?Por que ha de afectarle tanto mi matrimonio?

—No atiende a razones. No hace mas que decir que os encerrara en la Torre. Dijo que ibais a pudriros en la Torre y que ella se alegraria de verlo.

—Esta enferma —dijo Robert—. Solo una mujer enferma podria comportarse asi. Es absurdo, me ofrecio a la Reina de Escocia y queria que me casase con la princesa Cecilia.

—Mi senor Leicester, se dice que ella jamas habria permitido tales matrimonios y si lo hubiese hecho habrian sido matrimonios politicos. Fue cuando se entero de con quien os habiais casado cuando aumento su furia.

Entonces se volvio hacia mi y dijo, disculpandose:

—No os insultare, senora, repitiendo los calificativos que os dedico la Reina. Parece estar mas furiosa con vos que con el Conde.

Lo comprendia perfectamente. Ella conocia la pasion que existia entre nosotros. No me habia equivocado cuando la vi observarme tan detenidamente. Sabia que habia en mi un poder que atraia a los hombres, del que ella carecia pese a toda su gloria. Nos imaginaba a Robert y a mi juntos y debia pensar que lo que compartiamos era algo que ella, por su propio caracter, jamas podria gozar. Y me odiaba por ello.

—No, no he visto nunca a la Reina tan furiosa —continuo Sussex—. Parecia realmente a punto de volverse loca. No hacia mas que repetir que os haria lamentar vuestras acciones… a ambos. A vos, Leicester, queria realmente encerraros en la Torre. Me costo mucho trabajo conseguir que no diese la orden.

—Entonces he de daros las gracias por ello, Sussex.

Sussex miro a Robert con acritud.

—Me di cuenta de que la Reina se perjudicaria dando tal orden. Permitiria que sus emociones nublaran su buen sentido. Le indique que no era ningun acto criminal contraer un matrimonio honorable, y que si ella mostraba a sus subditos lo profundamente furiosa que estaba, ellos podrian hacer mil conjeturas sobre su conducta, que irian en detrimento suyo. Y asi fue calmandose, pero manifesto muy claramente que no deseaba veros y que deberiais manteneros lejos de su presencia. Debeis ir a la Torre Mireflore del Parque de Greenwich e instalaros alli. No ha dicho que os ponga guardia, pero debeis consideraros prisionero.

—?He de acompanar yo a mi esposo? —pregunte.

—No, ha de ir solo, senora.

—?Y no dio la Reina ninguna orden referente a mi?

—Dijo que no deseaba volver a veros nunca, que no queria ni oir pronunciar vuestro nombre. Y he de deciros, senora, que cuando se os menciona se apodera de ella una pasion tal que si vos estuvieseis presente seria capaz de enviaros directamente al patibulo.

Asi, pues, habia sucedido lo peor. Y ahora teniamos que afrontar las consecuencias.

Robert se apresuro a obedecer la orden de la Reina y partio hacia Mireflore. Yo fui con mi familia a Durham House.

Estaba claro que todos habiamos caido en desgracia. Aunque al cabo de unos dias, la Reina se suavizo un poco y mando recado a Robert de que podia dejar Mireflore y volver a Wanstead, donde yo me uni a el.

Lady Maria Sidney vino a visitarnos camino de Penshurst. Considero necesario abandonar la Corte, pues la Reina no hacia mas que acusar a su hermano Robert, y sobre todo a mi, cosa que le resultaba muy desagradable; y cuando indico a la Reina que estaba segura de que la familia Dudley no gozaba ya de su favor, y le pidio licencia para retirarse al campo, le fue concedida. Isabel habia dicho que el miembro de aquella familia al que ella tanto favor habia prodigado se lo habia pagado tan mal que preferia no recordarlo. Nunca olvidaria lo que habia hecho Lady Maria por ella, pero estaba dispuesta a permitir que se retirara por un tiempo a Penshurst.

Hablamos con Lady Maria del futuro. Yo estaba embarazada y ansiaba tanto un hijo que no me importaba gran cosa todo aquello. Me daba perfecta cuenta de que jamas volveria a ser bien recibida en la Corte y que la Reina seria mi enemiga durante toda la vida; pues, hiciese lo que hiciese (aunque se casase con el duque de Anjou, lo que en el fondo yo sabia que no haria), nunca olvidaria que le habia arrebatado el hombre que amaba, y nunca me perdonaria haberle hecho enamorarse de mi hasta el punto de arriesgar su futuro casandose conmigo. Pese a enganarse a si misma sobre sus encantos, sabia perfectamente que si hubiese sido una eleccion normal entre dos mujeres, yo habria sido la elegida. Esa certeza se alzaria siempre entre nosotras y me odiaria por ello.

