olvidarlo.

El dijo lo que yo esperaba que dijese. Haria todo lo que le pidiera salvo olvidar. Eso era algo que jamas podria hacer. Habia sido la experiencia mas maravillosa de su vida y la recordaria siempre.

Los jovenes son encantadores, pense. Comprendi por que a la Reina le gustaban tanto. Su inocencia nos refresca, renueva nuestra fe en la vida. El arrebato de Christopher le arrastraba casi a la idolatria y esto fortalecio notablemente mi fe en mi capacidad para atraer a los hombres que, debido a la avidez de Leicester por dejarme por la gloria de Flandes, habia empezado a poner en duda.

Me dispuse pues a despedir a Christopher… o a fingir hacerlo, pues me proponia que pasase la noche alli. Le puse las manos en los hombros y le bese en los labios. Por supuesto, esto fue como arrimar la yesca a la llama.

Empezo a disculparse, creyendo que la culpa era suya, con lo que resultaba aun mas atractivo. Le mande marchar antes de que amaneciera, y se fue diciendo que si moria en la guerra, le honrase recordando que jamas podria haber amado a otra mas que a mi aunque hubiese vivido cien anos…

?Mi querido Christopher! En aquel momento, la muerte parecia algo glorioso, desde luego. Se veia ya muriendo por la fe protestante con mi nombre en los labios.

Era muy romantico, muy hermoso, y todo el episodio fue para mi muy placentero; y me preguntaba por que me habria reprimido tanto tiempo.

Se fueron al dia siguiente y Leicester, despues de despedirse de la Reina, se situo a la cabeza de la expedicion en la que tambien iban mi amante y mi hijo.

Supe que habian sido liberalmente agasajados en Colchester y al dia siguiente fueron a Harwich, donde aguardaba una flota de cincuenta naves en la que cruzaron el Canal.

Robert me escribio luego muy emocionado, hablandome de la tumultuosa bienvenida que le habian dispensado en todas partes, pues el pueblo le consideraba su salvador. En Rotterdam, donde la flota llego ya de noche, se alineaban los holandeses en la orilla y cada cuatro hombres, uno sostenia un gran farol. La multitud le vitoreo y le llevaron a su alojamiento a traves de la Plaza del Mercado, donde habian erigido una estatua de Erasmo de tamano natural. De Rotterdam habia ido a Delft, instalandose en la misma casa en que habia sido asesinado el principe de Orange.

«Los agasajos, escribia, fueron haciendose mas esplendidos a medida que penetraba en el pais. En todas partes me consideraban su salvador.»Al parecer, aquellas gentes habian sufrido mucho por su religion y, temerosas de un triunfo de los espanoles, veian la llegada de Leicester con dinero y hombres de la Reina de Inglaterra, como su gran esperanza.

El habia ido alli a mandar un ejercito, pero no habia lucha en aquella etapa. Todo eran agasajos y festejos y hablar de lo que Leicester (e Inglaterra) iban a hacer por el pais. A mi me habia sorprendido un tanto que la Reina hubiese elegido a Leicester para aquella tarea, pues el era un politico, no un soldado. Era diestro con la cabeza, no con la espada. Me preguntaba que pasaria cuando empezase la lucha.

Pero el gozo primero del triunfo. Durante varias semanas continuo la alegria, y luego llego el gran momento de la decision. Me escribio inmediatamente, pues aquello era algo que no podia guardarse para si:

El primer dia de enero, llego a mi residencia una delegacion. Aun no estaba vestido, y mientras concluia mi aseo, uno de mis hombres me dijo que los ministros habian venido a comunicarme algo. Iban a ofrecerme el mando militar de las Provincias Unidas. Esto me inquieto, pues la Reina me habia enviado a luchar por ellos y con ellos y no a gobernarles; y aunque la oferta era atractiva, no podia aceptarla sin una consideracion detenida.

Me lo imagine, con los ojos brillantes. ?No era lo que el pretendia? Habia sido durante tanto tiempo el hombre de la Reina… Como un perrillo con una cadena, habia dicho yo una vez. «Mi linda criaturilla, yo te mimare…, pero solo podras llegar hasta donde te permita esta cadena que yo manejo».

?Debio significar mucho para el que le ofreciesen la corona de los Paises Bajos! Volvi a su carta:

No conteste y segui considerando la cuestion. Creo que os gustara saber que he nombrado a Essex general de caballeria. Paso mucho tiempo escuchando sermones y cantando salmos, pues estas son gentes que se toman muy en serio su religion. He de deciros tambien que he discutido esta cuestion con el secretario de la Reina, Davison, que esta aqui, y con Philip Sidney, y ambos son de la opinion de que he de dar satisfaccion al pueblo, aceptando la oferta. Asi pues, mi querida Lettice, soy ahora gobernador de las Provincias Unidas.

Habia una nota posterior:

Me invistieron en el cargo en La Haya. Ay, ojala pudieseis haber visto la impresionante ceremonia. Me sente bajo las armas de los Paises Bajos e Inglaterra, en un trono, rodeado de representantes de los principales estados. Se honro a la Reina y se me honro a mi, teniente general, y gobernador ahora de las Provincias. Hice los votos exigidos y jure protegerles y trabajar por su bienestar y el de la iglesia. ?Como me hubiese gustado teneros a mi lado! Os habriais sentido orgullosa de mi.

Ahora, mi querida Lettice, quiero que vengais conmigo. Recordad que venis como Reina. Se que sabreis desenvolveros. Viviremos aqui y no seguireis en el destierro, como vos le llamais. Estoy deseando veros.

Lei y relei aquella carta. Debia ir como una Reina. Seria regia como era ella, y hermosa como ella jamas podria ser. La vida iba a ser emocionante. Me sentia dichosa. ?Que diria ella, que haria, cuando se enterase de que yo iba a ir a los Paises Bajos como Reina de Leicester? Inicie los preparativos en seguida.

Iria como una Reina. Seria mas esplendida y majestuosa de lo que Isabel lo hubiese sido nunca.

Asi, pues, llegaba al fin mi triunfo. Veria lo que significaba ser esposa de Leicester. Seria Reina y nadie me mandaria, ?que mas me daba que fuese en La Haya y no en Greenwich y en Windsor?

A Leicester House fueron llegando mercaderes con las mas finas telas. Planee mi guardarropa con frenetica prisa y las costureras trabajaron dia y noche. Encargue carruajes en que se trenzaban las armas de los Paises Bajos con las de Robert. Disene ricos adornos, para mi, para mis acompanantes y para los caballos incluso. Habia decidido que me acompanaran damas y caballeros. La cabalgata hasta Harwich emocionaria a la gente del campo, porque jamas habrian visto nada tan esplendido. Lo que les mostraria yo seria cien veces mas rico, mas lujoso que lo que hubiese poseido nunca la Reina. Fueron semanas de emocion. Ansiaba ya emprender viaje. Un dia de febrero, cuando estaba en mitad de estos preparativos, me entere de que William Davison, el secretario de la Reina, que habia acompanado a Robert a los Paises Bajos, habia llegado a la Corte para dar a Su Majestad completa relacion de lo sucedido.

?Robert gobernador de las Provincias Unidas! ?Aceptar tal cargo sin consultarla! ?Aceptar un puesto que

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