– Si consiguen llegar hasta ellos a traves de mi… -se estremecio Joa.
– Pueden hacerte dano -la angustia se apodero del hombre-. Y no quiero perderte tambien a ti, ?entiendes?
Entendia. Y no le gustaba hacerlo.
– Papa, no puedes decirles nada solo porque yo este aqui… ?No puedes!
Esta vez la respuesta de Julian Mir no se produjo con palabras.
A Joa le basto con ver sus ojos doloridos. Los de cualquier padre dispuesto a hacer lo que fuera para salvar a su hija.
49
Anochecia cuando se abrio la puerta de la habitacion y los sacaron de ella, aunque atados. Su padre parecia acostumbrado. A ella se le antojo humillante.
Los guardias uniformados, marciales, cabeza rapada, mantenian su habitual inexpresividad. Ni una palabra emergio de sus labios.
Los condujeron por el pasillo hasta otra puerta y cuando la abrieron se encontraron en un reducido patio exterior, con suelo de arena y paredes y techo enrejados. El calor era sofocante, humedo.
– Seguimos en Mexico, papa, o en Florida, pero desde luego esto es caribeno -olisqueo ella el aire como si fuera un perro dispuesto a dar con una pista que la ayudara.
A lo lejos se veia un pedacito de mar azulado. A los lados, pequenas colinas verdeadas por arboles. No habia mucho mas. Solo la imaginacion. Y en el fondo tanto le daba.
Eran prisioneros. Dos personas secuestradas impunemente por la maquinaria militar de la primera potencia mundial.
– ?Has estado aqui todos estos dias?
– Si.
– ?Te han interrogado cada dia?
– Si.
– ?Te han hecho dano? Julian Mir bajo la cabeza.
– No exactamente, aunque hay muchas formas de hacer dano -confeso.
No quiso profundizar mas en su hermetismo. Tampoco era agradable. La unica forma de vencer la depresion era mantenerse fuertes, en un punto de equidad dificil pero necesario. De su fortaleza mental dependia todo. Mental y, en el caso de su padre, fisica.
– Ayer estaba en Palenque -miro el cielo, la misma noche, la misma luna.
Penso: «Iba a hacer el amor». Se habia enamorado. Pero eso no se lo dijo a su padre.
– Hablame de mama -le pidio.
– ?Que quieres saber?
– ?Como supiste que era una enviada?
– Al comienzo lo ignoramos. Tanto ella como yo. Despues, a medida que sucedian cosas, que los detalles se hacian evidentes… Fue antes de que los guardianes aparecieran. Tu abuela nos conto el resto, la forma en que la habia encontrado, sus primeros anos, su naturaleza especial ya de nina.
– ?Sabes que solo tres hijas de las tormentas han sido madres?
– Me lo contaron los guardianes, si.
– ?No te sorprende?
– Supongo que si, aunque no creo que importe mucho.
– Yo creo que es muy importante -no estuvo de acuerdo ella-. Tres se saltaron las normas, las directrices, sus leyes…, llamalo como quieras. Y las tres desaparecieron bajo circunstancias astrologicas espectaculares.
– ?Crees que las castigaron?
– No, pienso que dejaron de ser esenciales.
– Asi que tu y las otras dos chicas…
– No lo se, papa. Si me ha traspasado su mision, dentro de unos dias lo sabre, y eso si me asusta.
– Ninguna de esas mujeres sabe nada. Escribi a un par, hable por telefono con otra…
– Yo estuve con una en Medellin.
– ?Si?
– Han sido casi tres semanas de mucho movimiento,
papa.
– Nunca he visto a ninguna en persona. Creo que por miedo, o ansiedad, no se. ?Como es?
– Se parece mucho a mama. Es pintora.
– Tu si que te pareces mucho a tu madre. Tenia tu edad cuando nos enamoramos y eres su vivo retrato, los ojos, el pelo…
– Crees que esta con ellos, ?verdad?
Caminaban por el pequeno patio, dando vueltas siguiendo el sentido de las agujas del reloj. A pesar de hallarse al aire libre, hablaban en voz baja, apenas audible salvo para ellos. Julian Mir medito la pregunta de su hija, aunque la respuesta la habia asimilado ya muchos anos antes.
– Si -reconocio.
– ?Y que vas a hacer?
– No lo se.
– ?Crees que… pueden devolverla? No hubo respuesta.
– Si queremos estar alli hemos de salir de aqui, papa.
Fue como si le hablara de un sueno.
– ?Como?
– Falta una semana para la cita.
– Joa, estamos presos, y esto tiene maxima seguridad. ?0 no te has dado cuenta?
Examino la reja, calculo la distancia hasta el mar, la altura de las colinas arboladas. La noche caia muy rapido sobre sus cabezas.
– Sera en Chichen Itza, ?verdad, papa? Lo intuyo -acerco sus labios a su oido.
– ?Solo lo intuyes? ?No viste las pistas en la tumba veintisiete?
– Calcule los 15.000 dias, y descifre los glifos del nacimiento, el sol, la luna, la estrella, el mensajero y lo de esparcir las semillas.
– ?Y la otra pista?
– ?Cual?
Julian Mir se agacho. Tapo lo que iba a hacer con el cuerpo y con el dedo dibujo una figura en la arena.
La figura con forma de habichuela que veinticuatro horas antes ella no habia sido capaz de asegurar que estuviese siquiera completa.
– Lo vi, pero no supe… -se sintio abatida-. Crei que solo mostraba una parte de algo, que faltaba el resto. ?Que es?
Zac Yaak Chac
– Yaak, el corazon del mundo maya. Lo que esta en medio de sus cuatro rumbos. Los rumbos son el equivalente a nuestros puntos cardinales
Se los dibujo en la arena.
– Para los mayas estos rumbos los definia el camino del Sol, cada uno tiene su propio color.
– ?Y Yaak representa Chichen Itza, asi de simple?
– Chichen Itza esta en el centro del norte de Yucatan, pero no es solo eso. Otros fragmentos de la estela de esa tumba veintisiete, aunque menos perceptibles, mostraban el simbolo de la ciudad de Chichen Itza -Julian Mir borro los dibujos hechos en la arena-. En fin, era imposible que los reconocieras, pero tu intuicion era buena. Y en