Pero me habia casado con Robert. Iba a tener un hijo suyo y, en aquel momento, nada me importaba la Reina.

Lady Maria pensaba que aquello era el fin del favor de que la familia gozaba en la Corte, y parecia muy probable que la Reina se casase con el duque de Anjou por despecho.

Yo discrepaba. La conocia bien, y creo que esta rivalidad entre nosotras me habia dado una capacidad especial para comprenderla. En muchos aspectos superficiales, era una mujer irracional e histerica, pero por debajo de esto era fuerte como el hierro. No creia que fuese a cometer jamas un acto que no le pareciese oportuno politicamente. Era cierto que habia concedido el salvoconducto para que el duque de Anjou viniese a Inglaterra. Pero el pueblo era contrario a una alianza con los franceses. La unica razon del matrimonio podria ser conseguir un heredero, y la edad de la Reina hacia muy improbable tal posibilidad. Ademas, se pondria en ridiculo al casarse con un hombre tan joven, casi un muchacho. Sin embargo, como queria disfrutar de la alegria del galanteo, como queria crear la ilusion de que era nubil, y quiza, tambien, por sentirse profundamente herida por el matrimonio de Robert conmigo, continuaria con aquella farsa.

?Era aquella la forma de actuar de una mujer sensata y razonable?

No lo parecia. Y, sin embargo, bajo todo aquello, estaba la mano de hierro de la astuta estadista, la mujer que sabia como hacer inclinarse ante ella a los hombres mas inteligentes de su reino y poner a su servicio todo su talento.

El no volver a estar cerca de la Corte crearia un vacio en mi vida; pero mientras vivieramos alli, existiria un lazo entre nosotras: la Reina y yo. Lazo que hasta podria verse reforzado por el odio. Le habia demostrado al fin mi propia importancia. Habia logrado la mayor victoria de nuestra lucha al esclavizar a Leicester de forma tal que estuvo dispuesto a ofenderla casandose conmigo. Nada podria haber sido mas revelador que esto en la relacion de los tres. Y de esto ella era plenamente consciente. Yo habia demostrado sin lugar a dudas no ser en absoluto el insignificante tercero de nuestro triangulo.

Maria partio para Penshurst, y a poco de su partida Robert recibio una citacion de la Reina. Habia de comparecer ante ella.

Partio lleno de presentimientos y, a su debido tiempo, regreso a Wanstead lleno de sentimientos contradictorios.

La Reina le habia recriminado, le habia llamado traidor e ingrato; habia enumerado todo cuanto ella habia hecho por el, recordandole que le habia ensalzado y que, con la misma facilidad, podria hundirle.

Le contesto el que ella habia dejado claro a lo largo de muchos anos que no tenia intencion alguna de casarse con el y que se consideraba con derecho a una vida de familia y a hijos que le sucedieran. Estaba dispuesto a servir a su Reina con su propia vida, le habia dicho, pero creia que podia disfrutar de las satisfacciones de la vida de familia sin menoscabo del servicio a su Reina y a su pais.

Ella le escucho muy sombria, y le advirtio por ultimo que tuviera cuidado.

«Os dire algo, Robert Dudley», le grito. «Os casasteis con una loba, y a vuestra propia costa lo descubrireis.»Asi que yo pase a ser la Loba. Tenia la Reina la costumbre de poner motes a quienes la rodeaban. Robert habia sido siempre sus Ojos, Burleigh su Alma y Hatton su Carnero. Comprendi que a partir de entonces yo seria la Loba: la imagen que de mi tenia era, pues, la de un animal salvaje a la busca de victimas con que satisfacer mis violentas pasiones.

—Parece decidida a casarse con Anjou —dijo Robert.

—No lo hara.

—En el estado de animo en que se halla es capaz de cualquier cosa. Estuvo denostandome y maldiciendome con unos gritos que podian oirse en todos los rincones de palacio.

—De todas formas —dije—, dudo mucho que tome a Anjou por esposo.

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