Fue durante este periodo depresivo cuando fui infiel a mi esposo. Lo fui con toda deliberacion. Estaba cansada de sus breves visitas robadas a la Reina; como si ella fuese su esposa y yo su amante. Habia desafiado la colera de Isabel para catarme con el, sabiendo que ella me odiaria siempre. Y, tras hacer aquello, no estaba dispuesta para que me tratasen de aquel modo.
Leicester se hacia viejo y, como habia advertido desde hacia algun tiempo, habia algunos jovenes muy apuestos a su servicio. A la Reina le gustaba rodearse de jovenes apuestos, para que atendiesen sus caprichos, la halagasen, la sirviesen… pues bien, a mi tambien me gustaban. Desde que veia tan poco a mi esposo, cada vez pensaba mas en esto. Aun era lo bastante joven para gozar de los placeres que podia compartir con el sexo opuesto. Pensandolo ahora, creo que quizas albergase la esperanza de que Leicester se enterara y supiese asi que otros me deseaban lo suficiente para arriesgarse a su venganza.
Durante un tiempo, habia creido que solo Leicester podia complacerme. Queria demostrarme a mi misma que ya no era asi.
Habia un joven en el sequito de mi marido (un tal Christopher Blount, hijo de Lord Mountjoy) al que Leicester habia hecho su caballerizo. Era alto, de gentil apostura y sumamente bello, rubio, de ojos azules y con un atractivo aire de inocencia que me encantaba. Me habia fijado en el muchas veces y sabia que el tambien me miraba. Siempre le daba los buenos dias al pasar, y el siempre estaba atento y me miraba con cierta reverencia, que me resultaba muy gratificante.
Decidi hablar con el siempre que le viese, y pronto comprendi que el procuraba que le viese para que le hablase.
Despues de verle, iba a mi habitacion y pensaba en el, me miraba al espejo y me examinaba criticamente. Me parecia increible que en cinco anos fuese a cumplir cincuenta. La idea me horrorizaba. Debia aprovechar lo bueno de la vida, pues de alli a poco seria demasiado vieja para disfrutarlo.
Hasta entonces, siempre me habia congratulado el hecho de que la Reina fuese ocho anos mayor que yo y Robert algo mas. Pero de pronto me comparaba con Christopher Blount. Debia tener veinte anos menos que yo. En fin, no solo las reinas pueden jugar a ser jovenes. Queria demostrarme a mi misma que aun poseia atractivos. Quiza solo quisiese asegurarme de que Leicester no era ya tan importante para mi como antes. Si el habia de estar siempre al lado de la Reina para divertirla, yo podia encontrar diversiones en otra parte. Sentia, en cierto modo, que no solo estaba superando a Leicester sino, y era mas importante para mi, tambien a la Reina.
Unos dias despues, vi a Christopher en los establos y deje caer un panuelo. Un truco viejo pero util. Le dio una oportunidad. Me preguntaba si tendria el valor de aprovecharla. Si lo hacia, merecia una recompensa, pues tenia que conocer a Leicester y yo estaba segura de que habria leido el celebre folleto, por lo que sabria que podia ser peligroso jugar con la esposa de Leicester.
Yo sabia que vendria.
Si, alli estaba, a la puerta de mi camara con el panuelo en la mano. Le hice entrar sonriendo, y, cogiendole de la mano, le introduje en la camara y cerre.
Fue emocionante, no menos para el que para mi. Habia sido aquel anadido del peligro lo que mas me habia atraido en los primeros tiempos de mi relacion con Robert. Fue maravilloso estar con un joven, saber que mi cuerpo era bello aun y que mi edad parecia ser un atractivo mas, porque dominaba por completo la situacion y mi experiencia le llenaba de respeto y de asombro.
Le despedi despues en seguida diciendo que aquello no podria repetirse. Sabia que se repetiria, claro, pero eso lo hacia mas precioso y emocionante. Su expresion fue de gran seriedad, una expresion muy tragica, pero yo sabia que tendria valor suficiente para volver a desafiar la colera de Leicester una y otra vez, por no perderse aquello.
Una vez que se fue, me eche a reir y pense en Leicester bailando alrededor de la Reina.
—Ese juego pueden jugarlo dos, mi noble conde —dije.
La Reina habia cambiado de idea una vez mas. Se habia recuperado y solo Leicester, habia decidido de nuevo, era digno de dirigir los ejercitos de los Paises Bajos.
