Joa miro al frente. Estaban de cara al mar. A su derecha lo que se extendia abriendo la tierra, partiendola en dos, era una gran bahia. Tuvo una vaga sensacion, la respuesta a su pregunta de donde estaban, pero no le quedo tiempo ni para razonarla ni para comunicarsela a su padre. Volvio la cabeza y se enfrento al helicoptero.

Sus ojos volvieron a ser de fuego helado.

Pudo ver los del soldado sentado en el hueco la puerta, con el arma apuntandola.

Y escuchar el disparo.

No tuvo tiempo para pensar. No tuvo tiempo para proyectar su onda telepatica hacia el. Sabia que la bala no iba dirigida a ella. Lo sabia y punto. Mientras la seca detonacion rasgaba el aire, nitida, miro a su padre y vio acercarse la bala a su pecho.

La vio, a camara lenta. El tiempo detenido entre dos segundos.

No le habian inyectado todavia el inhibidor energetico. Ignoraba si los efectos del de la noche anterior habian desparecido en aquellos minutos. Tampoco habia demasiado tiempo para pensar. Lo unico que supo era que su padre iba a morir, o a ser herido.

Siguio el vuelo de la bala.

Levanto una mano.

Y la detuvo. En seco, a menos de medio metro de su pecho.

Cuando cayo a sus pies, la vida volvio a acelerarse.

Todavia con la mano alzada, se volvio de nuevo hacia el helicoptero y lo aparto de la misma forma que hubiera apartado un molesto mosquito, con un gesto airado.

El aparato retrocedio una decena de metros, en el aire, y cayo de lado sobre la tierra pedregosa, disparando sus rotas aspas en todas direcciones. Posiblemente hubiese estallado de precipitarse al suelo desde una altura mayor o si el piloto no lo hubiese gobernado antes del impacto. Los soldados que transportaba apenas si tuvieron tiempo de abandonarlo.

Joa y su padre ya no esperaron mas, a pesar del impacto que la escena acababa de producirle a el.

Tampoco quedaba tiempo para explicaciones.

Llegaron al agua en tres o cuatro minutos.

– ?Y ahora? -jadeo su padre al borde del colapso.

– ?Alli!

La lancha motora estaba amarrada en un pilar hundido en el agua, a unos cien metros a su izquierda. Se requeria un esfuerzo final que no sabia si su padre estaba dispuesto a dar, o a resistir.

– Papa, vamos, por favor. Confia en mi.

El hombre le sonrio, rendido.

– Ya lo hago.

Llegaron a la lancha y Joa ayudo a su padre a subir a ella, con el agua a mitad de sus muslos. Luego bajo el motor. Los primeros soldados aparecieron por la derecha de las rocas que se hundian en la superficie liquida, extranamente placida, sin el menor oleaje.

Cuando arranco el motor empujo la lancha con su propio cuerpo y salto sobre ella. La barca se proyecto hacia adelante.

Comenzo a surcar el agua con elegancia. Lo ultimo que hicieron los soldados al apostarse en la orilla fue apuntarles con sus armas. Ninguno llego a disparar.

Ninguno supo por que su respectivo fusil automatico se empeno en desplazarse en direccion al cielo, sin que ninguna fuerza humana consiguiera hacer bajar el canon y situarlo horizontalmente para impedir que los fugitivos escaparan.

52

No los seguian, ni por aire ni por mar. ?Por cuanto tiempo? Quiza pensaran que no podian llegar muy lejos.

Fuera de la bahia el mar ya no estaba tan calmado, y la lancha era util para aguas mucho mas tranquilas, posiblemente para trabajos dentro de la misma bahia, no para enfrentarse a olas cada vez mas imponentes.

Desde la distancia vieron la nube de negro humo elevada ya decenas de metros por encima del suelo, espesandose cada vez mas.

Joa oteo el panorama, a ambos lados de la bahia.

– Hemos de ir a tierra -dijo.

– Entonces ?de que nos sirve haber escapado? Nos atraparan otra vez, a pesar de lo que eres capaz de hacer.

Ni siquiera sabia lo que era capaz de hacer.

Volvia a estar asombrada. Asustada por aquella densa capacidad de odio que la habia hecho estallar.

– Papa, eso era una instalacion militar. Si llegamos a un pueblo o una ciudad sera distinto.

– ?Por que? Es evidente que estamos en Estados Unidos, probablemente Florida o… que se yo. Nos detendran, nos acusaran de lo que se les ocurra y listos.

– No si hablamos antes.

– Carino, ya ves que no se dan mucha prisa en atraparnos. Saben donde estamos. Ella continuo callada. ?Miedo? ?Precaucion?

Si, sabian donde estaban, pero no lo que pensaban

hacer.

Cada vez estaba mas segura de algo, pero todavia no quiso compartirlo con el.

Se dirigio hacia el oeste, con la costa a su derecha. Nadie a la vista.

El siguiente minuto se hizo muy largo.

– Alli hay un pueblo -senalo al frente.

– De acuerdo -asintio su padre sin ceder en su pesimismo.

Joa enfilo la lancha hacia el lugar. Ahora la bahia y la nube de humo quedaban a su derecha. Pidio mentalmente que el motor tuviera suficiente gasolina.

La costa fue ganando terreno en la distancia, hasta convertirse en una linea poblada de casas y otras embarcaciones que se cruzaron con la suya en el pequeno puerto al que llegaron minutos despues. Un remanso de paz al lado del infierno.

Cuando pusieron un pie en tierra se acercaron a un hombre sentado sobre un malecon de piedra gastada. Su piel estaba curtida por el salitre. Lucia una gorra con el anagrama de los Yankees de Nueva York y una camiseta con el sello de Nike que habia conocido mejores tiempos antes de ser lavada mil veces. Al ver sus uniformes azules se los quedo mirando con expectacion.

– ?Habla espanol? -le pregunto Joa mas y mas segura de sus sospechas.

– ?Como que si hablo espanol? -el hombre mostro su rotunda perplejidad-. ?Pues claro que hablo espanol, senorita!

– ?Donde estamos? -quiso saber Julian Mir. La segunda pregunta no fue recibida con menos pasmo.

– Pero vamos a ver, companero -el tono, la musica, la cantinela, la forma de alargar la primera E y de pronunciar la ultima palabra hicieron sonreir definitivamente a Joa-. ?Me estas tu hablando en serio?

– Estamos en Cuba, papa -le dijo suspirando aliviada antes de que lo hiciera el hombre-. Y acabamos de escaparnos de Guantanamo.

Una explosion lejana rasgo el aire al otro lado de la

bahia.

– ?Han hecho ustedes eso a los yanquis? -abrio unos felices y revolucionarios ojos el hombre del malecon.

Вы читаете El Enigma Maya
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату