aquellas losetas mil veces fregadas que olian a refrescante tierra humeda, hicieron el amor. Alli llegaron hasta el fondo de sus sentimientos. Ella no recordaba haber experimentado antes nada parecido. Los registros de su propio cuerpo la sorprendieron. Despues se sintio felizmente cansada, quiso dormir.

Habian cenado solos en el club. Eso no resultaba extrano, era viernes y la mayor parte de las familias acudian el sabado. La noche del viernes, con los hombres recien llegados de la obra, todos preferian dedicarla a la intimidad. Pero el no se sentia con animos para aguantar una velada cara a cara en su casa. Aunque frente a Victoria procuraba que no se notara, lo cierto es que aquella situacion tambien hacia mella en el. Cenar en el club era escoger un punto neutro en el que nada pesaba tanto. Ademas, habia encontrado a Paula especialmente lucida y serena.

Comieron intercambiando frases intrascendentes sobre las incidencias en la vida de la colonia y la obra. Paula estaba tan relajada que por un momento el penso que era una buena ocasion para contarle la verdad. Aunque se le antojaba imposible que fuera a tomarlo de modo razonable; tendria a buen seguro una reaccion imprevista, algo aparatoso y fuera de lo comun. Temia los primeros instantes tras saberlo, la irrupcion de su personalidad extrema. Dificilmente recibiria la confesion de una manera discreta y adulta. No, organizaria una autentica funcion teatral, y aun eso podia considerarse como un mal menor. El grado de histrionismo dependeria de cuanto bebiera. El sabia que en ningun caso se comportaria como una mujer normal: escuchando, discutiendo, llorando o enfureciendose. Paula, no. Se quito de la cabeza la idea de sincerarse, aunque hubiera sido la ocasion ideal, aun resultaba prematuro, habia que esperar un poco mas. Estaba preocupado; pensaba que si no obtenia el trabajo al que optaba se veria obligado a cambiar a una ciudad distinta de aquella en la que Victoria habia vivido, quiza a otro pais. Si eso ocurria, temia que ella, lejos de su trabajo y su ambiente, no se adaptase a la nueva situacion. Por eso pensaba que era preciso caminar con pies de plomo, no librar nada a la improvisacion.

Volvieron a casa sin encontrarse con nadie en los jardines. Sorprendentemente, ella no le pidio que tomaran una copa en el bar del club ni, como hacia otras veces, se quedo alli para tomarla sola. Tampoco al llegar saco una botella de whisky al porche, donde se instalaron para leer, ni se dirigio a su estudio para, presuntamente, trabajar en su traduccion. La noche era tranquila, perfumada como solo pueden serlo las noches de Mexico. Lo que resultaba en teoria un cuadro ideal al que no estaba acostumbrado, lo desazonaba especialmente. ?Cuanto hubiera dado tiempo atras por disfrutar de unas circunstancias parecidas! Nunca habia pedido demasiado: una velada leyendo junto a su mujer sin tensiones ni recelos. Una noche de la que se conociera de antemano cual iba a ser el final: notando como la brisa entra por la ventana hasta despertar a un dia nuevo. Pero ya era demasiado tarde, ya no habria mas intentos de enderezar las cosas. Ya no habia futuro para los dos. Cerro el libro de golpe.

– Me voy a dormir, Paula, tengo sueno.

– ?Tan pronto?

– Manana he quedado con Henry a las nueve para un partido de tenis. Quiero estar descansado.

– Lastima, hace una noche tan agradable…

– Hasta manana.

Subio a la habitacion y entro en el bano para darse una ducha. El agua tibia le hizo relajarse, pero cuando salio, se dio cuenta con sorpresa de que Paula ya estaba en la cama, leyendo. Hacia mucho tiempo que no se acostaban a la vez, aunque siguieran durmiendo juntos. Uno de los dos se quedaba en el salon y no acudia hasta que calculaba que el otro ya estaba dormido.

– He cambiado de idea. Yo tambien quiero levantarme temprano.

Santiago asintio, tomo su libro e intento leer, aunque todo aquello le hacia presagiar algo imprevisto. Al cabo de un instante noto como, bajo las sabanas, la mano de Paula se posaba en su sexo. Se quedo quieto, luego le cogio la mano y, procurando no ser brusco, la aparto. Habia pasado mas de un ano desde la ultima vez que hicieron el amor. Le sonrio con tristeza.

– Dejalo, Paula, por favor.

Ella se tenso visiblemente, se incorporo en la cama:

– ?Que pasa, es que nuestro maravilloso matrimonio ya no sirve ni para esto?

Santiago se sintio exasperado, harto de ironias, de dobles sentidos, de inutiles batallas dialecticas:

– Crei que habiamos llegado a un acuerdo tacito, que la epoca de las broncas ya habia quedado atras.

