pequenos grupos de periodistas sentados en la calle. La camioneta de una verduleria estaba aparcada frente a la puerta. Cuando llamamos salia un repartidor joven que se cruzo con nosotros. Volviendose hacia la hermana portera dijo:

– Oiga, y que no se olviden de firmar el albaran de la semana pasada, que luego me lo reclama el jefe y…

La hermana portera practicamente lo empujaba fuera como si se tratara de una mosca impertinente.

– Si, si, hombre de Dios, no es necesario que me diga siempre lo mismo, le firmaran el albaran. Vaya usted con Dios.

Nos vio de pronto y su mirada bizqueante se hizo mas torva aun. Antes de que nos echara le recorde quienes eramos. Eso no cambio demasiado su humor. Pense que no debia entusiasmarle tratar con el mundo exterior, aunque fuera su cometido.

– ?Ah, si, los policias! -barboteo-. Pasen. La madre superiora me ha dicho que usted, inspectora, vaya a verla un momento a su despacho. A su ayudante lo acompanare a la biblioteca, donde ya estan esperandoles.

– A mi no hace falta que me acompane, ya se donde es.

No hubo modo de que me dejara ir sola. Obviamente una de las reglas del convento era que nadie campara a sus anchas por los pasillos. Llamo a la puerta de la superiora y me anuncio con las trazas de un mayordomo jorobado de pelicula de terror.

– Reverenda madre, la policia esta aqui.

Luego se alejo, renqueando como una artritica. La madre Guillermina de Arrinoaga se puso en pie y abrio sus fuertes brazos para recibirme.

– ?Que tal, inspectora? Me alegro de verla nuevamente por aqui.

– ?Reverenda madre? A mi tambien me gustaria tener un tratamiento parecido, suena bien.

Dio un par de carcajadas bien timbradas y me invito a sentarme.

– No se fie demasiado de las apariencias pomposas, ya casi nadie me llama asi. Pero la hermana portera es de la antigua escuela.

– Pues sigue en plena forma, la he visto desembarazandose de un repartidor y lo hacia muy bien.

Rio de nuevo, de modo sofocado.

– ?Ay, por Dios!, es verdad que tiene muy malas pulgas, pero nadie puede culparla, es a ella a quien le toca pelearse con repartidores, operarios que vienen a hacer mantenimiento, turistas que visitan la capilla… Tendria que ir pensando en jubilarla, pero no se si una monja joven haria su labor con tanta eficacia.

Le sonrei y me quede mirandola, ella tambien a mi. Viendo que no me aclaraba de modo espontaneo para que me necesitaba no tuve mas remedio que inquirir:

– Y bien, usted dira.

– ?Ah, no crea, inspectora, no la he llamado por nada especial! Me apetecia verla y charlar con usted, que me informe un poco de la marcha del caso. Se que va a tener una reunion con la hermana Domitila y un monje de Poblet que ayudaba al hermano Cristobal.

– No ha habido grandes avances, me temo. Es un caso muy oscuro. No encontramos un movil aparente para el asesinato. Hemos llegado a la conclusion de que la razon por la que mataron al hermano puede hallarse en las investigaciones que estaba realizando sobre el beato.

– ?No me diga!, pero eso es insolito. No se me ocurre como, una persona muerta hace tantos siglos.

– Quiza descubrio algo que no hubiera debido descubrir.

– ?Y la desaparicion del cuerpo santo?

– No lo se, madre, no me haga preguntas que no puedo contestar.

Impulsivamente adelanto su poderoso cuerpo hacia mi como si fuera a hablar, luego dio marcha atras y se quedo silenciosa.

– ?Dios eterno!, si no fuera un pecado terrible le diria que la curiosidad me esta matando. No, no, es mejor que no me diga nada, cuanto mas sepa peor para el estado de mi alma. Mire, aqui tenemos un poco de te que he mandado preparar. Acompaneme en una tacita y luego ya la dejo que se vaya a trabajar con esos chicos. La verdad es que no me extrana que los periodistas se pongan insistentes, ?es un enigma tan intrincado!

