El principe gabacho
Cuan herido, y hasta alejado de vos, se sentira vuestro pueblo al veros tomar a un esposo frances y papista, pues tal le considera el pueblo llano, que es hijo de la Jezabel de nuestro tiempo, cuyo hermano sacrifico el matrimonio de su propia hermana, utilizandolo para matar a nuestros hermanos de religion. Mientras sea frances en potencia y papista de fe, ni podra protegeros ni os protegera gran cosa, y, si llega a ser Rey, su proteccion sera como el escudo de Ayax, que mas abominaba que protegia a quienes lo usaban.
…Parece que Inglaterra tendra que soportar otro matrimonio frances, si el Senor no impide que tal desgracia caiga sobre nosotros permitiendo a Su Majestad ver el pecado y el castigo que de el derivaria.
Otra crisis sobrevino a mi familia. Entre Penelope y Philip Sidney existia el acuerdo tacito de casarse. Walter habia deseado ardientemente este matrimonio y lo habia mencionado en su lecho de muerte, alla en Dublin.
Philip Sidney era un hombre insolito. Casi parecia etereo y no manifestaba ansia alguna de casarse, y quiza fuese por esta razon por lo que se demoraba el compromiso.
Recibi una llamada de Francis Hastings, conde de Huntingdon, que habia sido nombrado tutor de mis hijas. Huntingdon era un hombre muy importante, sobre todo porque tenia ascendencia real por rama materna, pues uno de sus antepasados habia sido el duque de Clarence, hermano de Eduardo IV; y, debido a esto, tenia ciertos derechos al trono y creia que esos derechos eran superiores a los de la Reina de Escocia y los de Catalina Grey.
Era un hombre categorico y un firme protestante, y existia la posibilidad de que, puesto que parecia improbable que Isabel proporcionase herederos al pais, el pudiese un dia heredar la Corona. Su esposa, Catalina, era hermana de Robert; se habian casado en la epoca en que el padre de Robert habia procurado por todos los medios casar a sus hijos con las familias mas influyentes del Reino.
Vino pues a verme y me dijo que creia llegada la hora de buscar maridos a mis hijas y que tenia una propuesta para Penelope. Senale que ella se entendia muy bien con Philip Sidney, pero el movio la cabeza y dijo:
—Leicester ha perdido el favor de la Reina y es probable que no lo recupere. A Penelope no le interesa la alianza con un miembro de esa familia; Robert Rich se ha enamorado de ella y quiere hacer una propuesta de matrimonio.
—Su padre ha muerto hace muy poco, ?no?
—Si, y Robert ha heredado el titulo y una fortuna muy considerable. Su apellido le describe muy bien.
—Sondeare a mi hija al respecto.
Pero Huntingdon parecia impaciente.
—Mi querida senora, es una boda muy ventajosa. Vuestra hija deberia aceptar la proposicion con gran alegria.
—Dudo que lo haga.
—Lo hara, pues es lo mejor para ella. Seamos francos. Ella es vuestra hija y vos no os hallais en buena posicion con la Reina. No sabemos si Leicester recuperara el favor real, pero Su Majestad ha jurado que no volveria a recibiros. Dadas las circunstancias seria conveniente para vuestras hijas un matrimonio juicioso.
Comprendi que tenia razon y dije que le plantearia la cuestion a Penelope.
Lord Huntingdon se encogio de hombros impaciente, indicando que resultaba innecesaria la consulta con la futura esposa. Era un buen enlace, el mejor que Penelope podia esperar dado que su madre habia caido en desgracia, y debia aceptarse sin dilacion.
Pero yo conocia a Penelope. No era muchacha debil y tenia una vision muy clara de si misma.
Cuando le hable de la visita de Lord Huntingdon y de su proposito, se mostro firme.
—?Lord Rich! —grito—. Le conozco y no quiero casarme con el decida lo que decida Lord Huntingdon. Vos sabeis que estoy comprometida con Philip.