Robert estaba muy emocionado cuando vino a Leicester House. Veia abrirse ante el, segun me dijo, un maravilloso futuro. Le habian ofrecido a la Reina la corona de Holanda. Ella no la aceptaria, pero Robert no veia razon alguna para no poder aceptarla el.
—?Os gustaria ser Reina, Lettice? —me pregunto. Le conteste que no rechazaria una corona si me la ofrecian.
—Esperemos que no impida otra vez nuestra marcha —dije.
—No lo hara —contesto—. Esta ansiosa de obtener una victoria alli. La necesitamos. Voy a prometeros una cosa: expulsare a los espanoles de los Paises Bajos.
Me miro de pronto y vio la frialdad de mi mirada, pues yo pensaba en lo absorto que le tenia su inminente gloria y lo poco que le preocupaba dejarme. Pero luego
Me cogio de las manos y me beso.
—Lettice —continuo—. Voy a lograrlo por vos. No creais que no comprendo lo que ha sido vuestra vida. Yo nada pude hacer. Era contra mi voluntad. Comprendedlo, por favor.
—Lo comprendo muy bien —conteste—. Teniais que menospreciarme porque ella lo deseaba.
—Asi es. Si yo pudiese…
Me cogio y me abrazo, pero percibi que aquella emocion no brotaba de su pasion por mi sino de pensar en la gloria que alcanzaria en los Paises Bajos.
Le acompanaria Philip Sidney, y encontraria ademas un puesto para Essex.
—Eso complacera a nuestro joven Conde. Ya veis como me cuido de la familia.
La campana de Flandes seria una marcha triunfal. Ya lo tenia planeado. Y se fue a ver a su caballerizo, pues tenia mucho que hablar con el.
Me preguntaba, divertida, cual seria la reaccion de Christopher Blount. Habia algo en Christopher muy inocente, y desde que se habia producido lo que yo secretamente llamaba «el incidente» habia visto desfilar por su rostro muchas emociones. Culpabilidad, nerviosismo, esperanza, deseo, verguenza y miedo mezclados. Se consideraba un villano por haber seducido a la mujer de su senor. Yo queria decirle que habia sido yo quien le habia seducido. Era un joven encantador, y aunque me habia sentido tentada a repetir la experiencia, no lo habia hecho. No queria decepcionar a Christopher convirtiendolo en una relacion puramente fisica.
Tenia interes, sin embargo, en ver como se comportaba con Leicester, y si dejaba entrever algo. Estaba segura de que se esforzaria todo lo posible por no hacerlo. Y, puesto que habia de salir para los Paises Bajos con Leicester, me dije, no podria haber de inmediato una repeticion del incidente. Pero me equivocaba.
La Reina estaba decidida a que Leicester no pasase su ultima noche en Inglaterra conmigo.
Esperaba que al final hiciese aquello y esperaba que el viniese a Leicester House. No vino. En su lugar llego un mensajero con la noticia de que la Reina insistia en que Robert se quedase en la Corte, pues tenia mucho que hablar con el. Yo sabia, por supuesto, que pese a ser su esposa, era ella quien tenia derecho preferente a sus servicios. Me puse furiosa y me senti frustrada. Me ofendia la actitud de Robert. Supongo que en el fondo de mi corazon aun seguia amandole, aun le deseaba. Sabia entonces que no podia haber otro en mi vida que ocupara su sitio. Me sentia enferma de celos y de desilusion, al imaginarles juntos. Ella apareceria sin duda a primeras horas de la manana, y el estaria alli, presentandole sus nauseabundos cumplidos, diciendole lo triste que se sentia por tener que dejarla. Y ella escucharia, con la cabeza ladeada, los ojos de halcon benignos y suaves… creyendo a su dulce Robin, Sus Ojos, el unico hombre al que ella podia amar.
Habia sido un frio dia de diciembre, pero el tiempo no podia ser peor que mi estado de animo. Decidi que era una estupida. Al diablo Isabel, me dije. Al diablo Leicester. Ordene a mis criados que hiciesen un buen fuego en mi dormitorio y cuando estuvo caliente y acogedor, envie recado a Christopher de que viniese.
Era tan joven, tan ingenuo, tan inexperto. Sabia que me adoraba, y su adoracion era un balsamo para mi vanidad herida. No podia soportar que su opinion de mi cambiase, asi que le dije que habia mandado a buscarle para decirle que no debia sentirse culpable por lo ocurrido. Habia sido una cosa espontanea, que habia sucedido antes de que hubiesemos podido darnos cuenta de lo que haciamos. No debia repetirse, por supuesto, y debiamos