– Mi jefe me dijo que llamo usted pidiendo nuestra colaboracion para que la prensa las deje en paz.

– Si, me dijo muy buenas palabras, pero dudo de que me tomara en serio. Y si lo dudo es porque yo, como superiora, tambien hago lo mismo: cuando me piden algo, a todo el mundo digo lo que quiere oir, aunque no prometo nada. Su jefe tampoco me prometio nada.

– Eso es lo que se llama hacer politica.

– Son solo manas del que tiene que mandar aunque no quiera.

– A mi comisario si le gusta mandar.

– A mi, no. A veces me canso, ?sabe, inspectora? -Habia empezado a servir el te con modales exquisitos-. Yo soy una mujer que viene de familia numerosa, casi todo eran chicos menos mi hermana Camila y yo. Mi padre era notario en Pamplona, un hombre simpatico, con sentido del humor. Mi madre era tambien alegre y amante de las fiestas. Despues de la cena cada dia haciamos un rato de sobremesa toda la familia. Mi padre contaba cosas, a veces mi madre tocaba el piano, cantaba. Con mis hermanos organizabamos batallas campales, haciamos pequenas gamberradas… Cuando les comunique a todos que me metia monja fue como una tragedia. Nadie lo comprendia, porque encima mi padre era progresista y la Iglesia le parecia un horror. Luego ya lo aceptaron, y yo siempre he estado contenta con mi vocacion, pero nunca he dejado de echar de menos la alegria, el humor… en este convento ?todo el mundo es tan serio!

– ?Por que lo hizo?

– ?Que?

– Meterse monja.

– No hay razones para eso, inspectora, es la vocacion, la llamada de Cristo. Yo la oi, le hice caso, y soy muy feliz. Solo echo de menos el poder charlar…; claro que nuestra regla dice que la charla es algo vano y peligroso, pero la verdad, yo no creo que sea para tanto. El hombre no es un animal porque tiene alma, y la senal del alma es la palabra.

Nos observamos con mutua simpatia. Asi que un rato de conversacion era lo unico que queria de mi.

– ?Que tal esta el te? -me pregunto de pronto.

– Excelente. Uno de los mejores tes que he probado jamas. Espero que no sea la ultima vez que me invite a tomarlo.

Creo que agradecio que hubiera comprendido su necesidad de compania. Apuro su taza hasta el fondo con un gesto impetuoso y dijo despues:

– Ya la libero. Vaya usted con esos dos eruditos. No saben tanto como el pobre hermano Cristobal, pero le van a la zaga.

– Ojala que puedan ayudarme.

– Asi lo quiera Dios, que es como decimos «ojala» en esta casa. Yo misma la acompano a la biblioteca.

Caminamos juntas por entre el silencio y la sombra. Sus zancadas eran tan potentes que provocaban un revuelo en el borde inferior de sus habitos. Al llegar frente a la puerta me dio la mano y estrecho la mia casi haciendome dano.

– Vuelva a verme, inspectora. Y cuenteme algo sobre los avances del caso.

– Lo hare.

En la biblioteca estaban ya Garzon, el hermano Magi, la hermana Domitila y tambien Pilar, su joven ayudante, que al verme entrar se levanto, me saludo y se fue, siempre discreta y casi inexistente como una brisa del mes de agosto. Supuse que su presencia alli hasta aquel momento se habia debido al hecho de acompanar a la otra monja para que no permaneciera sola con dos hombres. Pense que toda situacion o movimiento estaba sutilmente pautada entre aquellas paredes.

Garzon se encargo de ponerme al corriente de una conversacion que ya habia empezado.

– Vera, inspectora. Les he dicho a los hermanos que empezaremos la reunion pasando revista a los objetivos que el hermano Cristobal, a quien en adelante llamaremos la victima para abreviar, tenia escritos en sus papeles. La metodologia de la reunion consistira en que respondan a nuestras preguntas. Pero eso no sera obice para que ellos, como conocedores del tema, agreguen o completen cualquier informacion o dato que les parezca interesante.

«Muy bien, Garzon -pense-, perfecta retorica», y eso que yo estaba preocupada por no haberle prevenido una

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