—Estais en edad de casaros, y el no muestra el menor deseo de hacerlo. Huntingdon opina que el hecho que yo haya caido en desgracia repercutira en vos y que, en consecuencia, deberiais considerar un buen matrimonio mientras os sea posible.
—Ya lo he considerado —dijo Penelope, con firmeza—. No quiero casarme con Robert Rich.
No insisti en el asunto porque sabia que solo alimentaria su terquedad. Quiza cuando se fuese acostumbrando a la idea no le resultaria tan repulsiva.
Hubo gran conmocion en el pais cuando vino a la Corte el duque de Anjou. Llego de un modo calculado para conquistar el corazon de la Reina, pues llego a Inglaterra en secreto, acompanado solo de dos criados y se presento en Greenwich, donde solicito permiso para arrojarse a los pies Isabel.
Nada podria haber satisfecho mas a esta y su enamoramiento (suponiendo que tal fuese) asombro a todos. Pocos hombres habria menos atractivos que el principe frances. Era muy bajo (enano, casi) y habia sufrido de nino un grave ataque de viruela que le habia dejado muchas cicatrices en la piel y habia dado a esta un tono desvaido. Se le habia ensanchado la punta de la nariz y la tenia como partida en dos, lo que le daba una apariencia de lo mas extrana. A pesar de esto, siendo como era un principe, habia podido llevar una vida de libertinaje, a la que se habia entregado sin control.
Se habia negado a estudiar, de modo que su educacion era muy escasa. Carecia por completo de principios, morales o religiosos, y estaba dispuesto a hacerse protestante o a ser catolico segun le conviniese. Lo que si tenia era cierto encanto en la persona y en los modos y gran destreza en el halago y en el fingir… y esto afecto a la Reina. Cuando se sentaba en una silla era como una rana y la Reina se dio cuenta en seguida y con su pasion por los apodos, lo convirtio en seguida en su Ranita.
Yo sentia gran despecho por no estar en la Corte y poder ver la farsa, el pequeno principe frances de veintipocos anos, repugnantemente feo, haciendo el papel de ardiente enamorado, y la respetable Reina de cuarenta y tantos, derritiendose con sus ardorosas miradas y sus apasionadas declaraciones. Podia resultar muy comico, mas distaba mucho de serlo lo que estaba en juego, y no habia hombre que estimase verdaderamente los intereses de la Reina y del pais que no se sintiese despechado. Supe que hasta los mayores enemigos de Robert consideraban una desdicha que no se hubiese casado con el y hubiese dado ya un heredero al reino.
Robert, aunque seguia en desgracia, se vio obligado a acudir a la Corte, y yo a veces me preguntaba si ella no habria organizado todo aquel repugnante espectaculo solo por torturarle. Me entere de que se habia hecho hacer un adorno en forma de rana (de diamantes sin tacha) y que lo llevaba puesto a todas partes.
Durante unos cuantos dias, el Duque apenas se aparto de su lado, y paseaban por los jardines, charlando y divirtiendose, cogidos de la mano, e incluso se abrazaron en publico; y cuando el principe volvio a Francia, lo hizo con la certeza de que habria matrimonio.
Y a principios de octubre, Isabel reunio a su Consejo para decidir sobre su boda, y como Robert aun formaba parte del Consejo, estuvo presente, por lo que pude saber lo que paso.
—Mientras ella no estuvo presente —me conto Robert—, pude tratar la cuestion con libertad, y como un asunto puramente politico. Parecia haber ido ya tan lejos con el Principe que era ya dificil retroceder, y el matrimonio quiza resultase inevitable por ello. Todos sabiamos la edad de la Reina, y parecia muy poco probable que pudiese dar un heredero, y, si por casualidad lo hiciese, peligraba su vida en el trance. La Reina tenia anos suficientes para ser la madre del Duque, dijo Sir Ralph Sadler, y era, sin duda, cuestion que exigia un general acuerdo. Sin embargo, conociendo el caracter de Isabel, consideramos impensable sugerir que se desechase el proyecto, pero nos comprometimos a pedirle que nos informase de sus deseos y a asegurarle que procurariamos