artera que el macho. Como ella me llamaba a mi Loba, yo llamaba a Robert mi Lobo y el contestaba llamandome su Cordero, pues decia que si el leon podia tenderse junto a tan dulce criatura, tambien podia hacerlo el lobo. Le recorde que tenia muy poco de cordero, y el dijo que eso era cierto en lo que al resto del mundo concernia. La broma persistio, y siempre que utilizabamos estos sobrenombres, la Reina no estaba lejos de nuestros pensamientos.

Nuestro hijo pequeno era una alegria para ambos, y yo empezaba a disfrutar de mi familia, no solo por estar consagrada a ella, sino porque la Reina, pese a toda su gloria, debia sentir la falta de hijos e hijas. Habia, sin embargo, una cierta tristeza en la casa debido a Penelope. Esta habia estado furiosa durante un tiempo, proclamando su oposicion al matrimonio con Lord Rich. Lord Huntington propuso que se la pegase para someterla, pero yo me opuse a ello. Penelope era muy parecida a mi: bella, animosa y apasionada; el pegarla no habria hecho mas que fortalecer su resistencia.

Razone con ella. Le indique que aquel matrimonio con Lord Rich era lo mejor para ella en aquel momento. La familia estaba en desgracia (en especial yo) y mi hija jamas seria aceptada en la Corte; pero si se convertia en Lady Rich seria distinto. Quiza tuviese la impresion de que preferiria vivir en el campo a casarse con un hombre a quien no amaba, pero el aburrimiento le haria cambiar de idea.

—Yo no puedo decir que estuviese terriblemente enamorada de tu padre cuando me case con el — confese—. Pero no fue un matrimonio fracasado. Y os tuve a vosotros con el.

—Y fuiste muy amiga de Robert durante ese matrimonio —me recordo.

—No hay nada de malo en tener amigos —Conteste.

Esto la dejo un tanto pensativa y cuando Lord Huntingdon volvio una vez mas a hablar seriamente con ella, ella accedio.

Se caso con Lord Rich, y, pobre nina, se comento la suerte que tenia considerando que su madre habia caido en total desgracia y que la Reina aun rechaza a su padrastro que, segun muchos creian, jamas recuperaria el antiguo favor.

Por entonces, yo creia que la Reina podria, con el tiempo, perdonarme, pues, desde luego, ya manifestaba indicios de mas blandura con Robert. Tras unos meses, Robert empezo a recuperar su favor gradualmente. El afecto de la Reina por el jamas dejaba de asombrarme. Creo que aun se entregaba a suenos romanticos con el, y cuando le miraba aun veia al apuesto joven que habia estado con ella en la Torre, en vez de al hombre maduro en que se habia convertido, pues engordaba de modo bastante alarmante, tenia la cara muy colorada y el pelo parecia encanecerle un poco cada semana.

Una de las mayores virtudes de Isabel era su fidelidad a los viejos amigos. Yo sabia que ella no olvidaria nunca los cuidados de Mary Sidney y cada vez que veia aquella cara triste marcada por la viruela, la piedad y la gratitud le inundaban. Habia dispuesto el enlace de la joven Mary con Henry Herbert, conde de Pembroke, y aunque el era veintisiete anos mayor que ella, se consideraba un enlace muy digno.

Robert era de los que siempre tendria un lugar en su corazon, y si en ocasiones se veia apartado de el, siempre llegaba un momento en que volvia a instalarlo alli. La verdad era que amaba a Rober y siempre le amaria. No fue gran sorpresa, en consecuencia, el que antes de seis meses Robert recuperara su favor.

Pero lo mismo no podia decirse de mi, desgraciadamente. Me entere de que la sola mencion de mi nombre era suficiente para que se pusiese roja de colera y empezase a vomitar colericos insultos contra la Loba.

Siendo como era la mujer mas vanidosa del pais, no podia perdonarme el ser fisicamente mas atractiva que ella ni que me hubiera casado con el hombre que, en el fondo de su corazon, siempre habia deseado para ella. A veces su colera se dirigia contra el (esto se debia principalmente al hecho de que el me prefiriese a mi), pero esto nunca llegaba a perturbarle, porque sabia que si el afecto de la Reina sobrevivia a su matrimonio conmigo, sobreviviria a cualquier cosa.

Es dificil de entender la atraccion que ejercia Robert sobre ella. Era una especie de magnetismo, y era tan potente ahora que Robert envejecia como lo habia sido en su juventud. Nadie podia estar absolutamente seguro de el; el era un enigma. Sus modales eran tan agradables y corteses, y era siempre amable con los sirvientes y con los que se encontraban en una posicion servil, y, sin embargo, le rodeaba una reputacion siniestra desde la muerte de Amy Robsart. Emanaba poder, y esto quiza fuese la esencia de su atraccion.

