hombres, y todos fingen asombro por su encanto, pero Essex no finge nunca, desde luego, asi que en su caso debia ser autentico.

—Con lo que parece que vuestro hermano ingresara en el circulo intimo —dije.

Penelope estaba pensativa.

—Puede que asi sea. Tiene solo diecisiete anos, pero cuanto mayor se hace la Reina, mas jovenes le gustan los hombres.

—Pero esto es realmente extrano. El hijo de la mujer a la que mas odia.

—Es lo bastante apuesto para superar tal obstaculo —contesto Penelope—. Y hasta puede que forme parte del atractivo.

Me senti sobrecogida por un brusco temor. Se habia apoderado de mi hijo. ?Sabia lo mucho que yo le amaba? Tarde o temprano, el le indicaria que habia un lazo especial entre nosotros tres. Jamas recurriria a subterfugios para conservar su favor, como habia hecho Leicester. Si se mencionaba mi nombre, el me defenderia. No permitiria que me insultase en su presencia.

Y esto me daba mucho miedo.

Segun Leicester, Essex habia causado muy buena impresion a la Reina; esta estaba desviandose de Raleigh hacia mi hijo. Le divertia. Era distinto a los demas, era joven, impulsivo, sincero.

Oh, hijo amado, pensaba yo, ?he permitido que Leicester te atrape en su red?

El estar inmersa en mis asuntos personales y desterrada de la Corte, me habia permitido olvidarme de las muchas nubes que empezaban a formarse sobre el pais.

Habia oido hablar de aquellas amenazas durante muchos anos: La Reina de Escocia (en relacion con la cual habia constantes conjuras para subirla al trono deponiendo a Isabel), y el enemigo espanol. Habia llegado a aceptar aquellas amenazas como realidades de la vida. Creo que lo mismo les sucedia a muchos de mis compatriotas; pero, desde luego, en el pensamiento de la Reina y en el de Leicester, estaban siempre presentes.

Mi exilio de la Corte era en mi corazon como una peste, sobre todo ahora que Essex estaba alli. No es que yo quisiera sonrisas de la Reina. Solo queria estar alli… ver las cosas directamente. Me procuraba muy poca satisfaccion recorrer en carruaje las calles vestida como una Reina y recibir en mis esplendidas mansiones, donde, solo a traves de otros, podia enterarme de lo que pasaba en la Corte. Asi que anhelaba estar alli, y parecia que nunca podria. Era su venganza.

Leicester hablaba con frecuencia de la Reina de Escocia. Vacilaba entre buscar su favor y eliminarla definitivamente. Mientras viviese, decia, poca paz tendrian el e Isabel. Temia que algun dia triunfase una de las muchas conjuras de sus partidarios; en cuyo caso, quienes habian apoyado y seguido a Isabel, serian los menos aceptables para la nueva Reina. Y el seria el primero a quien se retiraria el poder. Privado de su poder y de sus riquezas, sin duda le enviarian a la Torre y solo saldria para subir al patibulo.

Una vez que estabamos juntos en la cama y en su sopor se dejo llevar en sus confidencias, dijo que habia aconsejado a la Reina que ordenase estrangular a Maria, o, mejor aun, envenenarla.

—Hay venenos —dijo— que apenas dejan rastro… y bien administrados, ninguno en absoluto. Seria una bendicion para el pais y para la Reina, el que Maria no existiese. Mientras este ahi, siempre habra peligro. En cualquier momento, puede triunfar una conjura, pese a todos nuestros esfuerzos.

?Veneno!, pense. No deja ningun rastro… bien administrado. Habia tiempo suficiente para que aquellas huellas desapareciesen antes de que las buscaran.

Oh, me habia embrujado aquel maldito libelo.

Me preguntaba si la Reina hablaria alguna vez con el de mi cuando estaban solos. Me preguntaba si habria dicho alguna vez: «Te precipitaste, Robin. Si hubieses esperado, podria haberme casado contigo».

Era muy capaz de eso. Muy capaz de hablar nostalgicamente de matrimonio ahora, con un hombre que ya no era libre y no podia casarse con ella. Me la imaginaba torturandole: «Perdisteis una corona al casaros con esa Loba, Robin. De no ser por ella, ahora podria casarme con vos. Podria haberos convertido en Rey. Que bien sentaria tina corona sobre esos rizos canos».

No podia dejar de pensar en Amy Robsart.

