– ?No, papa! Ira y rabia fue lo que senti cuando le salve la vida a David. Lo de Guantanamo fue odio, que es muy distinto. Queria… destruirlos, ?entiendes? Toda yo estaba saturada de odio puro, sin el menor atisbo de bondad o de piedad. Algo que jamas habia experimentado y que ojala jamas vuelva a sentir, porque es lo mas duro y amargo que he conocido.
– El amor nos da paz, Joa.
– ?Y he de ser egoista, pensando en mi paz, encadenando a David a lo que tal vez sea un futuro incierto?
– ?Por que no permites que el decida?
– Porque lleva mucho tiempo enamorado de mi, desde que deje de ser una cria, y eso le impide pensar con razon. Para mi es algo nuevo. Para el no.
– No puedes apartarle de ti.
– Vale, lo se -cerro los ojos con tristeza.
– Dejame que te pida una cosa.
– ?Cual?
– Fiate siempre de tu corazon, y actua dia a dia de acuerdo con el. La vida es eso: el dia a dia. No sirve de nada hacer planes a largo plazo.
– Exactamente.
– Y mas ahora, en estas circunstancias, ?no? Papa, ?tu crees que la humanidad terminara dentro de dos dias, y que entraremos en una nueva fase de renovacion que nos conducira a una civilizacion superior?
– ?Crees tu que nuestra evolucion biologica y espiritual responde a una programacion superior o que solo somos un accidente que carga con nuestros propios aciertos y errores?
Carecian de respuestas. Ningun argumento logico. Podian pasarse horas inmersos en conjeturas. Si era el fin de un largo viaje, era el fin de «su» largo viaje. Lo que los mayas predijeron que sucederia mas de cinco mil anos antes simplemente iba a cumplirse. Solo faltaban los terminos, la interpretacion final de sus profecias. Podia ser todo, podia ser nada.
Julian Mir puso el dedo en la ultima llaga.
– Joa, hay algo que me preocupa, y mucho. Nadie habla de ello, pero se que todos lo tienen en la cabeza.
– ?De que se trata?
– De ti.
– No te entiendo.
– Si me entiendes, carino. Sabes muy bien de que te estoy hablando -el tono fue angustiado-. ?Has notado algo estos dias?
– ?Algo como que?
– Tu psique, tu mente, tus intuiciones…
– ?Te parece poco lo que me ha pasado? ?Como he cambiado? ?Mis poderes recien activados?
– Me refiero a que las hijas de las tormentas vendran aqui porque asi estaba escrito desde su llegada. Han sido llamadas. Y si es asi, tu representas a tu madre.
– Creo que en eso te equivocas. David me insinuo lo mismo cuando le conoci -fue sincera-. Te aseguro que, si hubiera heredado cuanto era mama al cien por cien, lo sabria. Hay una mitad suya en mi, pero otra mitad es tuya, papa. Soy humana, por mucho que descienda de otro mundo.
– Hoy has dicho que mama estara alli.
– Estoy segura de ello.
– Quiza yo tambien, y eso me de miedo.
– ?Por que?
– El objetivo de mi vida fue amarla. Despues, buscarla. Ahora ya no hay otro salvo recuperarla.
– ?De que tienes miedo?
– ?Y si viene a despedirse?
– Ella sabe que estaras ahi. De alguna forma lo sabe. Y no ignora que has perseguido respuestas a lo largo de estos anos. Por eso estamos aqui, porque las encontraste. Pero pienso que el tiempo no se mide de la misma forma en el universo. Este tiempo, nuestra vida y nuestra muerte, la forma en que entendemos este transito, ha de ser por fuerza distinto al suyo.
Su padre parecia cansado, como si todavia no hubiera superado su cautividad en Guantanamo. Todo en el era distinto.
– ?Y por que se fue? -insistio en su leve desesperanza.
– Se la llevaron. Si estuviera aqui habria sido distinto. Se la llevaron, por la razon que fuese, tal vez por haberse enamorado y tenido una hija, como las dos hijas de las tormentas que tambien dieron a luz.
– Un precio.
– Me regalo la vida, papa.
– A veces he pensado que ella era un angel. Y que tu eras una senal, hija. Una esperanza. La abrazo de nuevo. Una senal, una esperanza.
?Y su odio de Guantanamo? ?Que clase de senal o de esperanza era esa?
Quedaban cuarenta y ocho horas para saberlo.
– Necesitamos creer, o nuestra vida no tendria sentido -susurro Joa junto a su oido, aplastada por aquel abrazo de oso que tanto habia echado de menos.
55
Estando con David, lo que sucedia al otro lado de la puerta o de los cristales dejaba de importar. Y lo necesitaba tanto…
Dejaron de besarse un momento para mirarse a los ojos. Cada caricia era nueva. Cada beso, el primero. Todavia naufragaban en aquella sorpresa de la que no salian, victimas de su asombro y perplejidad, como todo enamorado que descubre que ya no es el mismo, que hay un antes y un despues. No estaban asi desde aquella noche en Palenque, y tenian la sensacion de que eso hubiera sido un sueno.
Un millon de anos atras.
– Nunca les perdonare que nos interrumpieran -susurro el.
– Tan inoportunos…
Volvio a besarla. Su mano se deslizo por debajo de la ropa, acariciando su espalda, alcanzando la nuca por detras para estrecharla todavia mas entre sus brazos. Joa se vencio sobre la cama y le recibio con el cuerpo. Formaban un solo ser, inseparable. El cuerpo de Joa temblo.
En las ultimas horas el silencio habia pasado a ser una utopia. El viento alcanzaba velocidades increibles. Su fuerza se hacia oir, y su poder conseguia estremecer. Era como si al otro lado el mundo se peleara consigo mismo. Un estruendo ensordecedor que ponia los pelos de punta. Los arboles se vencian de una forma imposible. Restos de ramas, papeles, hojas y pedazos de construcciones que ya habian sucumbido volaban igual que pajaros ciegos.
En la habitacion del hotel, colgado de la puerta, el letrero anunciando las instrucciones en caso de emergencia por huracan cobraba todo el peso de su realidad. Bajo un rotulo en el que se leia: «Temporada de ciclones», otro menor rezaba: «?Ya estas listo?» A continuacion se decia que la temporada de ciclones tropicales se iniciaba el 1 de junio y terminaba el 30 de noviembre, y que las autoridades habian dispuesto un codigo de colores para informar a la poblacion: «Alerta amarilla» equivalia a prepararse, «Alerta naranja» era la senal de alarma, y «Alerta roja», que la cosa ya era irremediable. Ellos lo llamaban «afectacion». Las normas inmediatas consistian en reunir agua, comida enlatada, un botiquin, disponer de una radio con pilas, una linterna, una bateria extra y articulos sanitarios como papel higienico, jabon o pasta de dientes. Al pie del letrero se incluian los telefonos, el 066 para «reportar emergencias» y otros dos para avisar a proteccion civil, el 01-800 719 88 33 y el 925 53 22. Habian tenido que firmar documentos en los que asumian el riesgo de quedarse alli, declinando cualquier otra