– Si, pero tiene mas informacion. Por ejemplo, algo ha pasado para que de repente empiece a aparecer la momia descuartizada por todos lados, ?no?
Me quede un tanto pensativa. Si, el ritmo de descuartizamiento de la momia de fray Asercio se habia acelerado notablemente; pero la sencilla pregunta que se estaba haciendo aquella policia, inexperta aun, ni siquiera nos la habiamos planteado nosotros. Cierto: ?que era lo que habia motivado aquella proliferacion de miembros cercenados? Algo que habia sucedido; sin embargo, la dispersion de nuestros esfuerzos habia llegado a tal nivel que me resultaba imposible encontrar un armazon consistente en el que cada acontecimiento ocupara su lugar.
– Mi informacion no es mucho mayor de la que vosotras manejais. Pero comprendo que resulta frustrante enfrascarse en un compartimento de la investigacion sin tener a la vista todo el proceso. Manana os hago una copia de los informes diarios y les echais una ojeada, ?que os parece?
– Gracias, inspectora Delicado, se enrolla usted un monton -dijo Yolanda utilizando su joven estilo desenfadado. Por su parte, Sonia no hacia sino asentir con una gran vivacidad, lo cual me corroboro mi intuicion de que su companera le habia pedido que guardara silencio absoluto ante mi. Bueno, era una medida que no estaba mal. Un plus de prudencia que ni yo misma hubiera sido capaz de romper con otro gesto simpatico como preguntar: «?A ti tambien te parece bien, Sonia?». No, una sonrisa era suficiente, cualquier otra incursion en el dialogo bordeaba un sinfin de peligros.
Y alla fuimos mi silente companera y yo, lista de direcciones en mano, en busca de los hijos rebeldes y justicieros de las dinastias de todos los Caldana de Barcelona. Sonia habia tomado tan en serio las recomendaciones de sigilo para conmigo, que no me dirigio la palabra ni una sola vez. Y cuando yo le preguntaba las indicaciones para llegar a alguna de aquellas casas, se limitaba a darlas en una voz alta y sin matices, como si fuera un contestador automatico. ?Dios!, pense, inutilmente huimos de nuestro destino, aquella chica era capaz de alterar mi sistema nervioso hablando o callada, viva o muerta. Sin embargo, las circunstancias me aconsejaban respirar hondo y comportarme como una persona madura y duena de su propio control. En aquel silencio tenso como el mono de una bailaora, llegamos a la primera vivienda. Intente ser lo mas telegrafica posible en mis interrogaciones:
– ?Es aqui?
Sonia afirmo con la cabeza. No estabamos lejos del convento corazoniano.
– ?Cuantos hijos jovenes tienen estos Caldana?
Elevo el dedo indice como ejemplo de unicidad.
– ?Sabes si tiene trabajo o estudia actualmente?
Se encogio de hombros. Ante su sistema de senales, mas que respirar con profundidad tuve que almacenar aire como para hacer una inmersion pelagica. Funciono. Con un conato de sonrisa por el que me crei merecedora de un premio Nobel de la Paz, le dije:
– Vamos a subir.
Juraria que haber llegado hasta alli sin que mi furia la cubriera de oprobio reconforto a Sonia y aumento su autoestima. Paramos en el semaforo, cerrado para los peatones. Una furgoneta nos impedia la vision de la entrada del edificio al que nos dirigiamos, sencillo y bastante viejo. La furgoneta de una fruteria. Un hombre alto y fuerte abrio la puerta trasera, lanzo al interior unas cajas de plastico vacias. Habia salido de un restaurante. Me quede un momento pensativa, tanto me abstraje que la fuerza de la costumbre me hizo pensar que tenia al lado a Garzon.
– Oiga, Fermin, ?le suena de algo esa furgoneta?
El lateral del vehiculo estaba profusamente decorado con imagenes de platanos, fresas y melones. En medio de todas ellas podia leerse: «Frutas y Verduras El Paraiso». El hombre puso el motor en marcha mientras yo seguia embobada. Y en ese momento un relampago de luz me cego. Tome con brusquedad el brazo de Sonia y le dije:
– ?Corre, corre, Sonia, ve tras el, que no se nos escape!
Como en suenos oi la voz espantada de la chica que decia:
– ?Pero detras de quien, inspectora, de quien?