Su familia le adoraba, y en cuanto mis hijos supieron que era su padrastro, le aceptaron de todo corazon. Se sentian mas a gusto con el de lo que se habian sentido con Walter.

Me sorprendia que el, que era tan ambicioso, y que era capaz de aprovechar cualquier ventaja, dedicase tanto tiempo a los asuntos de familia.

En este periodo, Penelope era muy desdichada. Nos visitaba a menudo en Leicester House, donde venia a lamentarse del fracaso de su matrimonio. Lord Rich era grosero y sensual; jamas le amaria; ella era muy desgraciada y deseaba volver a casa.

Podia hablar con Robert, que era comprensivo y amable. Le dijo que siempre que se sintiese de aquel modo debia considerar la casa de el como suya; y propuso que se le reservase una de las habitaciones para que la decorase a su gusto. Se llamaria la Camara de Lady Rich y siempre que ella sintiese necesidad de refugio, estaria esperandola.

Penelope recuperaba un poco el animo charlando con Robert y eligiendo las colgaduras de su habitacion e interesandose por su elaboracion. Agradeci mucho a Robert que fuese un padre para mi desdichada hija.

Tambien Dorothy le queria. Dorothy habia observado lo sucedido en el caso de Penelope y le habia dicho a Robert que ella nunca permitiria que le pasase eso. Ella misma elegiria a su marido.

—Yo te ayudare —dijo el—, Y te prepararemos un gran matrimonio… pero solo si tu lo apruebas.

Ella le creyo y las dos muchachas anhelaban las temporadas en que el estaba en casa.

Walter le queria tambien mucho, y fue Robert quien hizo planes para que mi hijo fuese a Oxford cuando fuese mayor, para lo cual faltaban pocos anos.

Habia un miembro de la familia a quien yo echaba mucho de menos, era mi favorito entre todos mis hijos: Robert Devereux, conde de Essex. Como deseaba que pudiese estar con nosotros, y como deploraba la costumbre de sacar a los hijos de sus hogares, especialmente a los que por la muerte de sus padres habian heredado muchos titulos. Me resultaba dificil pensar en mi querido hijo como el Conde de Essex… para mi siempre seria el pequeno Rob. Estaba segura de que el otro Robert, mi marido, se habria interesado en especial por Essex, pero, por desgracia, el muchacho estaba ahora en Cambridge, donde tenia que doctorarse. De vez en cuando, me llegaban excelentes informes de el.

En cuanto al otro Robert (nuestro hijo pequeno), Leicester le adoraba y estaba haciendo siempre planes para su futuro. Yo decia bromeando que resultaria dificil encontrarle un sitio en la Corte porque su padre pensaba que no habia nada lo bastante bueno para el.

—Solo podria casarse dignamente con una princesa real —comente.

—Hay que encontrarle una —dijo Robert, y no comprendi entonces lo en serio que lo decia.

Leicester era tan querido en mi familia como en la suya; resultaba consolador, el sentirme rodeada de una familia afectuosa, especialmente considerando el odio obsesivo que la Reina sentia hacia mi.

Como yo estaba fuera de la Corte (aunque Robert recupero rapidamente su antigua posicion), la familia estaba pendiente de mi mas de lo normal, y el sobrino de Robert, Philip Sidney, se convirtio en asiduo visitante.

Paseaba por los jardines de Leicester House en compania de Penelope, y pense que se habia producido un cambio en su amistad. Despues de todo, el habia estado comprometido con ella en otros tiempos, pero nunca habia parecido deseoso de casarse, y yo habia pensado muchas veces que habia sido un error mencionarlo cuando el tenia veintidos anos y Penelope era solo una nina de catorce. Ahora le parecia mas una mujer, y una mujer tragica, por cierto, lo cual la hacia mas atractiva para un hombre de su caracter. La repugnancia que sentia por su marido se iba convirtiendo en odio y parecia predispuesta a volcarse en aquel hombre apuesto, elegante, inteligente y joven, con el que facilmente podia haberse casado.

Todo parecia indicar que se estaba gestando una situacion peligrosa, pero cuando se lo mencione a Robert este dijo que Philip no era hombre que se entregase a una pasion lujuriosa, sino mas bien al sueno del amor romantico. Sin duda escribiria versos a Penelope y a eso le conduciria su devocion, asi que no teniamos por que temer que Penelope rompiese sus votos matrimoniales. Si lo hacia, Lord Rich se pondria furioso y Philip se

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