emociones iniciales. Maria Paula Hernandez se puso en pie dispuesta a ser una perfecta anfitriona pese a todo.
– ?De verdad no quieren tomar nada? -insistio-. Porque yo cuando hablo mucho necesito beber algo para que no se me seque la garganta.
37
Juan Pablo Gonzalez detuvo el coche delante de su casa.
– ?No les importa quedarse solos?
– No, en serio. Tenemos mucho que hacer -se lo agradecio Joa-. Llevo dias y mas dias necesitando entrar en Internet, examinar hasta donde sea posible los papeles que encontre en la habitacion de mi padre en Palenque, leer los libros que compre en el aeropuerto de Mexico… ?Tienes linea rapida?
– ?La conexion del computador? Si, si, no hay problema. Mi clave de acceso es JPG. Hay comida en el refrigerador, por si me regreso tarde. Y si prefieren salir a caminar, en la 70 hay restaurantes. Los mejores frijoles con chorizo los tienen en El Aguacate y el mejor mondongo en Mondongo's. Todo esta cerca, frente a la Bolivariana, no tiene perdida y de noche es tranquilo.
– ?Que es el mondongo?
– Sopa con carne de los cuatro estomagos de la vaca. Muy sabroso. Lo mismo que el sancocho. Ah, y la bandeja paisa.
– Gracias, Juan Pablo -le deseo David sin atreverse a preguntar mas.
– De verdad, siento dejarlos.
– Anda, vete, no seas tonto.
El colombiano asintio con la cabeza, espero a que cerraran la puerta del coche y se alejo calle arriba a velocidad reducida. Se quedaron solos, con las llaves de la casa en la mano. David fue el que abrio el acceso del vestibulo principal. Subieron a pie y no volvieron a hablar hasta sentirse seguros y tranquilos en el apartamento de su amigo.
Por un momento parecio que el iba a cogerla.
Por un momento parecio que ella iba a dejarse coger.
Pero sus miradas fueron cautas.
Los separo una sonrisa de gratitud, sabiendo que no era mas que una espera.
– No te lo he preguntado antes porque estaba Juan Pablo delante. ?Que tal la visita?
– Impresionada.
– ?La has creido?
A Joa le sorprendio la pregunta.
– ?Por que no iba a creerla?
– Es raro que no sepa nada, que siendo quien es no presienta algo.
– ?Acaso son diferentes las otras hijas de las tormentas?
– No -acepto el.
– Entonces…
– Pensaba que tu notarias algo, o sabrias ver mas alla de lo que nosotros podemos ver.
– Esa mujer es sincera. Y me ha parecido maravillosa.
– Empatia.
– Tal vez. Se que veo en ella a mi madre, y me veo a mi misma dentro de unos anos. Pero me fio de mis intuiciones. Siempre lo he hecho.
Ya tenia la cartera con los papeles de su padre sobre la mesa del comedor. Los fue extendiendo por encima mientras hablaban.
– ?No prefieres mirar primero en Internet?
– Voy a darme una ultima oportunidad con esto -los abarco con la vista-. Y espero que me ayudes.
– No soy un experto.
– Sabes lo suficiente, aunque no de los mayas, en eso estoy de acuerdo -Joa se dejo caer sobre una de las sillas y le miro fijamente-. ?No te extrana que los jueces no hayan vuelto a dar senales de vida?
– Son taimados. Estan ahi, en alguna parte. Aqui mismo -senalo la pared, y tras ella la ciudad, el mundo entero-. Despues de lo sucedido en Chichen Itza deben de estar a la espera, optando por la astucia, sin precipitarse como lo hicieron entonces.
– ?Por que quisieron llevarseme?
– Por si sabias algo. Fue un riesgo por su parte. Creo que ese hombre…
– Nicolas Mayoral.
– Como se llame. Creo que perdio la cabeza y dejo de ser objetivo. No me extranaria nada que la organizacion lo hubiera apartado del seguimiento.
– Eso de «la organizacion» suena… -se estremecio.
– Es una organizacion -asintio con amargura-. Su central se hace llamar Sociedad Astrologica Albert Mur-doch y tiene la sede en Nueva York.
– ?Quien es ese?
– Era. Fue una especie de Hitler del pasado. Predijo la llegada de los extraterrestres en su obra
– Acerto, ?no?
– Mucha gente lo predijo, pero el tenia dos cosas de las que los demas carecian: dinero y odio. Y en abundancia las dos. Murdoch era un fundamentalista religioso. Lo que escribio en su libro no fue solo una advertencia, sino una llamada al exterminio. La supremacia de la raza humana en el cosmos. Para el nosotros somos los Hijos de Dios, y el resto de las posibles razas del universo son unos diablos sanguinarios dispuestos a devorarnos. No dejo pie a nada, un dialogo, un entendimiento, una paz, una fusion. Eran ellos o nosotros. El exterminio total. Y sento escuela. Los hijos de sus seguidores son los jueces. La Sociedad Astrologica Albert Murdoch tiene sucursales en Paris, Londres, Buenos Aires, Johannesburgo, Tokio, Sydney… A su lado nuestra capacidad es muy limitada.
– Entonces estamos inmersos en una guerra.
– Total.
– Y mi padre es la primera victima.
– Lo de tu padre es un misterio. Si los jueces te querian a ti es porque no lo tienen ellos, y en tal caso…
– David, he de decirte algo.
– ?Que es?
– Desde que sali de Barcelona he tenido la sensacion de que me seguian.
– Claro: yo.
– No. Alguien mas. La tuve contigo, pero tambien despues de aparecer tu.
– ?Y has visto algo?
– Siempre he mirado a mi alrededor, en los aviones, por la calle… Y nada. Esto es lo mas raro: nada. Yo no suelo tener percepciones erroneas.
David le paso una mano por la cabeza.
Fue su primer contacto intimo desde el descenso de las tierras de los huicholes.
– Estas nerviosa.
– No, ahora no.
Se envolvieron en una sonrisa. La mano descendio por la mejilla, rozo sus labios, recibio el calido beso y se retiro. Los papeles extendidos por encima de la mesa aguardaban.
– Joa…
– Lo se.
Eso fue todo. Ella se inclino sobre todo aquel material y, aunque le costo concentrarse, lo consiguio.