– La furgoneta, la furgoneta -acerte a pronunciar mientras yo misma empezaba una carrera. El hombre, que me parecio joven, se dio cuenta de nuestra presencia y metio la primera acelerando con un chirrido. Puse toda mi fuerza en la zancada, pero era inutil, no podia llegar ni a tocar el vehiculo. Pare, resollante y con una furia tremenda dentro de mi. Sin embargo, comprobe como Sonia, mas joven y mas en forma que yo, perseguia a la furgoneta situandose casi a la altura de la ventanilla del conductor.
– ?Policia, pare, policia!
En un alarde de resistencia y velocidad, echo mano del tirador de la puerta y se aupo a la estribera. El conductor no solo no disminuyo la marcha, sino que piso el acelerador a tope. La gente se habia parado y miraba extasiada la llamativa maniobra. Yo corria como una loca tras la furgoneta y apenas podia distinguir como Sonia peleaba por mantenerse erguida. Entonces aquel barbaro que iba a al volante empezo a dar violentos frenazos para lograr que la chica se desprendiera y cayera al suelo. Algunos viandantes lanzaron gritos aterrorizados. Cuando casi les habia dado alcance, vi con toda claridad como por la ventanilla salia un robusto puno que sostenia algun objeto con el que descargo un golpe brutal en la cara de Sonia. Esta, tras un instante, se desplomo y quedo tendida en la calzada. Saque mi pistola y gritando «?Policia, detengase!» empece a disparar al aire, ya que hacerlo a las ruedas era peligroso estando en un lugar transitado. Fue inutil, aquel maldito, con un ruido ensordecedor, salio a toda maquina y huyo entre las calles. Desesperada, mire en todas direcciones y vi como un mosso d'esquadra se aproximaba a la carrera.
– ?Quien es usted, que pasa aqui?
– Inspectora Petra Delicado, de la Policia Nacional. ?Tiene alguna dotacion cerca? -respondi atropelladamente.
– No, inspectora, estoy yo solo, estoy solo.
– Entonces llame a una ambulancia, por el amor de Dios.
Me incline sobre Sonia. Su rostro estaba tan cubierto de sangre que ni se le adivinaban los rasgos.
– Sonia, ?estas bien?, contestame, ?estas bien?
– Se me ha escapado -dijo con voz debil.
– No te preocupes por eso. Ahora llega la ambulancia, tranquilizate.
– ?Ha tomado la matricula? -pregunto.
– No creo que sea necesario; con las frutas del paraiso tenemos bastante.
Al levantar la vista me sorprendi rodeada de curiosos que se arracimaban a nuestro alrededor. Me puse en pie de un salto y trone:
– ?Se puede saber que carajo miran? ?Larguense, larguense de aqui!
El mosso d'esquadra se percato de mi nerviosismo y enseguida tomo las riendas de la situacion. De modo cortes empezo a movilizar a la gente. Al minuto habian llegado tres dotaciones: policia autonomica, Policia Nacional y Guardia Urbana. Un segundo mas tarde estaba alli la ambulancia.
– ?Adonde la llevan? -pregunte a los enfermeros.
– Al Clinico.
Llame por telefono a Yolanda y le ordene que acompanara a Sonia mientras le practicaban las primeras curas. Solo despues debia avisar a su familia. No hizo ni una sola pregunta ni se extendio en comentarios estupidos. Llame a Garzon, que se arranco a hablar inmediatamente sin dejar que lo hiciera yo.
– Inspectora, aqui los eclesiasticos estan muy contentos porque parece que han encontrado el expediente del proceso de un tal Caldana y pone que vivia en L'Hospitalet, asi que quiza…
– ?Quiere escucharme, Garzon? Vaya inmediatamente a comisaria y espereme alli. ?Ah, y avise a las unidades moviles que anden cerca del distrito central de que intercepten una furgoneta blanca donde esta escrito «Frutas y Verduras El Paraiso». Quiero que retengan al conductor. Y que manden una dotacion policial a dondequiera que esa fruteria este.
– ?Que ha pasado?
Colgue. Todos mis colegas policias estaban mirandome. El mosso que me habia ayudado me interpelo.
– Inspectora, los de la Guardia Urbana dicen que tienen que redactar un atestado porque estamos en su zona, y yo tambien tendre que informar.
– Ahora no tengo tiempo, senores. Hago un par de interrogatorios y enseguida vuelvo. Esperenme aqui.