– ?Yo no pretendo tener ninguna bronca, solo pretendo follar!, ?o es que follar conmigo es una agresion para ti?

Santiago echo la ropa de la cama a un lado, se levanto con impetu, empezo a vestirse. Paula lo observaba.

– ?Que estas haciendo?

– Me voy a la obra. Pasare el fin de semana alli. No me siento con ganas de discusiones. No puedo mas, en serio.

– ?Y que les diras a tus ilustres colegas?

– Nada, no les dire nada. No creo que necesiten ninguna explicacion. Te conocen ya, ven como te comportas, como has llegado a ser, y eso es suficiente para que comprendan que alguien ya no pueda soportar mas seguir a tu lado. Nos veremos la semana que viene. Adios.

Salio del dormitorio caminando a grandes zancadas. Estaba furioso, mas furioso de lo que correspondia a lo acontecido. Poco a poco fue dandose cuenta de que, aun de modo inconsciente, habia sentido autenticos deseos de ser cruel con Paula, de devolverle una a una todas sus ofensas. Le guardaba rencor por aquellos anos, y aunque no habia querido admitirlo frente a si mismo, habia en su actitud una clara aspiracion de venganza. Intento calmarse, aquello no lo llevaria a ninguna parte. Si queria romper su silencio lo haria, pero solo en el momento en que se sintiera tranquilo y dueno de si mismo.

Arranco el motor, y el hecho de conducir, junto al aire fresco que le daba en la cara, empezo a apaciguarlo. Habia sido juguete demasiados anos de los conflictos internos de su mujer, de su descontento, de su crisis perpetua. Pero aquello habia acabado, debia esforzarse por dirigir sus sentimientos hacia el futuro, por no dejarse atrapar en la ira que provoca el resentimiento. Era imprescindible acabar con su matrimonio lo antes posible, Victoria llevaba razon. Aquel mismo lunes volveria a llamar a la empresa contactada para urgirles una respuesta. Les diria que tenia problemas humanos con el equipo de trabajo, eso era algo que se entendia con facilidad. Todo el mundo lo conocia en el sector, tenia un prestigio profesional probado que bien podia sustentar una excusa asi. Tambien debia acordarse de telefonear a Henry para anular la cita del dia siguiente. Dejando asi la colonia, permaneciendo en la obra todo el fin de semana, se condenaba a no ver a Victoria ni de pasada, pero necesitaba alejarse de una Paula de nuevo en pie de guerra, jugando un esteril juego de desgaste que ya no correspondia, que ni siquiera comprendia que lo habia llevado a revivir. Estaba demasiado harto, demasiado, y no se veia con arrestos de controlar su furia, una furia que ni siquiera sabia que moraba dentro de el.

Paula sonrio en la soledad de su dormitorio. Flotando en el ambiente quedaba el olor de la colonia que el habia utilizado despues de ducharse. Probablemente aquella fragancia imprecisa seria la ultima cosa intima que conservaria de su marido. La prueba realizada habia dado positivo: lo que le habia contado la estupida americana era cierto. Tambien era cierto lo que ella habia deducido a partir de aquel dato: Santiago se habia enamorado. La virulencia de su reaccion lo confirmaba. Nunca antes habia decidido ausentarse todo el fin de semana. Por muy impertinente que ella se hubiera mostrado, por mucho que hubiera bebido. Y bien, toda una novedad, como en los viejos folletines, «otra ocupaba ahora su corazon». Despues de tantos anos manteniendo la ficcion matrimonial, ahora Santiago pasaba a la accion y probablemente se largaria con su nuevo amor. ?Aquello la afectaba? Mas de lo que nunca hubiera pensado. Ninguno de los dos habia tenido la valentia de enfrentarse al otro y decirle: «Ya no te quiero.» Incluso seguian durmiendo en la misma cama. Era como si, habiendose hecho tanto dano en lo fundamental, quisieran conservar intacto lo aparente. Suponia que, en el fondo, habia sido miedo. Miedo a la soledad, a la ruptura, a reconocer el fracaso abiertamente, miedo al futuro. Pero ahora el habia encontrado el coraje suficiente gracias a otra mujer. Era la solucion mas corriente en casos como el suyo, convivencias enquistadas en la nada. Lo sorprendente residia en que no hubiera sucedido antes. A partir de ahora todo seria muy previsible, muy vulgar. Al menos habia que agradecerle a Santiago que no se hubiera prendado de una jovenzuela descerebrada, sino de una mujer hecha y derecha, con hijos, con una profesion juiciosa y un temperamento equilibrado. Perfecto, muy buena eleccion, aunque un poco comprometida en aquel marco tan cerrado, tan familiar. Nada, sin embargo, que el amor no pueda vencer. Santiago ya nunca podria decir que la vida lo habia tratado mal. El destino siempre acaba por compensar a aquellos que tienen la valentia de quemar

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