Cuando iba a Cornbury, Oxfordshire, pasaba por Cumnor Place. No entre porque eso habria dado lugar a murmuraciones, pero me habria gustado ver la escalera por la que habia caido Amy. Aquella escalera me embrujaba; y, a veces, cuando iba a bajar un tramo largo de escaleras, miraba furtivamente hacia atras por encima del hombro.

He dicho antes que existia la amenaza constante de la Reina de Escocia y de los espanoles. Se hablaba por entonces con mucha alarma de que Felipe de Espana estaba construyendo una gran flota de naves con las que pretendia atacarnos. Nosotros trabajabamos febrilmente en nuestros astilleros; hombres como Drake, Raleigh, Howard de Effingham y Frobisher zumbaban alrededor de la Reina como abejas instandole a prepararse para los espanoles.

Leicester decia que estaba inquieta y temerosa de que los espanoles se lanzasen un dia contra ella, y que por eso consideraba tan importante la campana de Flandes.

Yo sabia que tras las muertes del duque de Anjou y de Guillermo de Orange, habian llegado delegaciones de los Paises Bajos ofreciendo a Isabel la corona si les protegia. No se habia atrevido a hacerlo. No tenia deseo alguno de aumentar sus responsabilidades, y era facil suponer la reaccion de Espana si aceptaba la oferta. Lo considerarian un acto de guerra. Esto no significaba, sin embargo, que ella no enviase dinero y hombres a luchar en la campana de Flandes contra los invasores espanoles.

Una tarde, Robert llego a Leicester House muy excitado. Oi el repiqueteo de los cascos de su caballo en el patio y me apresure a bajar a recibirle. Supe nada mas verle que algo muy importante habia ocurrido.

—La Reina envia un ejercito a luchar a Flandes —me dijo jadeante—. Ha decidido elegir muy cuidadosamente y enviar al hombre mas adecuado para la tarea, aunque preferiria retenerle a su lado.

—Y vos vais a mandar ese ejercito —conteste con aspereza.

Una subita colera me inundaba. Estaba segura de que a ella le molestaba perderle, pero, como al mismo tiempo, le apartaba de mi, se sentia compensada. Podia imaginar muy bien su perversa satisfaccion. El es su esposo pero soy yo quien decide si ha de estar con el.

Y Robert asintio.

—Estuvo muy afectuosa, hasta lloro un poco incluso.

—?Conmovedor! —dije, con un sarcasmo que el fingio no advertir.

—Me hace un gran honor. Era uno de los mejores destinos que podia otorgarme.

—Me sorprendo que os deje ir. Pero al menos ella tiene la satisfaccion de saber que yo, tambien, me vere privada de vuestra presencia.

Leicester no escuchaba. Su vanidad le hacia verse ya lleno de gloria y de honores.

No se quedo mucho en Leicester House. Ella habia indicado que, puesto que muy pronto la dejaria, debia estar todo el tiempo posible con ella antes de irse. ?Con ella!, pensaba yo amargamente. Ella me estaba indicando que aunque yo fuese su esposa, ella era la mujer importante de su vida, ella mandaba y el obedecia y cada hora que pasaba con ella era una hora que yo no podia compartir.

Pocos dias despues, me entere de que el no iba a ir al fin a los Paises Bajos. La Reina estaba enferma y creia que no viviria mucho. No podia permitir, en consecuencia, que el conde de Leicester se alejara de su lado. Llevaban demasiado tiempo juntos para separarse pensando que quiza no volviesen a verse. Asi pues, el debia quedar y ella pensar de nuevo quien seria el mas adecuado para ostentar el mando del ejercito que habia de ir a Flandes.

Yo estaba furiosa. Tenia la certeza de que todas las acciones de la Reina iban dirigidas contra mi para humillarme aun mas de lo que ya me habia humillado. Ella decia que mi esposo tenia que ir a los Paises Bajos y el se preparaba para ir. Ella decia que debia quedarse y se quedaba. Mi esposo debia es lar alli a sus ordenes. Estaba tan enferma que le queria a su lado. Si yo hubiese estado enferma, el habria tenido que ir. Isabel queria hacerme saber que en la vida de el tenia yo muy escasa importancia. Me abandonaria si ella lo ordenaba. ?Como la odiaba! Mi unico consuelo era que ella me odiaba tanto como yo a ella. Y sabia que en el fondo de su corazon estaba segura de que la elegida seria yo… de no ser su corona.

Вы читаете Mi enemiga la reina
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ОБРАНЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату