Casi al final tropezo con dos hojas de papel garabateadas con la caracteristica minuciosidad de su padre, aunque fuesen bocetos de diversos glifos agrupados de tres en tres. Estaban numerados del 1 al 6 y evidentemente eran calendarios mayas. De eso podia estar practicamente segura.
Aunque de ahi a saber interpretarlos…
Se los quedo mirando. Cada figura estaba formada por un glifo grande en la cabecera y ocho glifos mas pequenos situados de dos en dos debajo del primero.
La abrumadora complejidad de aquel universo conocido vagamente pero no estudiado hasta el fondo o, al menos, hasta el punto de hacerlo comprensible, la desanimo.
– ?Y ahora que? -se pregunto.
Una voz interior le respondio:
– A ponerse las pilas.
No tenia el menor humor, pero la frase la obligo a reaccionar.
Guardo todas las fotos y los dibujos y se dispuso a dar los primeros pasos en su investigacion.
Primero, el mismo hotel. Despues, Palenque.
Aunque llevaran la imagen de Julian Mir, recogio las credenciales expedidas por los estamentos oficiales mexicanos, que autorizaban al portador a moverse libremente por las ruinas de la vieja ciudad maya como arqueologo, y salio de la habitacion envuelta en el caos levemente organizado de sus pensamientos.
11
Encontro a Tadeo, el muchacho que le habia llevado la bolsa el dia anterior, ocupado en regar los jardines interiores del Xibalba. Se acerco a el tratando de mostrar el mejor de sus talantes, no parecer preocupada. Una sonrisa conseguia siempre mas que un semblante serio. Y ella sabia como utilizar la suya. Decian que era uno de sus encantos.
Esas cosas se le antojaban superfluas, pero utiles. -Buenos dias, Tadeo.
– Buenos dias, senorita -el chico desperto de su letargo, hipnotizado por el chorro de agua que banaba el inmenso verdor de aquel mundo exuberante-. ?Ha dormido bien?
– Perfectamente.
– Me alegro -le mostro su propia sonrisa, llena de dientes enormes y desproporcionados.
– ?Puedo hacerte unas preguntas?
– ?A mi?
– Toda informacion es util, ?no crees?
– Bueno -no supo que decir-. Pero yo siempre voy de un lado a otro, apenas se nada de los clientes.
– Mi padre estuvo aqui muchos dias. Y era una persona afable. Debio de hablar contigo.
– Eso si es verdad, senorita. Era muy amable y simpatico -asintio con la cabeza.
– ?Recibia visitas?
– No.
– No me refiero solo a su habitacion, sino al hotel, mientras desayunaba, almorzaba o cenaba, o aqui, en los jardines.
– No, no. Siempre estaba solo.
– ?Me has visto hace un rato desayunando con un hombre?
– Si.
– ?Le conocias?
– No.
– ?Sabes quien pudo avisarle de que yo estaba aqui?
– ?Avisarle? -abrio unos ojos incredulos-. No, no.
– ?Alguien te dio dinero para que le dejaras entrar en su habitacion?
– ?No! -fruncio el ceno.
– Dime la verdad -le apreto un poco las tuercas-. No me enfadare, y puedo pagar cualquier informacion.
– ?Mi madre me mataria! -confirmo su idea de que pudiera ser hijo de la directora del Xibalba.
– ?Es la duena?
– Si, se llama Adela.
– Gracias, Tadeo. Y perdona -le acaricio la mejilla con la mano mientras se apartaba de su lado para dirigirse a la entrada.
Camino sintiendo los ojos del muchacho hundidos en su espalda y alcanzo la recepcion del hotel. Una preciosidad maya, vestida con un traje tipico, la inundo con otra sonrisa de bienvenida. En el prendedor de su pecho leyo su nombre: Maria Fernanda. Le pregunto por la senora Adela y la recepcionista le dijo que la atenderia en un minuto.
Fue aun menos.
El despacho de la duena del Xibalba era pequeno y coqueto, con paredes de madera llenas de cuadros de las ruinas mayas de las que ellos vivian. Palenque en su esplendor actual y tambien fotografias de cuando la vieja ciudad habia sido reencontrada en la jungla yucatena, con arboles cuyas raices estaban incrustadas en las rocas medio derruidas y un aspecto de desolacion que las imagenes en tonos ocres ayudaban a potenciar. Sobre la mesa vio una reproduccion de la lapida de la tumba de Pakal imitando un tono de piedra antigua. Tambien vio una rueda calendarica, un
Tenia que ponerse al dia, recordar todo aquello.
– ?Ha dormido bien? -le pregunto igual que su hijo la mujer.
– Si, perfectamente. Lo necesitaba.
– ?Las cosas de su padre…?
– Parecen en orden -obvio la falta de su agenda de trabajo.
– Imagino que querra preguntarme si se algo, pero lamentandolo mucho…
– ?Solo notifico la desaparicion a nuestra embajada?
– Tambien a la policia local, pero se limitaron a hacer algunas preguntas y poco mas. Aqui los turistas van y vienen a miles, aunque su padre no era un turista como el resto, de eso fueron conscientes. Tratandose de un espanol y una desaparicion pensaron que era cosa de la embajada. Muy distinto habria sido en caso de haber aparecido un cadaver, ?comprende? Pero afortunadamente no es el caso.
– Su hijo me ha dicho que mi padre no recibia visitas.
– Ninguna, creame.
– ?No tenia amigos o conocidos? Tantos dias de trabajo en el mismo lugar…
– El viejo Bartolome Siguenza.
– ?Quien?
– Es un personaje aqui, en Palenque. Lo sabe todo, es un experto en la cultura maya, su cultura, porque es verdaderamente autentico, una enciclopedia andante y una persona encantadora. Participo en no pocas excavaciones cuando era mas joven. Es amigo de todo el mundo, y alguna vez le vi paseando con el senor Mir, de noche. Incluso en ocasiones le acompanaba a las ruinas con el coche.
– ?Donde puedo encontrarle?
– En el Mercado Municipal, aqui cerca, por encima de la avenida Manuel Velazquez, y si no en el parque, por debajo de la misma avenida. No tiene mas que preguntarle a alguien.
– Ha dicho que mi padre iba en coche a las ruinas.
– No son mas que siete kilometros y medio, pero si, es mas comodo, y por estas tierras llueve mucho.
– ?Donde esta ese vehiculo?
– Lo renovaba semanalmente, y la agencia se lo llevo hace dos dias. Lo siento.
– ?Habia algo en el interior?
– No, yo misma lo inspeccione. Un par de mapas y poco mas. Lo deje en la habitacion del senor.