebio una naranjada a la carrera y poco mas. Se metio de cabeza en un taxi y le pidio al conductor que la llevara al aeropuerto lo mas rapido posible. Era un muchacho joven, asi que quiso impresionarla.

Se zampo parte de lo que se habia llevado alli mismo, aprovechando el largo trayecto. Incluso le ofrecio fruta al taxista.

Llego al aeropuerto de El Cairo cinco minutos antes de las siete de la manana, un record. Carlos Nieto tardo otros cinco minutos en hacer acto de presencia. Se besaron en la mejilla y pasaron por facturacion. Ninguno de los dos llevaba maleta, solo equipaje de mano. El control de seguridad fue mucho mas largo y espinoso. Les registraron el equipaje de mano con una minuciosa y exhaustiva parsimonia policial, mirandolos de tanto en tanto para descubrir en ellos posibles rasgos de culpabilidad que los delataran por algo. La breve espera para tomar el vuelo la hicieron en una salita abarrotada de turistas. No todos escogian la placidez del Nilo para viajar por el pais, desde Assuan hasta El Cairo o, por lo menos, hasta Qena, pasando por Karnak y Luxor. El ambiente era ruidoso, sobre todo por la presencia de un grupo de italianos.

No intercambio muchas palabras con el hijo de Gonzalo Nieto hasta ese momento.

– ?Estas bien? -quiso saber el.

– Eso deberia preguntartelo yo. Era tu padre -repuso Joa.

Su companero se encogio de hombros.

– Era dificil, ?no? -lo comprendio ella.

– Para los demas, todos los padres son maravillosos, sobre todo si destacan en algo. Para uno mismo siempre hay otra vara de medir. Yo estuve con el en el dia a dia. Bueno, cuando estaba, claro, porque siempre habia una excavacion pendiente o algo mas importante y urgente que nosotros. Creo que mi madre se consumio, se apago, detenida en la esquina de su vida, y tarde mucho en perdonarle por ello. Admiro su intelecto, su

Вы читаете La Cruz Del Nilo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату